
Fue el 15 de julio de 1920 cuando el recién nombrado Patriarca Latino de Jerusalén, el italiano Luigi Barlassina, hizo su entrada solemne en la basílica del Santo Sepulcro y puso a Palestina bajo el patrocinio de la Madre de Dios, la verdadera gobernante de esa tierra que empezaba a desgarrarse por las crecientes tensiones que la expansión de las colonias judías propició entre éstas y los árabes.

A partir de entonces, el Patriarca emprendió la tarea de erigir un santuario donde la Virgen María pudiera ser venerada por los fieles de la diócesis de Tierra Santa bajo el título de «Reina de Palestina» (título reconocido oficialmente en 1933 por la Congregación de Ritos bajo el pontificado de Pío XI). El enclave escogido fue Deir Rafat, situado entre Tel Aviv y Jerusalén, en la actual Palestina ocupada, una región donde las Sagradas Escrituras describen algunas de las hazañas de Sansón, el último juez del antiguo Israel (Jueces, 13-16).
El diseño y construcción del santuario comenzó en 1925 y corrió a cargo del arquitecto y monje benedictino Maurizio Gisler (1855-1940). Las obras concluyeron dos años después y el santuario mariano fue inaugurado en 1927 por el propio Patriarca Barlassina. El complejo monástico se caracteriza por la imagen de la Virgen presidiendo su frontispicio sobre la inscripción «Reginae Palaestinae» y por un interior decorado por un artista palestino que, a petición del Patriarca, pintó el famoso saludo del Arcángel Gabriel a la Virgen de Nazaret —«Ave María»— en 280 idiomas diferentes. Desde entonces, cada 25 de octubre los cristianos palestinos peregrinan a Deir Rafat y celebran con gran devoción la festividad de Nuestra Señora Reina de Palestina.
Un Patriarca para la Madre de Dios y la conversión de Palestina
La vida, obra y apostolado en Tierra Santa de Luigi Barlassina bien merece una breve mención especial: nacido el 30 de abril de 1872 en Turín, y muy pronto huérfano de padre, fue Barlassina un precoz devoto de la Virgen María gracias a su madre. Recién ordenado sacerdote, hizo solemne promesa de «celebrar todas las misas de su vida, en absoluta gratuidad, por las intenciones de la Santísima Virgen», lo que efectivamente cumplió. En 1927 fundó también, entre otras instituciones, la congregación de Les Ancelles de Notre-Dame de Palestina, que en 1936 se fusionó con la congregación de Notre-Dame de Sion. Compuesta por Hermanas de diferentes orígenes, su objetivo era sentar las bases para la conversión de los no cristianos, especialmente los judíos de Palestina.

El Patriarca Barlassina murió de angina de pecho a la edad de 75 años, un 27 de septiembre de 1947, después de una intensa vida dedicada a la Madre de Dios y a la conversión de Palestina. Unos meses antes, por tanto, de que la ONU violara su propia carta fundacional y aprobara el plan de partición de Palestina y la creación de un estado judío, dando comienzo a la primera guerra judeo-árabe. La muerte le llegó, pues, en un momento providencial, pues Barlassina siempre se había mostrado contrario a las aspiraciones del sionismo sobre Palestina. Tampoco pudo ver la evolución de las Hermanas de Notre-Dame de Sion, que tras el Concilio Vaticano II fueron perdiendo de vista su objetivo fundacional para convertirse en una institución dedicada al diálogo y las relaciones judeo-cristianas.
«Nosotros te suplicamos que mires sobre Palestina, que más que cualquier otra región te pertenece, imperio que tú agraciaste con tu nacimiento, con tus virtudes, con tus dolores. (…) Vela, pues, con especial protección a tu Patria Terrenal, disipa de ella las tinieblas del error porque allí brilló el Sol de la Justicia eterna» (oración que el Patriarca Barlassina compuso a María, Reina de Palestina).
Agencia FARO
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