Tras la consumación de la 2ª Restauración monárquica a primeros de Octubre de 1823, el Marqués de Mataflorida fue nombrado a fines de año Embajador de S. M. C. ante la Corte de Saboya. Mataflorida salió de Madrid hacia los últimos días de Marzo rumbo a Turín, pero al llegar al mes siguiente a Bayona decidió quedarse en esta localidad. Desde entonces fijó allí su residencia hasta que, por conminaciones del Gobierno francés, que no le permitía residir cerca de la frontera, se trasladó en Febrero de 1827 a la Comuna de Agen, lugar donde permanecería hasta su muerte.
Los primeros movimientos de los agraviados en Cataluña no se produjeron sino a partir de mediados de Marzo de 1827, es decir, cuando Mataflorida ya no se encontraba en la frontera. Este dato se puede añadir a los otros múltiples que someramente indicamos en el artículo «Los orígenes oscuros del levantamiento de los malcontents», y que tienden a exonerar a los realistas en cuanto a la génesis de la insurrección, desplazando más bien los indicios causales hacia elementos y círculos revolucionarios. Todo ello sin embargo no quitaba para que la vertiente afrancesado-moderada de estos últimos, que gozaba de bastantes sujetos instalados en puestos oficiales, aprovechara por enésima vez para dirigir tendenciosamente sus miras –tomando en esta ocasión los sucesos del Principado como pretexto– contra los siempre leales realistas. Especial papel en esta espuria labor incriminatoria tuvo el entonces Superintendente General de Policía, el moderado Juan José Recacho, quien ponía constantemente dentro de sus Partes singular énfasis en la denuncia de un inexistente «partido carlista» que estaría incubándose en las entrañas del inmensamente mayoritario realismo social español. Por eso no es de extrañar la alegría general que se desató cuando ese insidioso personaje fue finalmente destituido por el Rey a mediados de Agosto, en pleno apogeo de la sublevación catalana.
Aparte de la Policía (y la Hacienda), el principal bastión de los moderados, dentro de las magistraturas de la Monarquía, se podía localizar en el mismísimo Consejo de Ministros, donde a la sazón gozaban de mayoría. Teniendo en cuenta la línea de estrategia política antirrealista anteriormente esbozada, no es de admirar que en la Sesión de dicho Consejo del día 14 de Julio, en el contexto de una nueva reavivación del levantamiento de los agraviados, acordaran, entre otras cosas, que, «en atención a que hay motivo de sospechar que los autores de este movimiento parcial se hallan en correspondencia con Mataflorida, pues se sabe permanece en la frontera de Francia, no obstante la licencia que se le concedió [el pasado Febrero] para ir a Italia, se le mande pasar a Florencia, Roma o Nápoles, previniéndose a los Capitanes Generales de Navarra, Aragón y Cataluña indaguen fijamente el punto donde se halla para que se pueda pedir al Gobierno francés lo aleje de él». Como vimos antes, para entonces Mataflorida ya se había internado en el interior de Francia hacía 5 meses; no obstante, la facción moderada siguió esparciendo estos rumores acerca de su implicación en los sucesos presentes, llegando sus resonancias a todos lados. Así, por ejemplo, en un documento anónimo de un «filósofo realista» (seguramente –como apunta F. Suárez en su tercer Volumen de Los Agraviados de Cataluña– escrito y remitido por el P. Benito Ráfols a Ramón Lázaro de Dou, Canciller de la Universidad de Cervera, entre cuyos papeles se encontraba), reproducido por Ignasi Casanovas en el primer Tomo de su biografía sobre Balmes (1932), fechado el 25 de Agosto y titulado «Noticias de lo que ocurre en Cataluña», el autor divide éstas en dos secciones denominadas respectivamente «Hechos ciertos y notorios» y «Hechos dudosos», anotando dentro de este último apartado el siguiente punto: «15. Últimamente se dice que en alguna parte de las inmediaciones al Pirineo, en la parte inmediata a Cataluña, hay una Junta de Mataflorida y otros, pero es de uno o dos días a esta parte que casi no llega a parecer por ahora dudoso».
