La Moral: la Tradición tomista contra el subjetivismo

La razón práctica está dirigida por la naturaleza hacia la búsqueda de lo que el in­telecto percibe como bueno

Santo Tomás de Aquino

Vivimos en un mundo lleno de valores distintos, y en ocasiones, opuestos. A veces, dichos valores cambian dependiendo del contexto cultural, histórico, geo­gráfico o religioso. Dada dicha realidad, muchos ateos y secularistas argumentan entonces que «la moral» depende de la percepción subjetiva del hombre y que no existe nada ni nadie que pueda definir objetivamente qué cosas son buenas y qué cosas son malas. Así, mientras una cultura puede ver el asesinato como algo totalmente malo, otra puede justificarlo en ciertos casos, y no podríamos decir quién tiene la razón.

Este pensamiento es el que define el subjetivismo moral —que dice que no e­xiste nada objetivamente bueno ni malo— adoptado por la sociedad occidental postcristiana en la que nos encontramos. ¿Será cierta la idea de que no existe na­da objetivo sobre la moral? ¿Acaso todo depende de la percepción subjetiva y ar­bitraria de los individuos o grupos, o de lo que la sociedad, por consenso, ha de­terminado? El filósofo católico y doctor de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, combate estos errores sobre los cimientos de la metafísica aristotélica.

Antes de hablar de la moral y la ética, debemos definir los términos metafí­sicos aristotélicos y escolásticos. Para Aristóteles, cada animal, objeto, o subs­tancia en general que tenga ser [lo que es] o existencia tiene un fin último, causa, o propósito. Aristóteles define el «fin último» en su «Metafísica» de la siguiente manera: «El fin de algo, es el propósito de ese algo. El propósito de [hacer ejerci­cios de caminar] es estar sano». De esta manera, llevar a cabo el fin último de un objeto o persona, es lo que se define como bueno. El filósofo católico estadounidense Edward Feser, en su libro «Aquinas», lo explica de esta manera: «Hay ciertos fines que cualquier organismo debe realizar para florecer como el tipo de organismo que es, fines relacionados con actividades como el automante­nimiento, el desarrollo, la reproducción, la crianza de las crías, etc.; y estos fines implican un estándar de bondad [cualidad de bueno]».

Habiendo definido lo que determina la bondad según la metafísica aristotélica, podemos ahora establecer lo que es la maldad. Según la escolástica, el mal o la maldad es definida como «la privación o falta de un bien que naturalmente pertenece a una naturaleza; la ausencia de un bien que es natural y debido a un ser». Como la definición apunta, el mal también es conocido como privación, lo cual simplemente es la falta de algo. Así que, en general, el mal es la falta del bien o de la bondad. Por ejemplo, si alguien te pide un abrigo para protegerse del frío del invierno, tú teniendo varios, y no le das uno, tu acción sería la falta o carencia de darle a esa persona un abrigo, y por ende, una privación o mal. Planteo otro ejemplo usando el concepto de fin último, si uno fuese a mutilar una parte sana del cuerpo, como una pierna, estaría violentando el propósito o fin último de la pierna, que es facilitar la movilidad del cuerpo por sus alrededores. El doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, en su magistral o­bra, la Summa Theologiae, dice: «Por tanto, debemos decir que toda acción tiene bondad en la medida en que tiene ser; mientras que le falta bondad, en cuanto le falta algo que le es debido a su plenitud de ser; y por eso se dice que determinada es malo: por ejemplo, si le falta la cantidad por la razón, o su debido lugar, o algo de ese tipo».

Habiendo establecido todo lo anterior, Santo Tomás define lo que se conoce como la Ius naturale, o Ley Natural, de la siguiente manera: «La ley natural pertenece a aquellas cosas a las que el hombre se inclina naturalmente; y entre ellas es propio del hombre inclinarse a actuar según la razón». Edward Feser comenta: «En resumen, la posición de [Santo] Tomás es esencialmente esta: la razón práctica está dirigida por la naturaleza hacia la búsqueda de lo que el in­telecto percibe como bueno; lo que de hecho es bueno es la realización o cumpli­miento de los diversos fines inherentes a la naturaleza humana; y así una perso­na racional percibe esto y, en consecuencia, dirigirán sus acciones hacia la reali­zación o cumplimiento de esos fines».

En conclusión, la moral no es algo subjetivo como pregona el ateo o secula­rista, ni en una orden arbitraria como predican algunos protestantes «evangéli­cos». No depende de la percepción personal de los individuos, grupos, o de la so­ciedad, sino que es algo que se puede conocer objetivamente utilizando princi­pios metafísicos sujetos a la realidad. Se puede conocer a través del sano ejerci­cio de la razón en su búsqueda de lo que es bueno para sí y para todos en comu­nidad. La bondad está basada en Dios mismo, quien es Bueno; la bondad en sí, y el fin último de todo el género humano.

Rafael A. Sepúlveda Jiménez, Puerto Rico

Deje el primer comentario

Dejar una respuesta