La Dolorosa, Generalísima de los ejércitos carlistas

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL R.P. Fray Domingo de S. José EL DÍA 2 DE AGOSTO DE 1835 EN LA LOCALIDAD NAVARRA DE ESTELLA

La Virgen Dolorosa ataviada con la insignia del Requeté (C. Bueno)

En esta fiesta de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María, LA ESPERANZA reproduce las palabras finales del Discurso sacro-político-militar que en la función solemne de la bendición del Estandarte Real intitulado la Virgen Santísima de los Dolores Generalísima del Ejército de Don Carlos V.° celebrada por mandado, y con asistencia de nuestro católico monarca en la parroquial de San Juan de la ciudad de Estella predicó el R.P. Fray Domingo de S. José, carmelita descalzo, lector de sagrada teología y capellán de la Guardia de Honor de S.M. el día 2 de agosto de 1835:

***

«Por una gracia singular del cielo habéis abrazado la causa de la Religión y de la justicia; vuestras armas se han hecho formidables á vuestros enemigos; no resta otra cosa sino el proseguir constantes y con nuevo entusiasmo en persecución de los impíos. A vuestro frente tenéis al más valiente de los Reyes, á vuestra cabeza lleváis á la Emperatriz de los Ángeles, en vuestros Escuadrones contáis con la protección del Cielo: ¿pues qué podéis temer de esas hordas impías que como ellos mismos blasfeman no cuentan sino con la debilidad de su brazo, y los esfuerzos impotentes del Infierno? Despreciad con generoso orgullo sus cobardes legiones, seguros de que como se explica la Sagrada Escritura diez de vosotros perseguirán gloriosamente á cien de ellos, ciento á mil, y mil acabaréis con diez mil de vuestros adversarios. Jamás os intimide, dice el Padre San Bernardo, el número de vuestros enemigos, porque el Señor, en quien confiamos, lo mismo puede dar la victoria á pocos que a muchos en número.

Animados de estos generosos y cristianos sentimientos acometeréis intrépidos á los enemigos, arrollareis completamente las legiones de la impiedad, colocaréis en el Trono al más justo de los Reyes, y librareis vuestra Patria de los horrores de la irreligión y de la anarquía. Así lo esperamos, Reina Soberana de los Cielos y de la tierra; siempre habéis sido Patrona singularísima de nuestra España; pero al presente como en tiempo de San Fernando os habéis puesto de Generalísima á la cabeza de nuestros Ejércitos. Sean pues las empresas de este verdadero hijo e imitador de San Fernando contra los impíos y anarquistas coronadas de triunfos, como lo fueron las de aquel héroe contra los sarracenos: mirad la grande confianza que nuestro piadoso Soberano tiene en vuestro celestial amparo: cumplid en toda su latitud sus cristianos deseos, acogiéndole con toda su Real familia bajo el manto de vuestra protección Soberana. Dirigid la vista sobre este vuestro valiente Ejército que arrostra por los mayores trabajos á fin de defender la Religión de vuestro Santísimo Hijo, y ya que os habéis puesto Generalísima á su cabeza secundad con vuestros celestiales auxilios sus heroicos esfuerzos. No olvidéis a estos intrépidos Lanceros de Navarra que se glorían de llevaros al frente de sus Escuadrones como segurísima Patrona: alcanzadles del Cielo un valor heroico en todas las batallas, de suerte que solo la vista de sus lanzas aterre á los enemigos, y sus más numerosas legiones caigan postradas á la presencia de ese Estandarte sagrado. Volved en fin, Madre de piedad y de misericordia, esos ojos benignísimos sobre nuestra desgraciada Patria, compadeceos de los horrores que están pasando por la Península, acordaos que la España es el patrimonio más precioso que tenéis en la Iglesia, interponed vuestro poderoso valimiento con el Altísimo, para no acabe de descargar sobre nosotros el último golpe de su justicia: alcanzadnos cuanto antes un triunfo completo sobre nuestros enemigos: colocad cuanto antes á nuestro augusto Soberano rodeado de sus tiernos hijos sobre el Trono de San Fernando para que desaparezca de una vez la impiedad y la anarquía de nuestra desgraciada Patria, y resplandezca en su mayor brillo la Religión, el orden y la justicia. Y vos piadosísimo Señor Sacramentado echad vuestra copiosa bendición sobre nuestro valiente Ejercito, para que en todos los encuentros salga coronado con los laureles de la victoria: y á todos concedednos los auxilios eficaces, para que triunfando de todos nuestros enemigos visibles é invisibles en este mundo, pasemos por la poderosa intercesión de vuestra Madre Santísima á gozar de vuestra divina presencia en compañía de nuestro idolatrado Monarca y su Real familia en las deliciosas mansiones de la Gloria.

Amén».

Fotografía del Estandarte proveniente del supuesto Museo Carlista de Estella.

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta