Conmemoración del 175 aniversario de Enrique Gil y Robles en Salamanca

Pudimos disfrutar de una amena comida de hermandad, en la que, entre otras cosas, se intercambiaron algunas ideas sobre las actividades próximas proyectadas por nuestro recientemente creado Círculo Tradicionalista Enrique Gil y Robles de Salamanca

Escudo del Círculo Tradicionalista Enrique Gil Robles (Salamanca)

Al mediodía del sábado 22 de junio nos reunimos un grupo de carlistas para honrar la memoria de Enrique Gil y Robles, quien fuera catedrático de Derecho político de la Universidad de Salamanca. El motivo de la conmemoración no era otro que el 175 aniversario del ilustre pensador tradicionalista, del que ya dimos noticia el pasado día 15 de junio en La Esperanza.

En primer lugar, pudimos disfrutar de una amena comida de hermandad, en la que, entre otras cosas, se intercambiaron algunas ideas sobre las actividades próximas proyectadas por nuestro recientemente creado Círculo Tradicionalista Enrique Gil y Robles de Salamanca. A los postres intervino en primer lugar nuestro joven correligionario Miguel Sánchez, demostrando un gran conocimiento de los detalles biográficos del homenajeado y un agudo análisis de las circunstancias históricas y políticas de su tiempo. Resaltó en su repaso la trayectoria académica de Enrique Gil y Robles y su gran prestigio académico, así como la influencia que pudo tener su compromiso carlista en el hecho de que no consiguiera la cátedra en la Universidad Central de Madrid. En todo caso, con sólo 26 años conseguiría la cátedra de Derecho político y administrativo en la Universidad de Salamanca en 1875, que sólo abandonó durante un breve periodo de tiempo para ejercer como diputado carlista por Pamplona entre 1903 y 1905. En la Universidad salmantina destacó como un defensor ortodoxo de la fe católica frente a una ruidosa minoría krausista y progresista, que muy pronto lideraría Miguel de Unamuno, que no perdió ocasión de atacar en la prensa local a Enrique Gil con motivo de su discurso de apertura del curso académico 1891-92. Con la jubilación del rector Esperabé, Unamuno le sucedió en el cargo, consumando la toma de poder del sector heterodoxo de la universidad salmantina, pese a los esfuerzos de Gil Robles por evitarlo.

Además de las luchas intestinas del mundo académico, Miguel Sánchez destacó las fricciones del carlismo salmantino, ligado al integrismo nocedalino, con el obispo agustino Tomás de Cámara, imbuido de la nefasta política del ralliement promovida desde Roma. El obispo de Salamanca llegó a censurar y obligar el cierre del periódico integrista local La Información, del cual era frecuente colaborador Enrique Gil y Robles. No dejó de mencionar nuestro correligionario la reconciliación del catedrático salmantino con la Comunión de Don Carlos VII, pese a su amistad con los Nocedal.

Después de la brillante exposición biográfica, tomó la palabra nuestro correligionario Enrique Cuñado, para tratar de dar algunas valiosas pinceladas sobre su pensamiento. Para ello  tomó como referencia el famoso discurso de apertura de curso ya mencionado, que en su segunda edición aparecería con el título de El absolutismo y la democracia (1892). Contra la vulgar opinión, el pensador carlista hace en él un elogio de la verdadera democracia según el derecho cristiano y una condena del absolutismo, que no es otro que el del Estado moderno centralizador, enemigo de los fueros, de las viejas corporaciones, gremios y libertades regionales y municipales. Fue Enrique Gil y Robles un verdadero amante de las libertades, que como decía Aparisi Guijarro, en España son antiguas, mientras que el despotismo es aquí moderno. Despotismo y absolutismo que desde entonces no han dejado de crecer en España y por todo el mundo, a la vez que se exaltan otras falsas libertades encaminadas a la transgresión del orden moral, de la justicia o de la economía.

Hizo Enrique Cuñado un interesante repaso de los vicios gubernativos afines al absolutismo expuestos en el discurso del catedrático salmantino, así como en la parte final de su Tratado de Derecho político: la tiranía, el despotismo, la dictadura y el cesarismo. Todos ellos vicios propios del liberalismo en sus distintas variantes y ajenos a la tradición de la monarquía católica, templada y respetuosa con la autarquía de los distintos cuerpos sociales. Este concepto de autarquía es el que se contrapone al concepto de absolutismo, entendido como injerencia injustificada del gobierno en la esfera gubernativa de las demás personas, tanto individuales como sociales. Mientras que el concepto de autarquía de los distintos cuerpos sociales es el que Gil y Robles identifica con la democracia, sin dejar de señalar el carácter equívoco y problemático del término. Se añade además que para que exista este género de democracia hace falta que exista realmente pueblo, y ello sólo es posible cuando éste está orgánicamente estructurado y jerarquizado. A esta visión orgánica del pueblo se opone la doctrina liberal, sea individualista o socialista, que en el fondo convergen. Esta convergencia se muestra claramente en las doctrinas contractualistas que analiza y critica muy finamente Enrique Gil y Robles, especialmente en Rousseau. La teoría y praxis liberal conlleva la atomización de la sociedad, igualitarismo nivelador, la disgregación de los individuos y la sociedad de masas. Carentes de cohesión y organización social, los individuos quedan indefensos ante el poder estatal y ante los abusos de la plutocracia internacional. Ante estos males sólo queda el remedio del orden social corporativo, tal como lo expusieron diversos pensadores católicos y la misma Doctrina Social de la Iglesia de León XIII, que llamaba a revitalizar y adaptar a los nuevos tiempos los gremios tradicionales.

Finalmente, nuestro correligionario Daniel Frutos complementó las ideas expuestas con la lectura de algunos pasajes del discurso de Gil y Robles dedicados a la defensa del gremio como instrumento para el mantenimiento de las libertades públicas, el auxilio de los débiles y el fomento de las costumbres y piedad cristianas, empezando con estas evocadoras palabras:

«A la conservación y acrecentamiento de las públicas libertades han de cooperar todas las agrupaciones y ordenes constitutivos del pueblo, que no es la libertad privilegio de una clase, sino divina herencia, de que el Padre celestial no excluyó a ningún nacido…

Pues bien, la fuerza, cohesión y solidaridad que han menester los populares para guardar incólumes los fueros de su autarquía no pueden encontrarla y mantenerla sino a la sombra protectora del gremio».

           

Círculo Tradicionalista Enrique Gil y Robles de Salamanca (carlismo.salamanca@gmail.com).

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