Tercera meditación (III): Que quienes instruyen a la juventud son cooperadores de Jesucristo en la salvación de las almas.
Originalmente estas meditaciones iban dirigidas a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, con el tiempo también fueron recomendadas a los maestros que auxiliaban al Instituto. El día de hoy y ante la realidad que nos acontece en la Iglesia y en el mundo, sirvan estas meditaciones a los educadores cristianos para poder fortalecer nuestro deber en la salvación de las almas de nuestros alumnos, la santificación propia y la exaltación de la Cristiandad.
«Oh, glorioso Juan Bautista De La Salle, Apóstol de la niñez y de la juventud, sé nuestro guía y protector desde el cielo. Intercede por nosotros, asístenos para que, preservados de toda mancha de error y corrupción, permanezcamos siempre fieles a Jesucristo Nuestro Señor y al Jefe infalible de la Iglesia, haz que practicando las virtudes de que fuiste tan admirable modelo, participemos un día de tu gloria en la patria celestial. Amén».
San Juan Bautista De La Salle, Rogad Por Nostros.
Nuestra Señora de la Estrella, Rogad Por Nosotros.
¡Viva Jesús en Nuestros Corazones! ¡Por Siempre!
Punto I:
Aunque Jesucristo haya muerto por todos los hombres, el fruto de su muerte no es, sin embargo, eficaz en todos, ya que no todos se preocupan de aplicárselo. Para que lo sea, se necesita por nuestra parte la correspondencia de la voluntad. Pues aunque la muerte de Jesucristo haya sido más que suficiente para borrar los pecados de todos los hombres, y para satisfacer por ellos completamente, ya que Dios nos ha reconciliado con Él por medio de Jesucristo, con todo, nos corresponde a nosotros acabar y consumar la obra de nuestra redención, puesto que las gracias que Él nos mereció no llegan a ser eficaces para nuestra salvación sino en la medida que en nuestra voluntad se decide a corresponder a ellas.
Por eso dice muy bien san Pablo, hablando de sí mismo: suplo lo que falta a la pasión de Jesucristo. ¿Faltó acaso algo en ella? Nada, sin duda, por parte de Jesucristo; pero por parte del santo apóstol, igual que de todos los hombres, lo que faltaba era la aceptación de la voluntad, la unión de sus padecimientos a los de Jesucristo, en cuanto miembro suyo que padece en Él y por Él.
Puesto que tenéis obligación de ayudar a vuestros discípulos a salvarse, tenéis que inducirlos a que unan todas sus acciones a las de Jesucristo Nuestro Señor, para que santificadas por sus méritos y por su unción, puedan ser agradables a Dios y medios de salvación para ellos.
Así es como debéis enseñarles a aprovechar de la muerte de Jesucristo Nuestro Señor, para que el fruto y los méritos de ésta resulten eficaces en ellos.
Punto II:
Como sois los embajadores y los ministros de Jesucristo en el empleo que ejercéis, tenéis que desempeñarlo como representando al mismo Jesucristo. Es Él quien quiere que vuestro discípulos os miren como a Él mismo y que reciban vuestras instrucciones como si fuera Él mismo quien se las diera ; y deben estar persuadidos de que es la verdad de Jesucristo la que habla por vuestra boca, que sólo en nombre suyo la enseñáis, que Él es quien os da autoridad sobre ellos, y que son ellos mismos la carta que Él os dicta y que escribís cada día en sus corazones, no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, que actúa en vosotros y por vosotros, por la virtud de Jesucristo. Ésta os hace triunfar de cuantos obstáculos se oponen a la salvación de esos niños, iluminándolos en la persona de Jesucristo, para que eviten todo lo que le puede desagradar.
Para cumplir este deber con tanta perfección y exactitud como Dios exige de vosotros, entregaos a menudo al Espíritu de Nuestro Señor, a fin de no obrar en esto sino por Él, y que vuestro propio espíritu no tenga en ello participación alguna. Y que de ese modo, difundiéndose sobre ellos el Espíritu Santo, puedan poseer plenamente el espíritu del cristianismo.
Punto III:
Todos vuestros cuidados con los niños que os están confiados serían inútiles si Jesucristo mismo no les comunicara la virtud, la fuerza y la eficacia que necesitan para llegar a ser de provecho: igual que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, dice Nuestro Señor, si no está unido a la cepa, del mismo modo no podréis vosotros darlo si no permanecéis en mí.
La gloria de mi Padre consiste en que llevéis mucho fruto y que seáis mis discípulos. Lo que dijo Jesucristo a sus santos apóstoles os lo dice también a vosotros, para daros a entender que todo el fruto que podáis producir en vuestro empleo, en relación con aquellos que os están confiados, no será ni verdadero ni eficaz sino en la medida en que Jesucristo lo bendiga y vosotros permanezcáis en Él; igual que el sarmiento, que no puede producir fruto sino en cuanto permanece unido a la cepa, de la que obtiene la savia y el vigor, y eso es lo que también origina toda la bondad del fruto.
Con esta comparación, Jesucristo quiere daros a entender que cuanto más animado esté por Él lo que realizáis por el bien de vuestro discípulos, y cuanto más saque de Él su virtud, tanto más fruto producirá también en ellos.
Por eso tenéis que pedirle mucho que todas las instrucciones que les deis, estén animadas por su Espíritu, y que reciban de Él todas sus fuerza; para que así como es Él quien ilumina a todo hombre que viene al mundo, sea también quien ilumine su espíritu y les mueva a amar y practicar el bien que les enseñéis.
San Juan Bautista de La Salle, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.
Deje el primer comentario