El 533º Aniversario de la Toma de Granada

«Les concedió la victoria porque no confiaron en sus fuerzas ni en su espada, sino en que les vendría del Cielo»

Sepulcro de los Reyes Católicos en la Capilla Real de Granada. (Domenico Fancelli, 1517).

Este 2 de enero se cumplen los 533 años del final de la liberación por los Reyes Católicos de la tierra cristiana peninsular (aún quedaría pendiente la de allende el Estrecho) de manos de los mahometanos. Desde 1833 nos encontramos persistentemente sumidos bajo otra dominación anticristiana y extranjera –aunque en la mayoría de las veces haya pretendido hacerse pasar por «católica» y «patriótica»– que impera con el falaz y engañoso principio liberal-republicano-constitucionalista de la «soberanía nacional».

Igual que los cristianos hispánicos de antaño lucharon contra los invasores, así como contra sus secuaces domésticos los muladíes o renegados, hasta acabar reconquistando el solar patrio peninsular, los cruzados de nuestra época contemporánea, los católicos carlistas, emulan a sus ancestros para sacudirse el yugo de la nueva tiranía y restaurar el hollado Reinado Social de Cristo mediante la previa restitución del Rey o Regente legítimo en el Trono Católico despojado.

Singular recuerdo nos merecen en este día los innumerables militantes que salieron de la comunión católico-monárquica granadina a librar el buen combate. Una importante porción de esa acción contrarrevolucionaria en el Reino de Granada quedó registrada en la que por muchos años sería la principal cabecera carlista en esas tierras: La Verdad. Francisco Guerrero Vílchez, quien había puesto su espada al servicio del Rey Carlos VII en la Tercera Guerra de Liberación (1872-1876), quiso continuar la batalla con la pluma fundando a primeros de marzo de 1899 dicha publicación, que se convertirá en el órgano de referencia de las familias carlistas granadinas. Previamente Guerrero Vílchez ya había tanteado el terreno periodístico sacando a la luz el semanario El Amigo del Obrero, que sólo pudo salir entre octubre de 1896 y junio de 1897, y unos pocos meses de 1898. La Verdad empezó como quincenal, y pronto habría de sufrir la suspensión gubernativa, en octubre de 1900, con motivo de los sucesos que desembocaron en el alzamiento carlista del 28 de octubre en Badalona. No obstante, Vílchez siguió estampándolo bajo el rótulo El Españolista, aunque salieron pocos ejemplares. Recuperó la cabecera en una breve 2ª época de cinco números aparecidos en abril-mayo de 1901, pero inmediatamente tuvo que usar una vez más la de El Amigo del Obrero. Finalmente, en octubre de ese mismo año se levantó la suspensión, y Vílchez pudo retomar su tradicional rótulo, iniciando su 3ª y última época en que, con una periodicidad irregular (alternaba más o menos entre el semanario y el quincenal, dejando aparte ediciones extraordinarias), fue imprimiéndose ya ininterrumpidamente hasta su definitiva desaparición en su número de 28 de septiembre de 1941, un día antes del fallecimiento del que fue siempre su propietario y Director.

Si quisiéramos elucidar la finalidad primordial que perseguía este periódico, pensamos que no podría enunciarse de mejor manera que como lo hizo su mismo fundador en el último párrafo de un artículo impreso en el ejemplar de 27 de septiembre de 1925, al realizar esta rogativa a la Virgen de las Angustias, Patrona de la Ciudad: «Santísima Patrona, te pido que con vuestra mirada nos alentéis para seguir por medio de las columnas de La Verdad defendiendo nuestras santas creencias; que merezca vuestros enojos, no [v]iendo la luz el siguiente número, si ha de claudicar o ser cobarde en defender los derechos de la Religión y el Trono».

Melchor Ferrer, en el Tomo 28 (I) de su Historia, afirma que «este periódico a su iniciación fue rebelde a las autoridades carlistas de Granada, pero luego aceptó la disciplina carlista» (p. 249). No sabemos a qué rebeldía podía referirse el insigne historiador catalán. Al comenzar su andadura la publicación, ejercía la jefatura sobre el Reino de Granada José Juan Fernández de Villavicencio Corral y Oña, Marqués de Castrillo († 1910). La Verdad, informando de la triste enfermedad y muerte de una hija del Marqués, designaba a éste como «nuestro respetable Jefe regional» (nº de 15/04/1901) y «Jefe Regional de Málaga y Granada» (nº de 09/05/1901). Es posible que a Ferrer le indujera a error la forma un tanto ambigua en que El Correo Español redactó (en sus números de 17/10/1900 y 15/10/1901) las dos notas acerca de la suspensión y levantamiento gubernamental de La Verdad, que podían interpretarse a primera vista como una desautorización venida de la propia jerarquía carlista.

