La mantilla femenina o velo ha sido siempre un complemento inseparable de la mujer en las iglesias. Tristemente, como tantas cosas buenas, empezó a perderse a partir de los años 60, sin que la Iglesia lo indicase expresamente.
Sin embargo, muchas chicas y mujeres más mayores lo están recuperando, especialmente en las ceremonias de Misa Tradicional; pero todavía está lejos de ser usado por la mayoría de las mujeres que asisten a Misa.
El velo es un signo de modestia y castidad. En tiempos del Antiguo Testamento, descubrir la cabeza de una mujer era una manera de humillarla, o de castigar a las mujeres que transgredían la Ley. Una mujer hebrea nunca habría entrado en el Templo o en la sinagoga sin cubrirse la cabeza.
Esta práctica continuó en la Iglesia Católica. Así, San Pablo (I Corintios 11,6) indica que las mujeres deben usar el velo como signo de que la gloria de Dios, no la propia, es el centro del culto.
Así, la Tradición de la Iglesia siempre había considerado que la mujer, por su misma naturaleza física, puede provocar fácilmente la distracción de las demás personas que asisten a Misa: no sólo de hombres, sino también de otras mujeres, que inevitablemente pueden sentir interés en el peinado o el aspecto de otra mujer con vistas a imitarla, por ejemplo.
San Pablo también indica que el velo en la mujer es un signo externo del reconocimiento de, y sumisión a, la autoridad, tanto de Dios como de los esposos. Esto choca con el actual mundo anticristiano, que busca romper tal autoridad. Sin embargo, esta visión —que el mundo anticristiano tomaría hoy como una consideración terriblemente «sexista»— es algo en realidad, normal y natural.
La modestia femenina en el vestir, que debe ser especialmente patente estando en la iglesia y singularmente en el rostro, indica una actitud de recogimiento y adoración por la Majestad Divina. En el uso del velo o mantilla, se refleja el orden divino invisible y lo hace visible. San Pablo presenta esto claramente como una ordenanza, ya que es la práctica de todas las iglesias.
Todo ello hace que el velo sea un complemento especialmente adecuado para estar en una iglesia. Y en realidad, no sólo en la iglesia, pero en Misa resulta especialmente aconsejable.
Una mujer con velo, con un vestido modesto, a ser posible, de tonos cromáticos no llamativos, va vestida de forma inmejorable para conjugar modestia, recogimiento y elegancia en Misa. Mucho mejor que muchas mujeres que van de cualquier manera y, lo que es peor, a veces de modo indecente, como si estuviesen en una terraza junto a la playa o en una discoteca.
Muchas mantillas están muy bien de precio y con sus encajes y adornos son a la vez modestas y muy elegantes; realzan la belleza femenina dando a la mujer un aire misterioso y muy atractivo.
Así que, chicas, ¡animaos a usar mantilla!
Lina C., Círculo Tradicionalista Ramón Parés y Viasau (Barcelona)
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