La tradición española, viva para responder a la riada (II): la acción de la naturaleza humana

DESMENTIDAS QUEDAN LAS IDEOLOGÍAS QUE PROPONEN A UN INDIVIDUO CONSTITUTIVAMENTE EGOÍSTA

EFE/Biel Aliño

Por otro lado, estas pequeñas localidades afectadas no han tenido que esperar a que la administración central les ayude para verse socorridas de manera más inmediata por la gente que, con ellos, forman por un cuerpo social mayor. Hablo de los múltiples voluntarios del resto de localidades de la provincia de Valencia que han respondido a la llamada de auxilio, a los cuales les van siguiendo, conforme avanzan los días, más y más voluntarios de toda la región y de toda España. Esto confirma la viveza de nuestros principios, según los cuales lo natural es que los cuerpos sociales sean socorridos primero, limitados por sus posibilidades, por el cuerpo social inmediatamente mayor. Ya no solo esto, sino que también queda demostrada nuestra afirmación de que el principio de totalidad por el que la parte se somete al todo es absolutamente natural al hombre, el cual, por un amor espontáneo a lo suyo y a lo que le es próximo, está llamado a entregarse patrióticamente por sus coterráneos. Desmentidas quedan las ideologías que proponen a un individuo constitutivamente egoísta, a los hombres como enemigos de las mujeres, etc.

No obstante, esta ayuda voluntaria no deja de presentar los síntomas de nuestra sociedad de masas. Mucha gente acude sin un propósito claro, sin traer los recursos que van haciendo falta conforme pasan los días, sin un plan de desplazamiento viable, sin gente apta para las tareas necesarias, sin conocer en qué zonas hace falta más personal y en cuáles menos, etc. Cuando uno acude a las zonas afectadas, no es raro sentir cierto caos, descoordinación y desesperación por sentirse útil entre la gente. En ocasiones esto tiene repercusiones tales como el desabastecimiento de supermercados por compras de productos que ya no hacía falta seguir llevando, o el desperdicio de comida almacenada en centros de donación que no iba a conservarse desde el principio y se echó a perder.

Esto es un síntoma de la manera en la que la información fluye en nuestras sociedades de masas. Sin jerarquía ni guía, corrientes de información van circulando como un remolino de mar hacia un hoyo de puro caos. En la sociedad orgánica tradicional, la información para el gobierno de las sociedades corría de la siguiente forma: diferentes familias, unidas por una misma parroquia, formaban un barrio. Cada barrio elegía un representante, y el conjunto de estos se reunía en el concejo local para, bajo mandato imperativo, retransmitir las necesidades de cada barrio y hallar soluciones juntos. Cuando un municipio requería la ayuda de un cuerpo mayor, un representante de dicha localidad se reunía con el de otras en otro concejo aún mayor. Dicho representante, una vez más, manifestaría sus necesidades concretas; el resto, en base a esta información específica y recurriendo ordenadamente a los diferentes cuerpos sociales menores que los compusiesen a ellos, se dedicarían a reunir los recursos y el personal necesarios para destinarlo a la ayuda (con el consejo de profesionales y técnicos que supieran qué solución dar a cada problema).

Lamentablemente, los «representantes» actuales de los diferentes ayuntamientos no escuchan ni actúan en base a la información directa de las familias que componen su localidad, sino en base a las órdenes de sus superiores de partido. En la respuesta a la riada, las funciones que deberían desempeñar los concejales de las zonas afectadas y no afectadas las han ido desempeñando la gente, en masa y desestructuradamente, a través de las redes sociales y grupos de Telegram y WhatsApp.

Con todo, es cierto que han surgido algunas iniciativas cada vez mejor organizadas por parroquias y lo cierto es que nunca se había visto a la gente implicarse con tanta intensidad en redes de apoyo o en patrullas vecinales paralelas a los poderes establecidos. Esta ola de voluntarios y esta chispa asociacionista no deja de ser otra prueba de que, ante el fallo de la partitocracia, el orden social tradicional es la alternativa. Esto es un verdadero rayo de esperanza para la restauración de la sociedad orgánica. Por tanto, si nos esforzamos en seguir así y si conseguimos que las competencias que estas asociaciones van arrogándose orgánicamente no sean frenadas por la burocracia, tal vez por fin podamos comenzar a desplazar al terrible sistema democrático que nos ahoga.

En definitiva, la riada de Valencia ha dejado una huella profunda en quienes la han vivido, marcando sus vidas con el sufrimiento de la pérdida y la incertidumbre. Pero en medio de esta tragedia también ha brotado una intuición iluminadora entre la gente: las divisiones ideológicas no van a solucionar nada, sino solo nuestra entrega a la patria valenciana; más aún, los que dependen de que nuestra división no contempla nuestro bien como prioridad. Ahora solo hace falta que España se dé cuenta de que en el fondo de sus críticas y sus iniciativas vecinales hay un anhelo por revivir la tradición política española, que es su herencia arrebatada. Si se consigue aprovechar este impulso y no caer en la tentación de un mero cambio de color en el parlamento, España podrá emanciparse de la partitocracia y las divisiones ideológicas para siempre, sin volver a necesitar una tragedia como ésta para ello.

Marco Benítez, Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia)

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