El jueves ocho de agosto un sangriento hecho causó conmoción en la selva del Amazonas. Un turista ucraniano asesinó brutalmente a otra turista, de nacionalidad rusa, en un centro de sanación alternativo ubicado entre la carretera que lleva de Tarapoto a Yurimaguas. No hay necesidad de entrar en detalles para alimentar el morbo, no es el interés de las líneas tratadas, sino del suceso acaecido.
Ambos turistas coincidieron en aquel centro debido a la amistad en común con su dueño, el curandero José Ordoñez Sánchez, coincidentemente casado con una rusa. Iván Kuzmin, el ucraniano, volvía de Ecuador de otro encuentro homeopático y Lucía Luzarenka, la rusa, se encontraba en el centro debido a irregularidades en su retorno. Paradójicamente la historia de ambos comenzó como una aparente amistad. Según sus declaraciones, el fatídico evento se debió a un ritual en el cual, tras consumir ayahuasca y hongos alucinógenos, Iván aseguró ver «buena energía» y sentirse necesitado de «librar su alma» (la de ella) quitándole la vida. Cabe mencionar que en sus mismas declaraciones a la fiscalía de Tarapoto admite el horror de su crimen y cómo merece morir por ello, mostrando notorios indicios de psicosis.
Eventos de tal brutalidad son anómalos en aquel centro, llamado «Centro de Sanación Dos Mundos», pero no hay que hacer una investigación profunda para descubrir diversas noticias que datan de años atrás en las cuales son víctimas de robo o también de quejas públicas drogadictos buscando experimentar otro grado de sensaciones, los cuales, al no ser turistas ni tener dinero, son echados del recinto. Este centro parece solo un eslabón más de la cadena que pretende glorificación de la ayahuasca, la cual ha pasado de ser tabú a venderse como una solución para males como la demencia o para «sanarse de traumas». No son aislados los testimonios de gente que, al probar el brebaje, han hablado de visiones de espíritus malignos, llegando a casos que pueden fácilmente relacionarse con una posesión demoníaca.
Tristemente, esta clase de eventos, que antes podrían ser considerados tabúes por las sociedades selváticas gracias a la labor del clero, debido a su connotación tribal o pagana, llegan a ser normalizadas gracias a la aparición de turistas influidos por la mentalidad de la Nueva Era o gente inescrupulosa que no piensa en los efectos morales de la comunidad, al igual que la preocupante influencia del narcotráfico tanto en la selva alta como la baja.
En conclusión, esta clase de eventos lamentables muestra los problemas de la sociedad selvática.
Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza.
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