Existe una superstición o mentalidad supersticiosa cuando se trata de las elecciones democráticas, según la cual los votantes bienintencionados creen que todo puede cambiar en una noche. «Encienda esta vela roja para ganar en el amor»; «coma las 12 uvas a media noche para que le vaya bien en el año»; «ponga una moneda en la fuente para tener suerte» o, por último: «ponga un papel en una ánfora para cambiar el país». Si no le parece cómico es que debe ser un crédulo, un supersticioso de las democracias. Sí, las democracias funcionan, pero no para hacer del mundo un mejor lugar. A través del voto sólo se elige algo o alguien. Es una forma de decidir, así como tantas otras formas de elección o decisión, en este caso de la mayoría. Es supersticioso creer (y contra el primer mandamiento) que las voluntades colectivas amasadas en estas fiestas democráticas lograrán obtener una virtud sobrenatural que no tiene esta acción. Se le da un culto casi idolátrico en muchos casos, al extremo de volverse el fundamento de la vida política y social de muchos países, con ritos y dogmas incuestionables.
El pueblo y su voluntad: es el amuleto que tiene el poder para cambiarlo todo. Y si no funciona, siga intentando. Y si todavía no sucede nada, recite la siguiente fórmula mientras frota el amuleto: «Debemos votar por este candidato porque…(inserte aquí alguna de las siguientes razones: Es provida, la economía está mal, no es zurdo o no es facho, es el mal menor o el bien posible, no tenemos otra opción, tendremos trabajo o salud, etcétera)». Toda sociedad desea el bienestar para todos, lo cual es bueno. Lo malo es creer que esas cosas se darán por el mero hecho de votar sin esfuerzo ni mérito alguno. Así entonces la democracia se habrá vuelto la razón de ser de un país. Vivimos para votar, porque si no votamos a tal o cual por esta o aquella razón no somos nada y no tendremos nada. O, por lo menos, evitaremos aquella o tal situación. ¿De verdad hay gente que espera a levantarse o ser virtuosa cuando ve que suceden fraudes o no salió como esperaban? (e.i. Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etc.)
La superstición lleva consigo a la conformidad y tibieza de las almas, que ven como solución definitiva a los partidos políticos y candidatos que venden sus chucherías para que el país tenga suerte. Y si falla, entonces no era el verdadero amuleto: hay que intentar con otros embrujos o recetas. Llegará el día en que la democracia no sea la razón por la que los países (occidentales en especial) vendan su alma al Diablo con tal de obtener mejores cosas, sino mejores personas y sociedades de la mano de Dios.
Jesse Mercado, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista, Alto Perú
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