Querido Jesús:
Con retraso debido a mi situación, internado como estoy en un centro de salud, y reducidas incluso mis comunicaciones con el exterior, no puedo sin embargo dejar de ponerte estas letras ante la tragedia, cuya magnitud vamos sabiendo poco a poco, que ha golpeado al pueblo valenciano, con secuelas temo duren largo tiempo. Sé cómo os ha afectado, de manera cruel, a ti y tu familia, que habéis perdido todo menos la dignidad y el valor que siempre os han caracterizado. Guardo los mejores recuerdos de vuestra tierra, que he podido visitar varias veces los últimos años, y donde me ha admirado la vitalidad de sus gentes y, en particular, el fervor de nuestros leales, encabezados por los tuyos.
He pedido a mi Secretaría Política que trasmita las órdenes oportunas a fin de que la Comunión se movilice en vuestro apoyo. Con los medios sobrenaturales, de la oración y particularmente la Santa Misa, así como con los materiales que tan necesarios van a ser en este momento. Sé que espontáneamente se han aprontado en tal sentido los jóvenes carlistas valencianos, junto con los de otras partes de España. Y sé que ha comenzado a girar entre todos los Círculos una solicitud de ayuda.
Por desgracia sólo puedo, querido Jesús, hacerme presente entre los tuyos, que con tanto cariño me han recibido siempre, por este medio tan frío. Quisiera prometerte una visita, ya que no ahora, por lo menos en los próximos meses. Pero sé que es altamente improbable. Son las limitaciones de la edad y las secuelas del accidente que sufrí en 2001, donde dejaron la vida mi inolvidable José Ramón García Llorente, amigo de tus padres y tíos, y el joven Juan Manuel Muskett. Dios dirá, estamos en sus manos.
Recibe la expresión de mi afecto más sincero.
En el Berry, a cuatro de noviembre de dos mil veinticuatro, fiesta de San Carlos Borromeo, patrono de la Dinastía legítima.
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