El senequismo en la tradición filosófica hispánica

La popularidad de Séneca como «sinónimo de la sabiduría» no es meramente una cuestión erudita o elitista por parte de los intelectuales humanistas durante el siglo XIX y XX, sino que atiende a raíces más profundas del pensamiento español

"Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón que decretó la muerte de su maestro", de Manuel Domínguez Sánchez

El tema que queremos tratar en este artículo quizá podría parecer un problema erudito o propio de historiadores del pensamiento, pero encarna muchas cuestiones más profundas como son la originalidad de la filosofía hispánica y la posibilidad de revitalizarla en nuestra época. En estos momentos de crisis, en donde los vuelcos políticos y sociales arrastran, principalmente, a los más jóvenes hacia un abismo de incertidumbre y desasosiego, el encontrar un fundamento moral que, a manera de un eje diamantino, permita el asentarnos en la existencia y enfrentarnos con valentía a la vida, es una apuesta que resulta necesaria y pertinente para la altura de los tiempos en que vivimos. Muchos cristianos del siglo de Oro español encontraron dicha inspiración ética en la doctrina filosófica del estoicismo senequista.

La influencia del senequismo en el pensamiento español es algo reconocido desde el siglo XIX. Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), en su controversia contra Manuel Revilla (1846-1881), afirma que el senequismo es la primera escuela de pensamiento filosófico en la península ibérica: «Damos este nombre a la doctrina moral estoica tal como la modificó y formuló Séneca, doctrina que en toda la Edad Media y en los siglos XVI y XVII ejerce muy señalada influencia en España y fuera de ella»[1]. ¿En qué consiste este senequismo español? La cuestión así planteada es difícil de resolver, pero, de una forma sucinta, podría decirse que se trata de un tipo de estoicismo que ha tomado el pensamiento filosófico de Séneca (4 a.C.-65) como máxima referencia para la Hispania romana y cuyos módulos temáticos se focalizan principalmente en la resignación ante la muerte, en la brevedad del tiempo, en la milicia de la vida o en la sabiduría como cúspide de la existencia. El talante espiritual de esta doctrina es primordialmente moral (a diferencia del estoicismo clásico que también incluye la física y la lógica), referido sobre todo al carácter y temperamento de los filósofos españoles, pero que también ha influido en el estilo literario de la mayor parte de escritores y poetas castellanos. Cito de nuevo a Marcelino Menéndez Pelayo: «(…) sin considerar qué grande debió de ser el elemento español en Séneca, cuando a éste siguieron e imitaron con preferencia nuestros moralistas de todos tiempos, y cuando aún hoy es en España su nombre el más popular de los nombres de filósofos y una especie de sinónimo de la sabiduría»[2]. Es evidente que la influencia de Séneca ha calado hondo en el carácter del pensamiento hispánico, por lo cual queremos dedicar este artículo a señalar brevemente la importancia intemporal del filósofo cordobés como un «símbolo» de la sabiduría popular de España.

Además de Marcelino Meléndez Pelayo, otros intelectuales decimonónicos han retomado la impronta senequista con el fin de valorar filosóficamente la continuidad de su huella en el pensamiento hispánico. El filólogo e historiador Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) confirma esta filiación histórica de la filosofía española para con el senequismo de la siguiente manera: «Por eso el pensamiento filosófico español, en el curso de los siglos, se inspiró siempre en Séneca como en autor propio y predilecto. Mucho le debe, ciertamente, y a la vez también mucho debe Séneca, acendrador de estoicismo, al hecho de haber nacido en familia española»[3]. Aunque el estoico romano vivió en un tiempo en que España no existía aún, porque él creció en una familia procedente de la provincia romana de Hispania y desarrolló su actividad intelectual y política en la corte de la familia Julia, Séneca ha sido objeto reiterado de una reinterpretación por parte de los filósofos españoles de siglos posteriores.

Tal es el caso de Ángel Ganivet (1865-1898), quien fue un pensador insigne de la generación del 98 y quien igualmente escribe, en su Idearium español, que la constitución ideal de España es el estoicismo, «pero no el estoicismo brutal y heroico de Catón, ni el estoicismo sereno y majestuoso de Marco Aurelio, sino el estoicismo natural y humano de Séneca. Séneca no es un español, hijo de España por azar: es español por esencia»[4]. En efecto, Ganivet sería el pensador más sobresaliente que reconoce la importancia fundante del senequismo en el carácter ideal de España, porque comprende que cierta idea radical yace en el fondo del tipo de todos los españoles peninsulares y americanos. De este modo, parece ser que la doctrina de Séneca compone ese eje diamantino desde el que es posible articular cualquier pensamiento filosófico trazado por los escritores hispánicos.

La intuición de que en el trasfondo de cualquier filosofía española habita el senequismo es revitalizada, como una causa propia, por María Zambrano (1904-1991) durante el siglo XX. El gran problema vital que aborda esta filósofa es el de comprender el corazón de la identidad española y que ella reconoce en dos corrientes supremas: en el senequismo y en el misticismo. Zambrano afirma contundentemente que, en Séneca, tenemos al modelo del «sabio popular» en España. Ella dice:

«Hay varios indicios de que el pueblo español tiende hacia el estoicismo. El hecho cierto de que el nombre de Séneca sea la figura más popular de sabio, o tal vez la única; el que su nombre signifique en la cultura analfabeta de nuestro pueblo la sabiduría misma; y otra suerte de argumento todavía más concreto y real: un hombre. Lo que pudiéramos llamar el “pensador de pueblo”, el hombre empapado de sabiduría, “corazón maduro de sombra y de ciencia”, que ha sido la sal de la vida española[5]».

La popularidad de Séneca como «sinónimo de la sabiduría» no es meramente una cuestión erudita o elitista por parte de los intelectuales humanistas durante el siglo XIX y XX, sino que atiende a raíces más profundas del pensamiento español. El carácter senequista puede reconocerse evidentemente en la obra literaria y filosófica de escritores como fueron Jorge Manrique (1440-1479), Fray Luis de Granada (1504-1588), Andrés Fernández de Andrada (1575-1648), Francisco Sánchez de las Brozas (1523-1600), Pedro de Ribadeneira (1526-1611), Juan de Mariana (1536-1624), Diego Saavedra Fajardo (1584-1648), Francisco de Quevedo (1580-1645), Baltasar Gracián (1601-1658), y muchos más. La historia del senequismo español debe ser estudiada, por lo tanto, en sus adalides más prominentes, por lo cual en siguientes artículos esperamos desarrollar más detenidamente la influencia del senequismo castellano en algunos filósofos, poetas y pensadores del siglo de Oro español, como algunos de los ya mencionados.

Daniel Ocampo Frutos, Círculo Tradicionalista Enrique Gil Robles, Salamanca.

 

[1] Menéndez y Pelayo, Marcelino, La ciencia española I, ed. Enrique Sánchez Pérez, Consejo Superior de Investigaciones científicas, Santander, 1953, p. 163.  

[2] Ibid., p. 214.

[3] Menéndez Pidal, Ramón, Los españoles en la historia, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1959, pp. 17-18.

[4] Citado en Espina, Antonio, Ganivet. El hombre y la obra, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1942, p. 36.

[5] Zambrano, María, Pensamiento y poesía en la vida española, Endymion, Madrid, 1987, p. 62.

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