Los gobiernos en cualquier forma de estado moderno, en sus fundamentos han adoptado la idea de la repartición de poderes. Es interesante al revisar la historia, que lo que se enseña por todos los medios como un ideal supremo de participación, en la práctica solo fue ocupado en creación de muertes sistemáticas, genocidios, desplazamiento de poblaciones, destrucción de tradiciones, expropiación y robo a las poblaciones entre muchos crímenes más. La revolución y sus grupos se rolaron, sea de manera secreta por hermandades ocultas o de manera de pactos, la ocupación de la «razón de estado» para pasar sobre quien fuera necesario para sus propios fines. Constituciones con leyes fundamentales de convivencia o leyes fundamentales humanas, se imponían y los nuevos «poderes», legislativo, ejecutivo y judicial, en compadrazgo, solo acataban lo que cada idea nueva se disponía.
Es sorprendente que ahora los católicos, en el estado seglar o laico, inconscientes del pasado, se adhieren a esos intereses que nacieron para atentar contra la Iglesia Católica, la realidad divina, la comunidad y unidad católica, y , ósea, su propia alma.
No nos debe extrañar que la división de poderes se instale en los pueblos de manera violenta, pues al ser ideológico todo el cuerpo que lo sustenta, la misma violencia tiene la idea de enfrentamiento entre diferentes grupos que tienen su verdad, contra lo que es la Verdad. Esa involución de sentimentalismo y ocurrencias del tiempo son las que viven los pueblos acorralados por esos sistemas.
Las elecciones del 2 de junio arrastraron una campaña ligada de peleas entre instituciones, promesas a asociaciones, clientelismo, asistencialismo y sobre todo una directa injerencia por parte del presidente López Obrador. El triunfo para el partido MORENA en los poderes Ejecutivo, obteniendo mayoría en el Legislativo, cámara alta (senadores) y baja (diputados), también en los estados, sólo les faltó tener control del poder Judicial. Históricamente, el partido «único» que dominó desde la revolución (1920) los tres poderes, tras su decadencia y apertura al mundo, se crearon parches que controlaron vicios, que, aunque no desaparecieron, intentaban dar seguridad en términos de globalización. Es chistoso ver cómo la izquierda luchó por esas trabas, llamadas autonomías, que sólo creaban un alto gasto público.
Pero hay vicios sociales tan arraigados en las instituciones, que al intentar limitarlas, solo terminan buscando la forma de cómo perpetuarse y más cuando las figuras de caudillos se pretenden instaurar. El sexenio obradorista no fue otra cosa que imponer los deseos de su líder, teniendo altas y bajas, la lucha contra el poder judicial para imponer sus deseos, era la traba más grande que tenían. Intentaron colocando jueces fieles, pero optaron que la mejor forma era por una reforma. La batalla estaba declarada, sólo se tenía que ser paciente para obtener los resultados.
Con la mayoría, el regalo antes de despedirse el presidente y dar continuidad a su gobierno fue el de reformar el sistema judicial, pasando de un sistema autónomo por medio de exámenes y profesionalismo de carrera a un sistema de elección popular para todos los jueces.
Protestas, comentarios de «estudiosos», extranjeros y organismos internacionales, como los que estuvieran en contra por la apertura al narco o nula impartición de justicia o poner la justicia a favor de los partidos, quitando la imparcialidad; todo fue debatido por los comentarios del presidente y sus aliados, lo mismo que la heredera del poder ejecutivo, Claudia Sheinbaum. Las protestas de los trabajadores del poder judicial no se hicieron esperar y se inició un paro de labores, cosa que fue criticada. Los ministros también se dieron a escuchar, pero nada hizo cambiar la reforma; por otro lado, la llamada oposición, al principio aceptó la reforma con algunos pequeños cambios, pero no fueron escuchados, eso provocó también su rechazo total, pero siempre tratando de ser pactistas de una u otra forma.
Esto nos lleva a lo ocurrido el 3 de septiembre, en el mes «patrio», donde de manera rápida, con el nuevo congreso elegido, se apresuró a la provocación de la reforma judicial. No contaban con que las protestas habían bloqueado la entrada al inmueble; de manera improvisada, a las 5 pm, se llamó a sesión en un inmueble deportivo, donde las irregularidades no se hicieron a esperar. Parecía una fiesta de 15 años, por un lado las mesas de comida, por otro las sillas del evento. Se acusó de faltar condiciones, de diputados, de acreditación, de la forma en que se llevaba la discusión, un circo total. Con la mayoría, sólo era necesario firmar la aprobación de reforma para pasar a la cámara alta.
