La extraña recomendación de la obra de Marcelo Gullo, «Nada por lo que pedir perdón», con que el presidente del Partido Popular español, Alberto Núñez Feijoo, ha respondido a la recién nombrada presidente de los «Estados Unidos Mexicanos», Claudia Sheinbaum, ha despertado algunas reacciones en el seno de la derecha liberal española dignas de comentario. Entre ellas destaca la diatriba contra el catedrático argentino que Javier Rubio Donzé, un arquitecto metido a «divulgador histórico», ha publicado en las páginas de The Objective y que ha sido inmediatamente propagada en redes sociales, entre otros, por nuestro querido amigo Contreras. Dejando al margen lo contradictorio que resulta para Feijoo su propia recomendación, menos contradictoria es la crítica a Gullo del exdiputado de VOX por Sevilla: en su trinchera ideológica, aunque de vez en cuando se enarbole la bandera de la Hispanidad para tentación de electores incautos, se repudia todo lo que ella representa de verdad. Pero vayamos por partes.
La diatriba de Donzé no merece especial atención como tal porque no dice gran cosa. Es dudoso que su autor haya leído la obra de Gullo, aunque sospeche él mismo que Feijoo tampoco lo ha hecho. A un conjunto de lugares comunes superficialmente comentados (que el lector podrá encontrar más rigurosa y documentadamente relacionados en la obra del catedrático), sigue una colección de sufijos que adornan sustantivos y epítetos («leyendarrosista», «ultranacionalista», «anticapitalista», «indigenismo hispano», «identitarismo español»…) sin desarrollo alguno ni relación con la obra que se pretende criticar. La diatriba concluye gratuitamente que la obra de Gullo propaga otra leyenda negra de signo contrario, es decir, contra «lo anglo». Rubio Donzé pretende situarse así en una posición intermedia: ni tanto, ni tan calvo.
Quizás lo más hilarante sea que el «divulgador» en cuestión acuse a Gullo de ignorar «las complejidades de la historia» al mismo tiempo que niega una proyección política de la historia y una responsabilidad colectiva sobre ella, reduciéndola a poco más que un objeto de museo cuya única función es ser contemplado tras una vitrina. Muy típico de la clase de divulgadores asépticos que proliferan en la actualidad. No es el caso de Gullo, cuya obra, por más que presente algunos aspectos discutibles o matizables (una reseña en que se relacionan algunos de esos aspectos en una de sus obras puede leerse en la revista Verbo), es en conjunto meritoria y tiene el valor de subrayar dicha proyección política.
Como digo, la diatriba en cuestión no merece como tal más comentario. Sí merece ser comentado el hecho de que responda a una pulsión muy habitual entre liberales conservadores cuando se trata de criticar la Leyenda Negra y defender la Hispanidad. Es lo que yo llamo el «pero» del «pero», o lo que el maestro Alberto Ruiz de Galarreta llamaba «truco del “anti-anti”», ese que «consiste en que cuando (por lo que sea) no se desea exaltar públicamente una idea o conducta que secretamente se ama, se maniobra contra los que la atacan, porque el debilitamiento de estos equivale a un apoyo a la cuestión inicial y básica. La suma de dos negaciones equivale a una afirmación». Un anti-antisemita, por ejemplo, puede dar cobertura perfecta al sionismo en ambientes refractarios. Un «pero» a otro «pero» puede neutralizar oportunamente una crítica incómoda sin salir de la ortodoxia que el primer «pero» defiende.
En el caso que nos ocupa, personas como Donzé o Contreras están secretamente agradecidas con la Leyenda Negra y sus fautores. Sus continuas referencias a la llamada «civilización occidental» (esa que, en genial síntesis de Juan Manuel de Prada, «nunca fue auténtica civilización, sino parasitismo de apóstatas sobre las ruinas de la extinta civilización cristiana») son significativas. Quieren evitar a toda costa que la crítica a la Leyenda Negra y la correlativa defensa de la Hispanidad lleven coherentemente a cuestionar el fundamento político (y, siempre de fondo, también religioso) del orden establecido inspirado por aquélla; orden que ellos identifican con dicha civilización occidental. Son los «anti-anti» al servicio de la Leyenda Negra.
Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella
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