La traca final

a la economía se le ha acabado la pólvora

Las últimas semanas han salpicado la prensa económica de datos más que preocupantes sobre la economía global. Como ejemplos, valgan la crisis de la industria automovilística alemana, debida al anunciado fracaso de las multimillonarias inversiones en el coche eléctrico, los pésimos datos de confianza empresarial en dicho país, las drásticas reducciones de personal de las grandes tecnológicas, y el estancamiento de la economía china, que ha necesitado de un paquete de estímulos para una economía cuyo sector inmobiliario ha amenazado quiebra en más de una ocasión en el pasado reciente.

La otra cara de la moneda la han protagonizado sido los mercados financieros de renta variable. El Eurostoxx 50 se acerca a sus máximos anuales, el IBEX 35 español a los máximos desde 2015, y el NASDAQ-100 americano a sus máximos históricos. Todo ello mientras el hundimiento del precio del petróleo y de la inflación dan por seguras importantes bajadas de tipos de interés en Europa y Estados Unidos en los próximos meses. Lo último en los mercados financieros fue celebrar con subidas el plan de estímulo en China, que viene a ser algo así como celebrar que la gangrena se ha extendido desde el pie hasta la rodilla.

Los aforismos bursátiles hay que interpretarlos con la adecuada cautela, pero es cierto que, en estos tiempos, se pueden identificar algunos con bastante claridad. Por ejemplo, cuando los datos económicos, como es  el caso, auguran recesión, pero los mercados bursátiles entran en euforia, estamos en la antesala de lo que llaman un «crash» bursátil. Del que hubo un amago el pasado mes de agosto, y que todo apunta a que fue provocado a modo de experimento, aprovechando los bajos volúmenes de negociación del periodo estival, que facilitan la manipulación de las cotizaciones.

Lo recién dicho equivale a decir que a la economía se le ha acabado la pólvora, y la bajada de tipos de interés es la traca final de una bacanal que se prolonga ya desde 2020, con el mercado literalmente inundado de billetes fabricados a discreción por las autoridades bancarias.

Mientras los mercados sigan celebrando como un éxito que se inunde de dinero la economía (por la razón de que gran parte de ese dinero va a parar a inversiones financieras que engrasan la maquinaria de los «brokers»), a la par que se hunde el poder adquisitivo de los ciudadanos por el raquitismo crónico de las remuneraciones y el hostigamiento impositivo, seguiremos viendo razones para defender la profunda inmoralidad de un sistema, caracterizado por la tan cacareada «libertad de circulación de capitales, personas y mercancías» en el que las finanzas han devorado a la economía, y por tanto, los poderosos a los débiles.

Gonzalo J. Cabrera, Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia)

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