El día 10 se septiembre fue un caos histórico, las protestas que se encontraban en la cámara de diputados, ahora se colocaron en la cámara de senadores (que desde el 3 de septiembre se pidió resguardar con policías el lugar). Se necesitaba un voto para aprobar la reforma en el senado. Los legisladores comenzaron, las protestas se acaloraron y a las 4:19 pm, por una de las puertas rompieron las cadenas, logrando ingresar al recinto. Se dispersaron hasta que lograron entrar a los pasillos que dan hacia los palcos del senado, no se detuvieron y golpearon las puertas directas de la cámara, hasta que cancelaron la sesión y empezaron a salir los senadores de la reforma, mientras los “opositores” se quedaban, entraron los opositores al pleno del senado, protestando, gritando y exigiendo el diálogo. Los senadores se trasladaron a la sede alterna para continuar con la reforma; el voto que se necesitaba fue por la alianza de un personaje, que el mismo presidente odiaba a morir, Miguel Angel Yunes y su familia, acusados de tantas cosas y ser descrito como el ejemplo de «la mafia del poder»; desde el principio de la sesión en la sede del senado se noto que él sería el chapulín, apoyando la reforma a cambio de borrar su historial criminal, le era más conveniente el escudo que le daba el poder institucional del partido dominante que el que le dio el partido de derecha: el PAN.
Todo un circo de cínicos, chapulineo político e intereses de corrupción y poder político. Claudia ya había pedido que los senadores cuidaran las formas para no tener problemas, pero las órdenes estaban dictadas, el regalo se tenía que hacer y, a pesar de los debates, la acusación del secuestro de un senador opositor que ni llegaba ni contestaba (pero si lo hizo al presidente de la cámara del partido dominante), todo ello sirvió para hacer tiempo y cuidar las formas, la cosas ya estaban pactadas, sólo era pasar al teatro de los votos, para que a las 12:07 am del 11 de septiembre terminara con la aprobación de la reforma judicial.
Por la mañana en su «conferencia mañanera», el presidente al hablar de lo ocurrido y sobre su némesis contestó: «hay que buscar el equilibrio entre la eficacia y los principios», frase para la historia y que describe no sólo la política mexicana sino la que se sustenta en todo el mundo, un simple «el fin, justifica los medios» atribuido a Maquiavelo. No importa que se ocupe la extorsión, amenazas, pactos con criminales, o que los votantes «hayan elegido» a un representante, que después por interés personal se cambia al lado que mas les conviene, o usar la fuerza pública (privada al ser ocupada por el grupo dominante), incluso observando la naturaleza de la derecha conservadora: conservando la revolución, siendo pactista y afín al sistema. Esto solo es el reflejo del Estado moderno que fue descrito y nominado por el Dr. Miguel Ayuso: «Estado como sujeto inmoral».
Nadie pone en duda la corrupción del poder judicial, que en este país, tanto en las instituciones más bajas como en las más altas existe una corrupción e injusticia al momento de aplicarse la ley, pero es causa de los vicios de su fundación. Nada nuevo hay bajo el sol dice la Sagrada Escritura, siendo acertada la frase del Santo de la Gracia: «Sin la justicia, ¿Qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones?, ¿y qué son las bandas de ladrones sino pequeños reinos?». Cada grupo y personas tienen sus intereses, no vale la moral y los principios. ¿Qué podemos esperar de un sistema judicial que es promulgada por esa gente? ¿Qué justicia puede existir en un sistema que desliga a Dios de todo orden y verdad? ¿Qué esperas católico que salga de todo eso? ¿Es tu lucha, católico, defender un sistema que atenta contra todo el orden divino, el natural y sobre todo tu alma?
La Sagrada Escritura nos dice que: «Hace reinar al hipócrita por los pecados del pueblo» y comentado esto, Santo Tomas de Aquino, dice: «esto es evidente (…) por que los tiranos son instrumentos de la justicia divina para castigar los delitos de los hombres». Solo es el reflejo de los vicios sociales y es el castigo divino por nuestra causa. Católicos, hagamos penitencia por los pecados públicos y resistamos ante este tiempo de incertidumbre. Estudiemos y prediquemos un verdadero sistema de justicia, reconociendo que toda justicia viene de Dios, restaurando todas las cosas en Cristo.
Obed J. R. Huitron, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.
Deje el primer comentario