De nuevas con la patria de origen de Cristóbal Colón

seguimos pensando que sería más sencillo si las pesquisas se orientaran simplemente a tratar de comprobar la autenticidad de aquel consabido manuscrito de cuya existencia empezó a ser informado y a tener conocimiento el Sr. Rubio Borràs allá por noviembre de 1929

Los pocos fragmentos óseos que se han conservado de Cristóbal Colón, contenidos en una urna que se custodia en la Catedral de Sevilla.

El pasado sábado, con ocasión del llamado «Día de la Hispanidad» o «Fiesta Nacional», el canal 1 de Televisión «Española» emitió un documental en el que se presentaban, como fruto de las pruebas genéticas realizadas sobre distintos restos óseos, las conclusiones a las que, en torno a diferentes hipótesis –alternativas a la tesis tradicional genovesa– que se barajaban tocante al lugar de nacimiento de Cristóbal Colón, había llegado un equipo de investigadores de la «Universidad de Granada» liderado por su Catedrático de Medicina Legal y Forense, el Dr. José Antonio Lorente.

En relación a este tema, en su día dedicamos brevemente nuestra atención a un curioso documento que podría arrojar bastante luz sobre el interrogante colombino, siempre y cuando fuese debidamente autentificado. Hasta ahora sólo contamos con el sucinto análisis paleográfico que de él ejecutó el antiguo Director de la Biblioteca Universitaria de Barcelona, Manuel Rubio Borràs, quien abogaba por su autenticidad. Sería de utilidad intentar verificar su actual localización –si es que todavía existe– y efectuar sobre él algunas de las técnicas modernas de datación para confirmar si realmente es un manuscrito de finales del siglo XV o por el contrario una falsificación (buena, desde luego, si consiguió engañar al Sr. Rubio Borràs) de finales de los años veinte del pasado siglo. Es verdad que es un poco casualidad que apareciera un manuscrito de este tipo muy poco después de que el estudioso historiador peruano Luis Ulloa publicase en 1927 y 1928, en una editorial parisina, diversas obras en las que públicamente se hacía constar por primera vez, en la historiografía científica, datos que apuntaban a un posible origen catalán (o del área lingüística catalana, tomada en sentido amplio) de un «Juan Colom» que se identificaría con nuestro Cristóbal Colón. No obstante, por otro lado, tampoco creemos que se haya de rechazar el manuscrito de la forma tan tajante en que lo hace, por ejemplo, el conocido historiador Claudio Sánchez Albornoz en las páginas 702-704 del Tomo 2 de su libro España. Un enigma histórico (1962).

Este manuscrito no era desconocido de al menos uno de los historiadores cuyas hipótesis eran objeto de consideración en el susodicho programa televisivo. Nos referimos al Sr. Gabriel Verd Martorell, Presidente de una «Asociación Cultural de Cristóbal Colón», quien no duda de su autenticidad, y del cual se sirve como un apoyo más en pro de la teoría mallorquina del nacimiento de Colón. Incomprensiblemente, este historiador mezclaba con esta hipótesis plausible la peregrina idea de haber sido el Almirante hijo del Príncipe de Viana (consecuencia de su estancia en la isla de Mallorca entre agosto de 1459 y marzo 1460), cuando el más elemental examen de la cronología del Descubridor habría descartado por completo esa filiación, ya que implicaría un nacimiento tempranísimo de Colón en 1460, que no casa en absoluto con la edad aproximada de 60-70 años –tal como se desprende de varios testimonios fehacientes– con la que falleció el ilustre Navegante en 1506.

En todo caso, el Dr. José Antonio Lorente, en virtud de las múltiples pruebas genéticas realizadas, afirmaba en la emisión televisiva haber llegado a la conclusión de que Cristóbal Colón era de ascendencia sefardita y originario de la zona del Mediterráneo occidental. Esto, en principio, no descartaría entonces el origen genovés de Colón; sin embargo, un tanto sorprendentemente, el Dr. Lorente acaba circunscribiendo el lugar de nacimiento del Almirante solamente a la franja costera catalano-levantina y a las islas Baleares, descartando el resto del Mediterráneo occidental con argumentos puramente histórico-filológicos, ajenos al estricto terreno de la indagación genética. Si la finalidad buscada era descartar el origen italiano, hubiera sido suficiente con aducir desde el principio esas razones de índole extra-genética y habernos ahorrado tanta exhumación de esqueletos. Por lo demás, la tesis de la ascendencia judía la puso sobre el tapete por primera vez Salvador de Madariaga con su ensayo Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón (1940), en el cual precisamente sostenía la hipótesis de haber provenido el Descubridor de una familia sefardita catalana (u oriunda de la Corona aragonesa, en general) que se habría instalado en Génova desde finales del siglo XIV.

¿Realmente se pueden alcanzar con certeza conclusiones como las mencionadas con la clase de pruebas científicas que se han practicado? ¿Qué grado de fiabilidad pueden tener los resultados obtenidos? En unas declaraciones recientes, el documental ha sido valorado con grandes reservas por el Dr. Miguel Botella, Director del Laboratorio de Antropología del mismo centro académico sito en Granada. Su opinión es relevante –aparte de su docta autoridad– por haber formado parte del equipo de investigación durante los primeros años, hasta la publicación de su Informe en febrero de 2005 relativo a su especialidad o campo de exploración particular dentro del proyecto. Y es que en ese Informe se llegaba, por ejemplo, a la conclusión de que los restos de Cristóbal y Diego Colón eran de dos hermanos, mientras que ahora en el programa de televisión se nos dice que las pruebas dictaminan que son, como mucho, parientes de sexto grado colateral o primos segundos.

En fin, habrá que esperar a la anunciada publicación de los nuevos Informes detallando los experimentos desarrollados para que los expertos puedan juzgar de la seriedad del trabajo llevado a cabo. Aunque seguimos pensando que sería más sencillo si las pesquisas se orientaran simplemente a tratar de comprobar la autenticidad de aquel consabido manuscrito de cuya existencia empezó a ser informado y a tener conocimiento el Sr. Rubio Borràs allá por noviembre de 1929.

Félix M.ª Martín Antoniano 

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