El liberalismo y la Previsión Social. Un epílogo de Antonio Rumeu de Armas

Texto de quien fuera director de la Real Academia de la Historia en que se observa la sustitución de las libertades concretas del orden político tradicional por la «Libertad» en abstracto de la modernidad

Antonio Rumeu de Armas (1912-2006)

El tinerfeño Antonio Rumeu de Armas (1912-2006) es, sin duda, una de las grandes glorias de la historiografía española del siglo pasado. Dos veces director de la Real Academia de la Historia, en cuya corporación ingresó como académico numerario en 1968, su obra se extiende por diversos campos de investigación entre los que destaca de manera eminente el americanismo colombino, la expansión atlántica y la política indigenista en época de los Reyes Católicos. También la historia de su patria chica, las Islas Canarias, y del África atlántica en general han sido objeto de sus eruditas investigaciones.

Una de los temas que con más provecho abordó el historiador a lo largo de su obra fue el de la historia social y, en particular, el de la Previsión Social. En esta materia destaca su pionera Historia de la Previsión Social en España: cofradías, gremios, hermandades y montepíos (1944), en que presenta por vez primera un panorama completo y sistemático del mutualismo y la asistencia social desde los remotos sistemas de previsión romanos hasta el siglo XIX, y que conoció una reedición en 1981 a la que acompañó el epílogo que hoy reproducimos para los lectores de La Esperanza.

Interesa en esta materia, más allá de los eslabones concretos de la larga cadena que forma la historia que Rumeu de Armas nos presenta, dejar constancia de lo lejos que estuvo la vida social española pre-decimonónica de los lugares comunes con que la historiografía liberal (si no la burda propaganda) ha tratado de bosquejar el llamado Antiguo Régimen. El denominado por algunos como pauperismo español, que supuestamente se extendería por siglos de tiranía inquisitorial y ausencia de libertad, fue en realidad un fenómeno estrictamente decimonónico en su origen y cuya causa hay que encontrarla más bien en la implantación del liberalismo político en nuestro solar.

Las funestas consecuencias de esa implantación se extienden todavía hasta nuestros días, más de dos siglos después, y tienen que ver con uno de los grandes temas del ideario carlista: el de la sustitución de las libertades concretas del orden político tradicional por la Libertad en abstracto de la modernidad. No obstante su brevedad, espero que el lector encuentre sugerente el epílogo de la obra reseñada que a continuación reproducimos.

Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella

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El panorama de la Previsión social, tal cual lo hemos conocido en la decimoctava centuria, no cambia hasta el año 1808, fecha que puede considerarse como límite final de nuestro trabajo, ya que cuanto a partir de ese momento pudiéramos decir, o representa un valor impreciso ―es decir, de difícil registro y cómputo― en el campo del mutualismo, como ocurre a lo largo del siglo XIX, o se confunde con el presente, en la centuria XX, dejando de ser objeto imperativo de una historia de remoto arranque y amplio espectro.

Cuatro causas coadyuvan a la decadencia o, cuando menos, al retroceso de las instituciones de Previsión social en las primeras décadas del siglo pasado [el XIX]: la desamortización, la francesada, la implantación del régimen liberal y el laicismo, todas ellas producto de la crisis político-religiosa que se opera en la sociedad española en el crucial momento señalado.

Por la primera causa, la desamortización, la venta de los bienes de las Hermandades, Cofradías, Montepíos, etc., y su conversión en vales reales en tiempos de Godoy, conduciría fatalmente, años más adelante y al desvalorizarse éstos, a la ruina económica de dichas instituciones.

Por la segunda, la francesada, este proceso de decadencia y de descomposición se acentuó de manera extraordinaria, por el colapso que en la vida social supusieron aquellos seis gloriosos y fatídicos años de la guerra por la Independencia. Fueron innumerables las Hermandades y Montepíos que naufragaron por este tiempo.

Las reformas socio-económicas implantadas por el régimen liberal, trajeron consigo la muerte del Gremio por decreto de las Cortes de Cádiz de 3 de Junio de 1813, y al morir el Gremio, sus fines propios de previsión desaparecieron; pero, sobre todo, la Cofradía o Hermandad gremial, que era hijuela del mismo, formando un solo y único organismo para el cumplimiento de fines comunes, aunque distintos, al morir el Gremio, repetimos, la Cofradía sucumbe y desaparece también con él.

Por último, la secularización de la sociedad y el laicismo tenían que repercutir en el extraordinario despliegue del mutualismo tradicional, marcado por su estrecha vinculación a instituciones canónicas. La supresión de los conventos ―a cuya sombra se habían constituido y organizado la mayor parte de las Hermandades―, fue un rudo golpe. Las propagandas tendenciosas contra la Iglesia contribuyeron, por otra parte, a segregar al elemento obrero de la acción tutelar de la misma, para ir a engrosar las filas de organizaciones sindicales o políticas.

No cabe duda de que estos cuatro factores incidieron en un profundo retroceso dentro del mutualismo previsor.

Si a ello unimos el estado de miseria general en que sumió España entre 1814-1820, con los Hospitales y Hospicios destruidos o desamparados, se podrá imaginar la calamitosa situación de las clases económicamente débiles, sin otro recurso para subsistir que la mendicidad.

Al correr del siglo XIX, el mutualismo, tanto religioso como laico, fue retoñado con singular vigor. En algunas regiones ―valga como ejemplo Cataluña― alcanzó un desarrollo espectacular y sorprendente. Ahora bien, las mutualidades pasaron a ser tuteladas por los Ayuntamientos o sometidas a la ley de Asociaciones (1887). De esta manera, la dispersión de los fondos documentales (municipios o gobiernos civiles) hace sumamente difícil la consulta. Se impone esperar a que beneméritos especialistas locales desbrocen el camino para intentar en el futuro una síntesis generalizadora.

Antonio Rumeu de Armas

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