Una vela a Dios y otra al diablo

¡Qué ilusas aspiraciones! ¡Qué mediocre conformismo! Alabar al político que coloca una vela a Dios y otra al diablo…

EFE

Hace unos días, Isabel Díaz Ayuso felicitaba la Navidad en un emotivo discurso cargado de alusiones a Cristo y al Evangelio. Como buena hija de las tinieblas democráticas, sabe cómo agradar a tantos católicos incautos que transitan las tortuosas sendas de la constitucionalidad. Católicos derrotados por sus propias convicciones, de que no es sano mezclar la religión con la política. Pero que algunos casos como la celebración del nacimiento del Niño Dios, bien merece una excepción. Estos pobres católicos se consuelan al oír al político abortista hablar de Navidad. Se consuelan porque un diablillo les susurra al oído que el camino que han elegido no es tan malo y que ese político que adora a la Diosa Constitución les dejará vivir su fe en libertad.

¡Qué bajo ha caído el catolicismo de nuestra patria! ¡Qué ilusas aspiraciones! ¡Qué mediocre conformismo! Alabar al político que coloca una vela a Dios y otra al diablo…

Hoy, como hace más de 2000 años, el mundo está sumido en las tinieblas. Herodes sigue gobernando, pero nos queda la esperanza de los Magos, los reyes que siguieron la estrella. Damos gracias a Dios por ser súbditos del Rey de reyes y del Señor de señores. Damos gracias a Dios porque sabemos que las aguas de nuestra democracia son sucias y turbulentas y que «Navidad» es una palabra que no se puede nombrar en vano. Que oírla en boca de algunos políticos, no solo no es consuelo, sino que es una ofensa a lo más sagrado de la Fe.

Este año es especialmente significativo porque es el preámbulo de la celebración de la encíclica «Quas primas». El niño Dios nace en un portal y quiere que le adoren todos los pueblos de la tierra.

¡Viva Cristo Rey!

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas

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