Un rey temporal para hacer verdadero el grito de ¡viva Cristo Rey!

¿pueden realmente llegar a profundizar en el significado y el concepto de rey, que es Jesucristo, si no ven y no aceptan a un príncipe como señor temporal?

Estimado reverendo cura párroco, miembros de la secretaría política de Su Alteza Real, correligionarios y amigos todos de la Comunión Tradicionalista.

Acojo con precaución el poder dirigir en esta noche unas breves reflexiones, obedeciendo un mandato que viene de arriba, porque los que me conocen saben bien que no soy un hombre de artes liberales, sino serviles. Y que un pobre labrador, e hijo de labradores, no está ducho en estas lides de la oratoria y la docencia. Estas cavilaciones son fruto de unas conversaciones con mi maestro y amigo Luis Infante.

Hoy que es la vigilia de la fiesta de Cristo Rey según el calendario general romano, el único, el tradicional, me vienen a la mente las preguntas ―y las incomprensiones― que plantean algunos amigos cercanos en torno a la idea de Monarquía y sus dudas sobre lo que significaría tener un rey que reine, es decir, que gobierne.

Resulta muy lógico que aquellos cuyo bagaje intelectual se fundamenta sobre una instrucción enraizada en las novelerías de la Ilustración y la Revolución, con sus falsas premisas, no pueden comprender ni aceptar que sea posible que una sola persona ejerza el poder en el día de hoy. Posible es. Es lo que vemos todos los días en presidentes de gobierno, jefes de Estado o en los mandatarios de algún organismo supranacional.

El poder tiende a ser unificado, ejercido y representado por una persona. Ahora bien, lo que vemos que cambia es lo que se considera el origen de ese poder y de la legitimidad para acceder a la Magistratura suprema. De este modo, al cambiar los accidentes y bajo el bombardeo constante de propaganda, nos hacen creer que los reyes del pasado eran en su mayoría unos tiranos totalitarios con tintes de sátrapa. Como si los que tuviéramos a día de hoy no fueran justamente eso. Y embotados nuestros sentidos y nuestra razón por millones de estímulos, en esta impostura en la que nos movemos, podríamos llegar a creer que aquello que nos cuentan fue real y que ahora vivimos la liberación de nuestras penurias.

No quiero ahondar más por aquí, porque, hasta lo que es natural, a día de hoy es rechazado. Pero, ¿y los católicos y, sobre todo, las cada vez más numerosas conversiones hacia la Tradición Católica? Máxime a través del descubrimiento del rito romano tradicional. A día de hoy la gente llena sus bocas con el grito de ¡Viva Cristo Rey! Ese grito resonó, con razón, en las gargantas de los miles de mártires en México y España. Pero es aquí donde me pregunto, ¿pueden realmente llegar a profundizar en el significado y el concepto de rey, que es Jesucristo, si no ven y no aceptan a un príncipe como señor temporal?

En Efesios se nos explica que de Dios Padre procede toda paternidad. Y el padre de familia no deja de ser una figuración del Padre Dios que está en los cielos. Al igual, que todo poder, como se recuerda en Romanos, procede de Dios. ¿No debería ser esa doctrina acicate para la aceptación del monarca como figura e imagen de Dios nuestro Señor aquí en la tierra, al ser el rey la cabeza de la sociedad política?

Pero en cambio, sí vemos como corean exaltando a ciertos militares, abogados o a los «napoleoncitos» de turno que se repartieron toda América, más como efecto del sentimentalismo y de los pensamientos desiderativos, que hoy padecemos, que de una reflexión para concluir en un analogado temporal arraigado y consistente.

Es aquí donde me gustaría, a mayores, profundizar en lo que sería la parte espiritual, donde la figura de Don Enrique V de Castilla nos puede acercar a la devoción de la fiesta que hoy celebramos: Cristo Rey. Y trayendo al primer plano a la Santa Madre, Santa Teresa de Jesús. Ella, que trató de forma epistolar a la Majestad Católica de Felipe II, vivió bajo el reinado de cuatro reyes y sabía perfectamente cómo era vivir bajo una monarquía. Nos enseña en sus escritos cómo tratar a Cristo; cómo tratar a Dios. Siempre habla de Él como de su Rey, de su Majestad, Juez, Soberano y Señor. Y ella aprendió esas cosas en su casa, de sus padres, como nos recuerda en el capítulo primero del libro de la Vida. Pero, del mismo modo, de la sociedad en la que vivía. Me atrevo a decir que fue esa sociedad la que le ayudó y fue instrumento de mediación para conocer mejor a Dios, como dejó plasmado en el capítulo XXII del «Camino de Perfección».

Muchas gracias.

¡Viva Cristo Rey y Viva el Rey Legítimo!

Ramiro Sánchez de Cueto, Círculo Tradicionalista Lirio y Burgoa 

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