Agustín Agualongo Cisneros nació el 25 de agosto de 1780 en San Juan de Pasto. Aunque desde esa fecha hasta 1811 no se conoce mucho sobre su vida, autores han fijado en 1800 su confirmación y en 1801 su matrimonio. Además, se sabe con certeza que era pintor al óleo, y su firma delata que había recibido una buena educación.
Ya proclamadas varias «independencias», se inscribe en 1811 a la Tercera Compañía de Milicias de Pasto, tras haber obtenido la separación canónica de su esposa; y se batió por primera vez contra los separatistas el 21 de septiembre de ese año. Fue ascendido a cabo segundo por su participación en los combates del río Bobo en mayo de 1812, y a sargento segundo tras la victoria de Catambuco en agosto.
Luego de una breve estancia en el Cauca, se agrega a la Cuarta Compañía del Primer Batallón de Milicias de Pasto, destacándose en la batalla librada en los ejidos de la ciudad (10 de mayo de 1814), en la que cayó preso el masón Antonio Nariño. En 1815 ya es sargento 1° supernumerario del Batallón Pasto, y en 1816 es promovido a subteniente. En junio de ese año participó en la Batalla de la Cuchilla de El Tambo, tras la cual viajó a Santafé como guardia de confianza de don Juan de Sámano.
Para 1819 se encuentra en Popayán como teniente en la Segunda Compañía de Milicias de Pasto, auxiliar y agregado de orden del ahora Virrey Sámano. Desde allí siguió al general Sebastián de la Calzada, derrotado en la famosa Batalla de Boyacá, que ahora iba rumbo al sur. Posteriormente fue enviado a la provincia de Quito, en donde participó de la victoria de Huachi en noviembre de 1820; y en la de Verdeloma en diciembre del mismo año. Fue ascendido, por estas acciones, a capitán y comandante, respectivamente.
Siendo jefe civil y militar de Cuenca derrota a los independentistas el 18 de septiembre de 1821, por lo cual fue nombrado sargento mayor. Luego, en 1822, fue promovido a teniente coronel por Melchor de Aymerich. En mayo cayó preso en la Batalla de Pichincha, pero para el segundo semestre de ese año ya estaba en Pasto junto con el también teniente coronel Benito Boves. Quien, el 28 de octubre siguiente, encabezaría el levantamiento popular en defensa de los derechos del Rey Fernando VII, figurando Agualongo como segundo al mando.
En noviembre, en Taindalá, las tropas pastusas vencieron las de Antonio José de Sucre, pero a mitad de diciembre fueron superadas por los republicanos. Atrincherados en Pasto, los realistas fueron nuevamente derrotados por las tropas rebeldes el 24 de diciembre de 1822, día que vino a ser conocido como la «Navidad Negra» debido a las innúmeras aberraciones cometidas por los dirigidos por Sucre contra la población civil y eclesiástica de la ciudad.
Boves escapó y nunca más se le volvió a ver, pero Agualongo se refugió en el convento de las monjas concepcionistas y desde allí huyó hacia las afueras de Pasto. Reunidos en Aticance, y siendo ya coronel, los más destacados leales lo eligieron jefe militar de la resistencia pastusa, mientras que para lo civil fue nombrado Estanislao Merchancano.
El 12 de junio de 1823 los monárquicos se alzaron una vez más para defender a su rey y a su patria. En Catambuco lograron reducir a los secesionistas, a pesar de la notable desventaja militar y numérica que siempre aquejó las filas realistas. Retomada Pasto, se celebró un Te Deum y se leyó una proclama en la que se convocaba a los vecinos a combatir por el «más piadoso y religioso rey don Fernando séptimo».
En julio capturaron la villa de Ibarra, pero tuvieron que abandonarla tras ser vencidos por los republicanos. En agosto lograron liberar Pasto, que había caído en manos rebeldes. En medio de la desbandada separatista, Pedro Alcántara Herrán, futuro presidente de Colombia, fue apresado por los pastusos. Se cuenta que, de rodillas y manos juntas, imploró que le perdonasen la vida. Agualongo se limitó a responderle que «no mataba rendido».
Entre esa fecha y principios de 1824 Pasto fue sucesivamente ocupada y retomada, teniendo que huir Agualongo hacia su refugio en las montañas en febrero. Hubo combate en Chachagüí, de donde salió el rumor de que había muerto, pero en realidad escapó hacia Taminango.
El 1 de junio los realistas asaltaron Barbacoas, que fue eficazmente defendida por Tomás Cipriano de Mosquera. Agualongo tuvo que retirarse, herido en una pierna, hacia el valle del Patía, región habitada por negros fieles a Fernando VII. El caudillo de Pasto desconocía que uno de sus mensajeros había sido capturado, y entonces fue sorprendido y apresado por las tropas de José María Obando.
Obando lo llevó a Popayán, donde fue sentenciado a muerte por el delito de conspiración en un juicio harto cuestionable, pues Agualongo nunca se había sometido a las leyes de Colombia. Aun en contravía de cualquier consideración de tipo legal o incluso moral, fue decretada la pena capital.
El 12 de julio entró en capilla junto con sus leales Joaquín Enríquez, Francisco Terán y Manuel Insuasti. Vanos fueron los esfuerzos de cierto clero juramentado por obtener el indulto para Agualongo a cambio de su acatamiento del régimen republicano, pues nuestro caudillo se mantuvo siempre fiel a su Señor Fernando VII. Se dice que mientras tanto llegó a Pasto la real cédula por la que él, su Rey, le había nombrado general de brigada.
Llegado el día siguiente, reiteró ante sus verdugos que
«si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España».
Y, finalmente, a las cuatro de la tarde del martes 13 de julio de 1824, Agustín Agualongo fue fusilado en Popayán, tras haber gritado por vez última su inolvidable
¡Viva el Rey!
Perdidos sus restos en la Iglesia de San Francisco de Popayán, fueron identificados y devueltos a Pasto en 1983, en cuyo Templo de San Juan Bautista reposan frente a los de un hermano de Santa Teresa de Jesús. Allí acudió en 2005 Don Sixto Enrique de Borbón, como sucesor que es de Fernando VII, para rendir homenaje a Agustín Agualongo, mártir de la tradición.
Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas
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