
No es la primera vez que el tema de El Yunque sale a la palestra. Tampoco en estas páginas. Pero un reciente artículo del digital de Pablo Iglesias, Diario Red, ha puesto de nuevo el asunto en el candelero y ha servido de ocasión para que esta cabecera respondiera con un editorial. Entre otras acusaciones, el autor, Román Cuesta, insiste en vincular a la Ciudad Católica con el origen de la secta en España e implicar también en el trasiego a la Comunión Tradicionalista. El artículo pretende ser un reportaje de investigación, pero ignora las fuentes de información más elementales: los testimonios de los implicados; entre ellos, el del profesor Miguel Ayuso, a quien se cita en varias ocasiones. Nosotros queremos remediar tan flagrante omisión en las líneas que siguen. Quizá el periodista de Diario Red pueda afinar el tiro en adelante.
El Yunque existe, en efecto, y no podemos menospreciar su influencia, pero antes de presentar algunos testimonios que clarifican la relación de la secta con la Ciudad Católica, comoquiera que el demonio es experto en liar la madeja para que paguen siempre justos por pecadores, conviene aclarar en qué sentido el Yunque es un peligro para los católicos y en qué sentido no lo es. Porque también en esto la izquierda y la derecha se hacen un lío.
Es muy fácil advertir intenciones políticas en la denuncia de El Yunque desde ciertas tribunas. Entre el periodismo farlopero (De Prada dixit), de adscripción mayoritariamente liberal, la intención es evidente: si Federico Jiménez Losantos denuncia la «secta católica» de El Yunque, suele ser por lo que tiene de «católica» (aunque vagamente) más que por lo que tiene de «secta». En esto coincide plenamente con la izquierda del espectro político y mediático, en la presente ocasión representada por Diario Red. En realidad están en el mismo bando (el liberal, se entiende), cuya acusación es sistemáticamente la misma: mezclar política y religión.
Pero mezclar política y religión, lo sabemos bien en esta nuestra tribuna, no está mal; al contrario, ya lo decía Donoso Cortés: detrás de toda cuestión política se esconde una cuestión teológica. El problema fundamental de El Yunque es de otra índole y tiene que ver con la efectividad de los medios ilícitos para alcanzar fines lícitos (aunque en este caso ni siquiera se puede asegurar que la secta persiga esos fines, pues su ejecutoria apunta más bien a una estrategia posibilista y malminorista de infiltración de los partidos liberales conservadores como el PP o VOX).
En su ensayo sobre el «Deber y condiciones de eficacia», Jean Ousset, el gran maestro de la Cité Catholique francesa, germen de la Ciudad Católica española, dedica precisamente un capítulo a las organizaciones secretas como métodos o instrumentos contrarrevolucionarios. En dicho capítulo, Ousset, en línea con la doctrina de la Iglesia, denuncia los peligros de estos métodos: «¿No procede así la Masonería cubriéndose bajo el secreto? De ahí el reflejo, bastante frecuente, de pensar en la creación de alguna «francmasonería blanca» o fórmula análoga. […] No hace falta esforzarse mucho para comprender, por otra parte, hasta dónde el espíritu de este género de organización es inconciliable con las exigencias ordinarias de la moral natural y cristiana. El secreto, que sirve de ley al sistema, no puede dejar de conceder una especie de primacía a un especial gusto por la intriga, la doblez y el engaño. O, al menos, al disimulo. La restricción de conciencia sistemática, la habilidad artificiosa del lenguaje, llegan a ser en ellas como un deber de estado. Siempre se está bajo la tentación próxima de recurrir a procedimientos o contactos cuya calidad adolece de ser tanto menos probada cuanto más se la sabe velar por el secreto, al que el propio estilo de esta acción predispone. Se vuelve uno poco mirado en cuanto a los medios. La conciencia tiende a embotarse. Basta el sentido común para sugerir que si los «hijos de la luz», so pretexto de actuar más eficazmente, buscan los caminos subterráneos y secretos, se encontrarán fatalmente, algún día, totalmente al lado de los hijos de las tinieblas, con el peligro de ser extraviados por ellos en un laberinto cuyos secretos conocen mucho mejor que nosotros».
