Pedro Sánchez es ya poco menos que albacea o notario, y los españoles estamos tristemente acostumbrados. Pero no es porque sea Sánchez, sino porque es presidente de esta república coronada. Otros toman las decisiones, contentémonos con que nos informen de alguna.
Hace unos días, en una comparecencia más importante de lo que creemos, lo volvíamos a constatar. 12.500 millones de euros han de ir a Ucrania, a ese polvorín sin retorno. No conformes con esto, hemos de involucrarnos en unas fantasiosas garantías de seguridad en la región. También, claro, hay que encarecer la actividad de las empresas energéticas.
El señor presidente presentó una batería de retos o medidas, que nos recuerda a la cuenta de una cena onerosa a la que nos han obligado a asistir. España tiene su parte de mal trago, y debe cumplir. ¿Cómo va a pagar este escote?
Dos elementos gravísimos de los anunciados por Sánchez son el impuesto el combustible diésel, y lo que ellos llaman «descarbonizar» la industria. Que significa, llanamente, destruir la poca que nos queda. Ambas medidas profundizan la debilidad del país, en un contexto de peligro creciente. Y sólo sirve a los Estados Unidos en su inminente giro proteccionista.
Nos encontramos en una atmósfera no sólo tensa, sino ciertamente arriesgada. La debilidad del país sucede en un contexto extremadamente volátil. Las tendencias del ambiente no auguran nada bueno para España, si tomamos la ruta por la que nos guía el régimen del 78. A nuestro alrededor, vemos cómo todas las potencias fortalecen su producción autónoma, su industria, la explotación de sus riquezas, y se arman. Lo peor es que lo hacen nuestros enemigos del sur, ante nuestro languidecimiento.
Nuestros dirigentes se caracterizan por reunir lo peor de la guerra y de la paz. No se mantienen neutrales, y alinean el destino del país en contra del bien de España. Pero tampoco preparan la economía ni los recursos bélicos para los esfuerzos que nos esperan.
El giro que EEUU imprimirá al mundo, con su nueva política económica trumpista, exige que sus aliados cedan gratuitamente su capital industrial al yanqui. La UE ya tirita con la carestía que se avecina. En este nuevo reparto de desempeños, España se desviste vergonzosamente para dar a Alemania o USA la industria que aún había podido conservar.
Este rumbo lleva a aumentar la pobreza y la dependencia de España. También nos arrastra a hacer al común del pueblo aún más miserable. Dejarle más a merced de la limosna del turismo y de la inmigración. Ese camino de pobreza no puede ser transitado si los españoles tuvieran medios de vida o combustible asequible. Antes hay que desposeerlos.
Mirando a los gobernantes del 78, España sigue esclava por medio de títeres.
Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid
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