En este año, el día 25 de diciembre se cumple el 2024º aniversario de la venida al mundo de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumiendo nuestra misma naturaleza humana; efeméride evidente si consideramos, a fin de cuentas, que nos encontramos en el año de 2024 después de Cristo. Pero, ¿realmente es fiable la Cronología que comúnmente usamos? ¿Está ajustada de verdad a los hechos históricos, de tal forma que podamos afirmar que efectivamente en esta Navidad han transcurrido 2024 años desde la Encarnación de Dios?
Para abordar esta cuestión es indispensable remontarnos al origen de la Cronología cristiana, esto es, aquella en la cual se instituye la fecha del Nacimiento de Cristo como centro de referencia para el cómputo de los años. Fue el monje Dionisio El Exiguo el que empezó a utilizar este modo de designación anua. Recuérdese que ya tuvimos ocasión de mencionar a este erudito religioso a propósito de nuestras notas sobre la fecha de la Pascua y el Calendario cristiano. Dionisio, en la elaboración de su Tabla Pascual para la Curia Romana, básicamente se había limitado a seguir el mismo método que para las suyas había venido empleando el Patriarcado de Alejandría, pero con una diferencia: en la columna correspondiente a la indicación de cada año, los alejandrinos realizaban su cuenta tomando como punto de partida el año en que empezó el principado del Emperador Diocleciano (último de los grandes persecutores de los cristianos), mientras que Dionisio –como él mismo declara en el Prefacio de su trabajo– «empezando [nuestra tabla] desde el ducentésimo cuadragésimo octavo [año] del mismo tirano (mejor que príncipe), no queremos vincular nuestros ciclos a la memoria de este hombre impío y perseguidor, sino más bien elegir contar el tiempo de los años desde la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, de manera que el comienzo de nuestra esperanza aparezca mejor conocido por nosotros, y la causa de la restauración de la humanidad, esto es, la Pasión de Nuestro Redentor, pueda brillar en adelante más claramente». (J.-P. Migne (ed.), Patrologiae. Series Latina. Tomo 67, 1865, col. 487).
Dionisio, en efecto, asigna al 248º año de Diocleciano el Año del Señor de 532, y continúa enumerando los siguientes años con este nuevo sistema. A su vez, incidentalmente, en un breve texto previo a la Tabla, especifica que la está elaborando «en el presente [año], en el consulado de Probo El Joven» (op. cit., cols. 493-494), que equivale al 241º de Diocleciano.
El nombre de los cónsules, que ejercían su magistratura durante un año juliano o civil convencional (esto es, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre), era la forma habitual para identificar dicho año en el mundo antiguo romano. Otro modo era mediante la cuenta de los años olímpicos, que comenzaban cada año a partir de la primera luna llena después del solsticio de verano, es decir, por el mes de julio dentro del año juliano convencional. No fue hasta el siglo I a. C. cuando empezaría a usarse también, aunque en menor medida, la fecha de la fundación de Roma (Ab Urbe Condita) como pauta cronológica. Los romanos no tenían duda alguna de que su ciudad fue fundada un 21 de abril, pero existían discrepancias sobre el auténtico año en que ocurrió. El polígrafo Marco Terencio Varrón, en su obra Antiquitates rerum humanarum et divinarum, dató la fundación en el tercer año de la sexta Olimpiada, y ésta fue la fecha que las autoridades romanas aprobaron como oficial y de la que se sirvió todo el mundo desde entonces, incluido Dionisio. Esta obra se perdió, pero su testimonio cronológico se puede conocer indirectamente a partir, sobre todo, de Censorino, gramático romano del siglo III, quien extrajo de ella en general mucha información para su tratado De die natale. En el Capítulo 21, señala que redactó su opúsculo en el consulado colegiado de Fulvio Pío y Poncio Próculo Ponciano, y apunta al mismo tiempo una lista de siete fechas cronológicas equivalentes, de las cuales sólo mencionaremos tres: el 991er año de la fundación de Roma; el 1014º año olímpico (o segundo año de la 254ª Olimpiada); y el 265º año del Emperador Octavio Augusto.
(Continuará)
Félix M.ª Martín Antoniano
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