
Días atrás mi hermano me hizo leer un «post» de Twitter escrito por un amigo común en el que decía algo así: «Si los liberales supieran que las libertades que defienden son las proclamadas en el Sinaí y en Mateo XXII».
Lo primero que hice fue ir a la Biblia, pues el escritor es un querido viejo exalumno, doctor en filosofía, profesor universitario, historiador avezado, por tanto incapaz –pensaba– de decir una barrabasada como aquella. Por supuesto que tras constatar lo dicho en las Escrituras no encontré la susodicha paternidad.
Me vi obligado a reflexionar sobre el texto en su contexto. El autor del pensamiento es ahora un proclamado liberal que reza por el bienestar material como pico del progreso argentino. Está del lado de las huestes de Milei, pero con la diferencia de que sus pedisecuos son ignorantes en materia de filosofía de la política, en tanto que el escritor es alguien versado en ella. Además es católico, y de la obra…
Pensé: ¿es que acaso Milei se merece ser bendecido de ese modo? ¿No le bastan las judaicas «fuerzas del cielo» que de continuo invoca? ¿Por qué este «cambalache» de la Biblia junto al calefón, de Nuestro Señor hecho un bufón del liberalismo, de la Ley de Dios devenida ley de los mercados, de la caridad cristiana convertida en egoísmo liberal?
No hay explicación posible, no hay justificación aceptable. Las respuestas no las debemos buscar por el lado de la ciencia sino por el costado de las debilidades humanas. Así como antes rindió homenaje al valeroso Ejército Rojo, o se embelesaba con un retrato de Gramsci, así hoy el autor del aforismo se ríe de los liberales o libertarios haciéndoles saber que sus libertades son más viejas. Son nuestras. Porque si se trata de liberales con raigambre, no hay mejores que los católicos.
Es la vieja e impía lección del liberalismo católico. Del XIX y de Lamennais. Pero también la del XX de Le Sillon, Maritain y tantos otros. Hoy el liberalismo católico de los burgueses del porteño Barrio Norte y de los tarados mentales que, renunciando a Cristo Rey, endiosan la libertad humana del personalismo, la ley de la oferta y la demanda, el bienestar material, el republicanismo y otras tantas falsas monedas.
Se me ocurre replicar al antiguo alumno y doctor con otro «post». Dice así: «Si supieran los católicos liberales que las libertades que defienden son las proclamadas por los herejes protestantes del siglo XVII británico». Quizá, entonces, se retracten; quizá se callen la boca; o quizá apostaten. Son tan libres espiritualmente que pueden hacer lo que quieran, incluso insistir en el impío error.
Juan Fernando Segovia
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