Nosotros debemos, además, aportar un motivo adicional para condenar esta clase de estrategias, motivo que precisamente evidencian estas polémicas sobre El Yunque: la confusión por asociación de los medios perversos y los fines legítimos (y de nuevo es obligado advertir que ni siquiera en este caso se puede hablar de tales fines legítimos), lo que sirve al enemigo para denostar éstos so pretexto de aquéllos. Eso es exactamente lo que está ocurriendo con El Yunque, por cuya culpa los católicos estamos en una situación comprometida: denunciar la secta sin estas debidas precisiones puede favorecer la crítica liberal que en el fondo se dirige al catolicismo; no hacerlo, en cambio, puede favorecer a El Yunque, lo que retroalimentaría el problema. Un círculo vicioso del que los católicos debemos salir denunciando la influencia de esta secta con las debidas cautelas.
Pero pasemos a los testimonios a que me refería unos renglones más arriba. El lector me permitirá extractarlos enteros, pues son sumamente interesantes toda vez que dan cuenta de las estrategias de El Yunque para infiltrarse en la Ciudad Católica española. Los testimonios los extraigo de la obra «El derecho público cristiano en España (1961-2021). Sesenta años de la Ciudad Católica y la Revista Verbo» (Dykinson, S. L., 2022) del profesor Miguel Ayuso, a la sazón director de Verbo, órgano de expresión de la Ciudad Católica.
«Una última anotación sobre Federico Müggenburg Rodríguez-Vigil. Arquitecto mejicano, amplió estudios en la Universidad Complutense de Madrid, enlazando con el grupo de la Ciudad Católica [en los setenta]. […] Era uno de los dirigentes máximos de El Yunque, cosa que naturalmente nosotros no sabíamos entonces, ni teníamos modo de saber. Recuerdo haber hablado del tema con Alberto Galarreta, precisamente, cuando empezó a barruntarse la acción de esa sociedad secreta, que en España saltaría a los titulares de los periódicos entrado el siglo XXI. Antes ya he dicho algo. Hay quien tiende a quitarle importancia, pero ciertamente no era simpático descubrir que algunos de nuestros amigos tenían obediencias de las que los demás no estábamos informados, de manera que éramos objeto de alguna manipulación. Federico Müggenburg viajaba con frecuencia a Madrid, normalmente de paso hacia Roma, donde se movía divinamente por los vericuetos eclesiásticos. […] Tampoco colaboró con frecuencia en Verbo, donde publicó el obituario de su amigo (y compañero en la dirección de El Yunque) Ramón Plata Moreno, y los discursos de clausura de las reuniones de 1985 y 1991. Fue durante 25 años director del Centro de Estudios Sociales del Consejo Coordinador Empresarial (1977-2002), así como asesor de Coparmex —organización patronal mejicana— y director del Módulo Cultural Hispanoamericano. Cuando en 1999 me llegó una invitación de la Universidad Autónoma de Guadalajera, de los Tecos, organización rival de El Yunque, pero menos cohesionada, coincidió que Müggenburg estaba en Madrid. […] Le pregunté abiertamente a Federico Müggenburg en presencia de Juan Vallet, Paco Pepe Fernández de la Cigoña y Estanislao Cantero qué le parecía. No mostró entusiasmo, ciertamente, pero no me dijo que le disgustara ni que no aceptara la invitación. Viajé a Guadalajara e inicié una fructífera colaboración con la Universidad y con Juan José Leaño especialmente. Un día, algunos años después, me espeta Juan Vallet que encontraba raro el silencio de Federico y que si no tendría que ver mi nueva relación con Guadalajara. […] Le aseguré, con todo, que en mi siguiente viaje novohispano pasaría por la Ciudad de Méjico para visitarle. Así lo hice, nos vimos y me reprochó que colaborara con la Autónoma. Le respondí amistosa pero claramente. Y se restableció la comunicación. De lo que nunca le hablé, ni él a mí, es de El Yunque, del que a esas alturas ya estábamos al cabo de la calle. Porque ahí los reproches los hubiera hecho yo».