Por estos mismos días finales de Agosto se hicieron también eco de dichos rumores buena parte de la Prensa francesa afín a la facción moderada, lo que suscitó la redacción por Mataflorida de una réplica que, aunque dirigida primariamente a los diarios parisinos Journal des Débats y Le Constitutionnel, fue recogida por diversos periódicos a principios de Septiembre. En ella desmiente estar complicado en ninguno de los eventos que estaban acaeciendo en Cataluña. Pero lo mejor será que terminemos reproduciendo directamente su testimonio, tomando el que apareció en las páginas del número de 5 de Septiembre de Le Constitutionnel. Decía así:
«Al Sr. Redactor de Le Constitutionnel.
Agen, 29 Agosto 1827.
Señor,
Acabo de leer en Le Constituionnel del 24 de este mes, en el artículo «Corresponsalía particular de Madrid», con fecha del 13 del mismo mes, hablando de los movimientos insurreccionales de Cataluña y del Gobierno que se dice establecido, bajo el nombre de Regencia, por los llamados carlistas, las frases siguientes: “Dos de los antiguos miembros de la antigua Regencia de Urgel forman parte de la nueva Regencia carlista”. Y unas líneas más abajo: “Se difunde el rumor aquí de que el Sr. Mataflorida, quien, desde hace mucho tiempo, se encuentra en Bayona, sin haber podido obtener del Gobierno la autorización de entrar en España, debe ir a ponerse a la cabeza de la nueva Regencia creada por los carlistas”.
También he visto, en el Journal des Débats del mismo día 24 de Agosto, y a tenor de su corresponsalía particular de Madrid del 13, hablando asimismo del Gobierno establecido en Cataluña, lo que sigue: “En el cual figuran varias personas que formaron parte de la antigua Regencia de Urgel, y la Policía parece tener algunas sospechas de que la Presidencia de ese Gobierno está reservada para el Marqués de Mataflorida”.
La grave ofensa que estas expresiones hacen a mi honor, y el temor de que algunas personas puedan ser inducidas a error con respecto a mi fidelidad a mi Rey, me fuerzan a desmentir de la manera más formal lo que hace al tema de estos rumores difundidos sobre mí por ignorancia o mala fe, y a señalar la falsedad de ciertos hechos que me conciernen.
En primer lugar, desde el mes de Febrero de este año, ya no estoy en Bayona, como se lo supone en el artículo en cuestión, sino que por el contrario he fijado mi estancia en la villa de Agen.
Es imposible que haya en el pretenso Gobierno de Cataluña algún miembro de la antigua Regencia de Urgel: ésta estaba compuesta solamente de tres individuos, dos de los cuales ya han muerto desde hace tiempo; pero yo fui el tercero, y jamás he tenido, no tengo, y jamás tendré relación alguna, correspondencia alguna ni nada en común con los enemigos de mi Rey, ni con quienquiera que desconozca los derechos y la autoridad de S. M., cualquiera que sea el pretexto.
Después de los servicios que no he cesado de prestarle con una fidelidad a toda prueba desde su advenimiento al Trono en 1808, bien podía dispensárseme de declarar, como lo hago al presente, que yo rechazo con todos mis deseos los movimientos insurreccionales de que se tratan; pero puesto que hay personas capaces de dudarlo, que ellas sepan que, en ninguna de mis operaciones, jamás me he apartado de la voluntad de S. M. C., ni de la de los Príncipes que han tomado interés por su suerte; lo que será siempre la regla de mi conducta, sin que ella pueda ser cambiada por el pretexto indicado en la susodicha corresponsalía de Madrid, de un resentimiento por no haber podido obtener la autorización de reentrar en España. Los sentimientos de mi honor están por encima de semejantes debilidades; nada puede hacer que el amor que tengo por mi Rey sea disminuido en lo más mínimo, ni que desconozca mis deberes. Los corresponsales habrían debido tomar informaciones más exactas en esto, para no dar lugar a creer que ellos mismos forman parte de aquellos que desearían encontrar pretextos, por poco que sean fundados, para calumniar.
Por lo que hace a las sospechas que se dice tener sobre mí la Policía de Madrid, si realmente existieran, lo cual no creo, porque no tienen ningún fundamento ni verosimilitud, ésta sería una acusación, y bien grave, contra ella misma; una Policía que llena sus deberes sabe hacer investigaciones sobre todo lo que interesa al Gobierno, y nada era más fácil de saber que, desde que la Regencia de Urgel hubo finalizado sus funciones, no me he mezclado más en ningún asunto político de España.
El Marqués de Mataflorida».
Félix M.ª Martín Antoniano
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