Primera meditación (I): Que Dios por su Providencia, es quien ha establecido las Escuelas Cristianas.
Originalmente estas meditaciones iban dirigidas a los Hermanos de las Escuelas Cristiana, con el tiempo también fueron recomendadas a los maestros que auxiliaban al Instituto. El día de hoy y ante la realidad que nos acontece en la Iglesia y en el mundo, sirvan estas meditaciones a los educadores cristianos para poder fortalecer nuestro deber en la salvación de las almas de nuestros alumnos, la santificación propia y la exaltación de la Cristiandad.
«Oh, glorioso Juan Bautista de La Salle, Apóstol de la niñez y de la juventud, sé nuestro guía y protector desde el cielo. Intercede por nosotros, asístenos para que, preservados de toda mancha de error y corrupción, permanezcamos siempre fieles a Jesucristo Nuestro Señor y al Jefe infalible de la Iglesia, haz que practicando las virtudes de que fuiste tan admirable modelo, participemos un día de tu gloria en la patria celestial. Amén».
San Juan Bautista de La Salle, Rogad Por Nostros.
Nuestra Señora de la Estrella, Rogad Por Nosotros.
¡Viva Jesús en Nuestros Corazones! ¡Por Siempre!
Punto I.
Dios es tan bueno que una vez creados por Él los hombres, quiere que lleguen al conocimiento de la verdad. Esta verdad es Dios mismo y cuanto Él ha tenido a bien revelarnos, ya sea por Jesucristo, por los santos apóstoles o por su Iglesia. De ello quiere Dios que sean instruidos todos los hombres, para que sus mentes sean iluminadas con las luces de la fe.
Y como no se puede estar instruido en los misterios de nuestra santa religión si no se ha tenido la suerte de oírlos, y sólo se ha podido gozar de este beneficio por la predicación de la palabra de Dios -¿pues cómo creerían los hombres, dice el apóstol, en aquel de quien no han oído hablar?, ¿y cómo oirán hablar, si no tienen a nadie que se lo anuncie?-, por ese motivo, Dios, que difunde a través del ministerio de los hombres el olor de su doctrina por todo el mundo, y que ordenó que la luz surgiese de las tinieblas, ha iluminado Él mismo los corazones de aquellos a quienes ha destinado a anunciar su palabra a los niños, para que puedan iluminarlos descubriéndoles la gloria de Dios.
Puesto que Dios, por su misericordia, os ha confiado tal ministerio, no alteréis en nada su palabra; antes bien, granjeaos, ante Él, la gloria de descubrir la verdad a aquellos de los que estáis encargados de instruir; y sea ése todo vuestro esfuerzo en las instrucciones que les dais, considerándoos en esto como los ministros de Dios y los dispensadores de sus misterios.
Punto II:
Uno de los deberes principales de los padres y de las madres es educar a sus hijos cristianamente y enseñarles la religión.
Pero como la mayoría no están suficientemente ilustrados a este respecto y como unos están ocupados en sus negocios temporales y en el cuidado de su familia, y otros viven en constante preocupación por ganar para sí mismos y para sus hijos lo necesario para la vida, no pueden dedicarse a enseñarles lo concerniente a los deberes del cristiano.
Corresponde, pues a la providencia de Dios y a su vigilancia sobre la conducta de los hombres, sustituir a los padres y a las madres con personas que tengan luces suficientes y celo para lograr que los niños lleguen al conocimiento de Dios y de sus misterios; y que se pongan al cuidado y toda la aplicación posible para asentar en el corazón de los niños, muchos de los cuales quedarían abandonados, el cimiento de la religión y de la piedad cristiana, como buenos arquitectos, según la gracia (de Jesucristo) que Dios les ha dado.
Vosotros, pues, a quienes Dios ha llamado a este ministerio, emplead, según la gracia que os ha sido conferida, el don de instruir, enseñando, y el de exhortar, animando, a aquellos que han sido confiados a vuestros cuidados, guiándolos con atención y vigilancia, con el fin de cumplir con ellos el deber principal de los padres y de las madres para con sus hijos.
Punto III:
Dios no sólo quiere que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, sino que quiere que todos se salven; pero no se puede quererlo verdaderamente si no se les da los medios para ello y, en consecuencia, si no proporcionan a los niños maestros que contribuyan a la realización de tal designio para con ellos.
Ese es, dice San Pablo, el campo que Dios cultiva y el edificio que construye, y vosotros sois los que Él ha escogido para ayudarle en esta obra, anunciando a esos niños el Evangelio de su Hijo y las verdades en él contenidas.
Por lo cual debéis honrar vuestro ministerio, procurando salvar a algunos. Pues ya que Dios, siguiendo la expresión del mismo apóstol, os ha constituido ministros suyos para reconciliarlos con Él, y os ha confiado para este fin, la palabra de reconciliación para con ellos, exhortadles como si Dios los exhortara por medio de vosotros; porque os ha destinado anunciar a estas jóvenes plantas las verdades del Evangelio y procuradles medios de salvación adecuados a su capacidad.
Enseñádselas, pero no con palabras rebuscadas, no sea que la cruz de Jesucristo, que es la fuente de nuestra santificación, quede reducida a nada, y que todo cuanto lo digáis quede sin producir ningún fruto en su mente y en su corazón. Pues estos niños, que son sencillos, y la mayoría están faltos de educación, necesitan que quienes les ayudan a salvarse, lo hagan de forma sencilla, que todas las palabras que les digan sean claras y fáciles de comprender.
Sed, pues, fieles a este proceder, para que podáis contribuir, en la medida que Dios os lo exige, a la salvación de los que tenéis confiados.
San Juan Bautista de La Salle, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.
Deje el primer comentario