La gente vive en la micro, el gobierno en la macro

Mientras esperamos llegar al final feliz de «la Cenicienta», nos toca vivir con la madrastra

Javier Milei/Infobae

Que la Argentina viene de una larga crisis que presenta múltiples horizontes, no se desconoce. Que el gobierno libertario asumido hace menos de un año postula tener la solución a esa crisis, son palabras que se han repetido y aplaudido hasta en foros internacionales. Pero, ¿cuál es el remedio que propuso y puesto en práctica el equipo Milei?

«El gobierno vive en la macro», es decir: el nivel macro de la economía. Que es lo mismo que decir: en los grandes números, las elevadas políticas económicas, el plano superior de las finanzas. No vamos a debatir qué sea eso de las finanzas, diremos nada más que es el modo de hacerse de recursos valiéndose de la usura y del robo legales, que no son más que la desnaturalización de la moneda y las exacciones fiscales impúdicas.

En este orden, el gobierno libertario persigue bajar la endémica inflación sin recurrir a la emisión monetaria. Bien: una sensata política de restricción que, en estas pampas, se llama «ajuste». Pero estos libertarios apuestan a que haya inversión -extranjera, por supuesto-, de modo que la otra cara del ajuste es la desregulación estatal de la economía. El razonamiento de ellos corre así: si no hay déficit fiscal (no emisión y no más gastos innecesarios o improductivos) y si no hay trabas a la producción, se alcanzará un superávit fiscal que atraerá la inversión deseada y ésta generará nuevos empleos, habrá más oportunidades de trabajo, la gente tendrá su salario, y todos contentos.

Sin embargo, mientras esperamos llegar al final feliz de «la Cenicienta», nos toca vivir con la madrastra. La «madrastra» es la micro, la economía diaria, la subsistencia cotidiana, la rutinaria pesadilla de lo habitual.

Porque «la gente vive en la micro», no en la macro, esto es: en los números pequeñísimos de los ingresos mensuales (en el mejor de los casos), las miserables cuentas del almacén y el supermercado, el plano de precios tan empinados como aquellas finanzas de las que se fía el gobierno libertario; y la rampa descendente de los magros salarios.

La micro se parece a la madrastra de la Cenicienta porque, cretina, malvada, es una bruja que hace imposible (o casi) la existencia diaria. Veamos con algún detalle las malas artes de esta madrastra.

Aunque el gobierno ha reducido sensiblemente la inflación, el nivel de precios se ha elevado más del 100% desde que asumió la pandilla libertaria. Ésta le permitió a industriales, productores, prestadores de servicios y comerciantes hacer un «colchón» de precios, a fuerza de especulación y otros maquillajes, que hacen explotar el bolsillo de los indefensos compradores. Se quejan por todos lados que ha caído el consumo, ¡cómo no va a caer si no hay dinero suficiente para tan siquiera lo elemental!

Además, la pandilla libertaria que capitanea el «economista» Milei ha subido brutalmente los impuestos; ha avalado la suba de las tasas de los servicios; tolerado que los municipios impongan tasas claramente confiscatorias; mantenido impuestos y conservado el «cepo» al dólar que, definitivamente, atentan contra la inversión extranjera. Así ha alcanzado, por vez primera en muchos años, un superávit en los recursos del fisco a costa de un empobrecimiento creciente de «la población». Estos liberales que dicen que la inflación tiene raíz monetaria en la práctica están enseñándonos que también tiene una causa psicológica, otra usuraria, además de la especuladora.

Rozamos la pobreza. La rozamos en la frase anterior, porque en el decurso cotidiano no la rozamos: nos chocamos con ella. Los buenos libertarios están domeñando la inflación, un gol para ellos. Pero los malos libertarios han aumentado la pobreza y la indigencia hasta un pico histórico, un gol en contra de su meta.

En el primer semestre de 2024, desde que gobierna el clan Milei, la pobreza subió 12,8% en relación al igual período del año pasado. Hemos tocado el cielo del 52,9%. Además, la indigencia casi se ha duplicado en un año: de 9,3% en 2023 se elevó al 18,1% este año. Los bandoleros libertarios han conseguido que su receta haga que más de 25 millones de personas vivan en la pobreza; y de éstas, 8 y medio millones en la indigencia. Es decir: prácticamente la mitad de los argentinos («la población») es pobre, no tiene los medios económicos para adquirir los bienes de una canasta básica de bienes y servicios.

En este clima antinflacionario y superavitario, el trabajo se ha deprimido. En el último año, el trabajo en negro o informal creció mucho más que el registrado o formal. Es cierto, hay más de medio millón de nuevos empleos privados, pero no son en blanco.

Los voy a molestar con otros números. El mundo del empleo en Argentina está prácticamente dividido en dos partes iguales: formal e informal. El nivel de informalidad del sector asalariado privado es superior al 52%, lo que se traduce algo así como 10 millones de empleados que trabajan en negro o son «monotributistas» (categoría impositiva para los cuentapropistas), es decir: no aportan para su jubilación, no tienen descuentos por obra social ni tienen protección legal ante posibles despidos. Además, hay que tener presente que a igual trabajo, el informal gana la mitad de lo que percibe el empleo formal.

No los aburro más. Este es el milagro libertario que de milagro nada tiene y de libertario el desastre. No soy economista. Los años han hecho que vayan debilitándose mis cinco sentidos. Pero tengo la impresión de que no he perdido el sentido común.

 

Juan Fernando Segovia

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