El décimo encuentro del Círculo Carlista de Bogotá ha dado inicio con el Santo Rosario, agradeciendo los favores recibidos y la bendición de nuestra Santísima Madre que con su intercesión ha protegido nuestros hogares y propósitos.
Hemos dedicado esta sesión a la continuación de la lectura y análisis del libro «Qué es el Carlismo», recordando el legado de Tomás de Zumalacárregui y Francisco Elías de Tejada, quienes emergieron como símbolo de la resistencia en la defensa tradicionalista y católica.
Zumalacárregui, general carlista y ferviente defensor de la causa legitimista, no solo comandó ejércitos, sino que encarnó el espíritu de una época en la que el conflicto no solo era militar sino ideológico. Conocido por su habilidad táctica y su firmeza en la defensa del carlismo, luchaba por un reino que representaba no solo un proyecto político, sino una visión del mundo arraigada en valores tradicionales. Enfrentado al liberalismo emergente, que prometía modernidad y progreso, pero a menudo se percibía como una amenaza para la moralidad cristiana, Zumalacárregui era más que un líder militar, era el baluarte de una tradición que se oponía a la desintegración cultural y espiritual de la sociedad española.
En paralelo a este conflicto, Francisco Elías de Tejada, un filósofo y tradicionalista que se convirtió en uno de los más agudos críticos del positivismo y el liberalismo, se alzaba como una voz influyente en la arena intelectual. Tejada, profundamente comprometido con la tradición católica y el carlismo, no solo refutaba las ideas progresistas de su tiempo, sino que también elevaba el nivel del debate político y filosófico. Su obra abordó la filosofía del derecho desde una perspectiva que integraba el compromiso católico con la tradición política, en un contexto europeo que también estaba siendo sacudido por el racionalismo y el positivismo.
En su visión, la primacía de la tradición garantizaba la estabilidad de la sociedad frente a las amenazas del liberalismo, que él consideraba como un riesgo para la moralidad cristiana y la cohesión social. Su pensamiento subrayaba la importancia de una vida espiritual coherente con los principios católicos, la necesidad de reconocer el Dogma como base de la existencia política y el valor de la tradición como un pilar inamovible en la estructura del poder y la ley. He aquí una de las nociones más importantes de esta crónica: «Nadie está obligado a ser carlista, pero quienes quieran serlo, deben llevar una vida espiritual y social conforme al Dogma Católico».
Tejada defendía con vehemencia el concepto de la tradición como la fuente continua de verdad y sabiduría, idea de la que nos apropiamos y en la que profundizamos en cada uno de nuestros encuentros, recordemos que la tradición no es un mero vestigio del pasado, sino el fundamento del orden político y social.
Nuestro lema, «Dios, Patria, Fueros y Rey» encapsula esta visión integral. En el carlismo, la ley sálica establecía que el rey debía ser un guerrero, un líder capaz de proteger y defender no solo la nación sino también los valores que sustentaban su orden. Los fueros representan la protección cultural y jurídica de los territorios, una forma de salvaguardar la identidad y los derechos históricos frente a las tendencias uniformadoras del liberalismo.
En el corazón de esta contienda no solo se libraba una batalla por el poder político, sino una guerra por el alma de la nación. En las trincheras de la Primera Guerra Carlista, la política se concebía como un oficio del alma, una extensión de la vida espiritual que buscaba asegurar la eternidad de los valores que se creían inherentes a la identidad nacional y cristiana de España.
Así, entre la bravura de Zumalacárregui y la erudición de Tejada, conmemoramos la Primera Guerra Carlista que se convirtió en el campo de batalla de una confrontación que iba más allá de las armas, en una lucha por la perpetuidad de una tradición que se oponía a los vientos del cambio. En esta crónica se entrelazan las historias de un general y un filósofo que, desde sus
respectivos frentes, defendieron una visión del mundo que hasta hoy nos inspiran a mantener viva la llama de una tradición en un tiempo de transformación radical.
Yancy León S, Círculo Carlista de Bogotá
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