En otro pasaje comenta el autor: «Vemos también el nombre de Javier Urcelay, biólogo, profesor de Enseñanza Media, que en un momento de su vida profesional dio el salto a la industria farmacéutica donde completó una carrera brillante. A partir de este año arrastró en las ediciones sucesivas a un grupo de jóvenes que parecía giraban en su torno, encuadrados en asociaciones de nombres cambiantes (Agrupación Cívica de Estudiantes Católicos, Corporación Universitaria, Equipo 92…), pero que con el paso del tiempo se supo eran tapaderas de la organización secreta de origen mejicano El Yunque. Está claro que en la Ciudad Católica no lo sabían, no lo sabíamos, así como que la operación tuvo indudables visos de infiltración. Sin éxito [Nota a pie de página del mismo autor: El tema de El Yunque saltó a la prensa hacia 2010 y ha dado lugar a encendidos debates. Aquí no me interesa sino dejar constancia de lo que viví. Un libro donde se involucra a la Ciudad Católica como parte del Yunque carece de fundamento. Hubiera bastado acribia en la investigación para aclarar que hubo personas de la organización en el entorno de la Ciudad Católica, que querían instrumentalizar, pero que sus dirigentes desconocían incluso la existencia de tal organización. En todo caso, como he dicho, la operación cosechó un fracaso total. El libro, poco serio, al que aludo es el de Santiago Mata, El Yunque en España. La sociedad secreta que divide a los católicos, Madrid, Amanecer, 2015. Las menciones que hace de quien escribe estas notas son simplemente delirantes]. Entre estos nombres, que durante un decenio se hicieron presentes en las reuniones anuales, se hallan los de su hermano Jaime, Vicente Fernández Burgueño, Javier y Macarena Bocanegra, Gabriel Echegoyen, Begoña García-Conde… También, por otro lado, Juan Carlos García de Polavieja o los mejicanos Enrique Mendoza y Miguel Ángel López Zavaleta».
Finalmente, el profesor Ayuso apunta una reveladora anécdota de la que en su momento se hicieron eco estas mismas páginas: «Queda, para terminar, López Zavaleta, mejicano, hombre de El Yunque. A estas alturas, quien escribe había llegado a detectar, aunque no infaliblemente, a los miembros de la organización secreta, de manera que fue fácil estar atento a sus maniobras. Aunque para entonces había fracasado la que, con demasiadas prisas y poca prudencia, lanzó Javier Urcelay, derrotada por Estanislao Cantero, Andrés Gambra y quien escribe estos recuerdos. En la revista Iglesia-Mundo, con la que ambos teníamos relación, tuvo éxito en cambio, logrando tomar el control… para llevar la revista a la tumba. En Verbo, aunque era más difícil, hubiera podido ocurrir algo parecido».
En lo que respecta a la Comunión Tradicionalista de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, comoquiera que su nombre viene siendo implicado en la polémica, baste ahora dejar claro que nada tiene que ver con la «Comunión Tradicionalista Carlista» o CTC, respecto de la cual decíamos hace tiempo lo siguiente: «No por previsible deja de ser doloroso que ciertas organizaciones que hoy usurpan el venerable nombre del Carlismo lo involucren en este tipo de tácticas reprobables (cada vez más descaradas, por cierto), mancillando así su reputación. En las filas de estas organizaciones, cómodamente instaladas en la deslealtad, cada vez son más las voces que defienden sin complejos la colaboración con el liberalismo conservador de nuestro tiempo (se ha llegado a hablar de «compañeros de viaje»), confirmando la unidad de acción que viene caracterizando la progresiva infiltración del Yunque en estos ambientes; unidad de acción que es también reconocible en la identidad de protagonistas de estas organizaciones y aquellas «asociaciones civiles» referidas en el principio».
Sin duda, Satanás está en la ciudad, como rezaba aquella obrita del gran Marcel de la Bigne de Villeneuve, y eso incluye no pocos partidos y agrupaciones (incluso pretendidamente carlistas), aunque de momento no la Ciudad Católica (y tampoco la Comunión Tradicionalista).
Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella
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