El ilustre historiador legitimista termina su apunte sobre La Verdad señalando que «en 1932 perteneció al grupo cruzadista; en 1937 aceptó la Unificación, y después tuvo carácter octavista». Con respecto al primer dato, conviene precisar que duró poco esa connivencia de La Verdad con los sediciosos que se agrupaban en torno al semanario madrileño El Cruzado Español, núcleo originario de la incipiente escisión octavista. Así se desprende de un Informe de situación que Manuel Fal Conde –Jefe de los tres Reinos andaluces y el de Granada desde el 25 de noviembre de 1933– había elevado al Rey Alfonso Carlos I el 6 de enero de 1934: «“La Verdad” –notificaba el admirable futuro Jefe Delegado– es un semanario carlista muy antiguo que vivía separado de nuestra comunión como adscrito al movimiento faccioso de “El Cruzado Español”. En dos conversaciones con el propietario, Sr. Guerrero, ha aceptado su incorporación a nuestras filas de manera incondicional. Publicará un editorial dando cuenta de las nuevas Juntas que se han constituido, y acatándolas declarará su lealtad a la jerarquía de nuestra comunión. En punto de sucesión en los derechos de la dinastía legítima, omitirá en lo sucesivo toda exposición que acredite el menor resabio de posiciones rebeldes» (pp. 3-4. AHN. Archivo Familia Borbón Parma. Archivo Alfonso Carlos de Borbón. Correspondencia. Caja 105. Carpeta 3).

Si atendemos al segundo dato de Ferrer, parecería que Vílchez, tras la muerte de D. Alfonso Carlos, no acabó cumpliendo su palabra y se adhirió al Partido Único de Franco y al octavismo. Carecemos por ahora de información para poder clarificar esta hipótesis; pero es un indicio fuerte en contra de la misma (o, por lo menos, para su matización) el hecho de que, a la muerte de Vílchez, Ramón Contreras, a la sazón Jefe realista del Reino de Granada, le dedicara un obituario plenamente laudatorio en un postrer número «póstumo» de La Verdad publicado el 29 de diciembre de 1941. «Ha muerto –aseveraba Contreras, bajo el epígrafe «La verdad que no muere»– [el] último superviviente de los veteranos de las guerras carlistas en Granada. En la capilla ardiente […] yo sentía toda la amargura de irse con el muerto la última representación de una etapa española. […] El periódico La Verdad –concluía el prócer granadino– muere con su fundador y éste es su último número. Pero, lo que el periódico ha defendido durante la vida de su fundador, lo que significa la boina roja que él ciñó durante la guerra y todos los principios que han sido médula de todos sus afanes y que se resumen en el lema sacrosanto de la Tradición Española, ésos no han de morir, porque son la Verdad Eterna, que D. Francisco Guerrero Vílchez, desde el Cielo, verá triunfar en España, el día que lo merezcamos los españoles».

Se podría hacer una pequeña evocación de esa «etapa española», de la que fue testigo y cronista La Verdad, haciendo mención de los Jefes que sucesivamente dirigieron en ella a la comunión granadina, si bien será menester contentarse por ahora con una enumeración trazada grosso modo, a la espera de una investigación que goce de mayor rigor y precisión. La Verdad vio la luz al tiempo en que comenzaba también el Marqués de Castrillo su Jefatura sobre los Reinos de Granada y Jaén, quien había sucedido en ese cargo al jurista Juan Manuel Moscoso y López, el cual lo había estado desempeñando desde 1894 hasta su fallecimiento en noviembre de 1898. El Marqués ocupó este puesto hasta 1903-1904, en que fue relevado por el General Juan María Maestre y Lobo († 1910), quien había estado ejerciendo la Jefatura sobre todos los Reinos del Sur desde febrero de 1887, hasta que en 1894 su dirección quedó circunscrita al Reino de Sevilla. Esta reasunción por Maestre del mando global sobre los Reinos andaluces y granadino, duró hasta noviembre de 1909, en que fue reemplazado por José Díez de la Cortina y Olaeta († 1937), Conde de Cortina de La Mancha, quien mantuvo la autoridad hasta 1914-1915. Sería sustituido por el Capitán Jesús Legallois de Grimarest y Villasís († 1924), hasta que en marzo de 1918 fue nombrado «Jefe Regional de Andalucía» Tomás Domínguez Romera, Marqués de San Martín († 1931). Permaneció en ese encargo por lo menos hasta la segunda mitad de 1920, siendo relevado por Francisco Anrich y Piedrahita, Barón de Breteauville, quien no debió ostentar mucho tiempo la Jefatura ya que fallecería en noviembre de 1921. Desconocemos si el puesto estuvo ocupado durante 1922 y 1923, pero sin duda desde 1924 se encontraba al frente del mismo Francisco de Pereyra, Conde de Abascal, quien lo ejercerá hasta su fallecimiento en noviembre de 1927. Otra laguna se nos forma en los años 1928 y 1929, pudiendo sólo confirmar que hasta marzo de 1930 poseía la Jefatura de los Reinos de Andalucía y Granada José María Bellido y Rubio († 1935). A partir de entonces volvió a distinguirse, dentro del organigrama de la Causa carlista, el Reino de Granada, a cuya cabeza fue colocado interinamente nuestro bien conocido Francisco Guerrero Vílchez, Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita desde 1924.

Y así llegamos a febrero de 1932, en que concluyó dicha interinidad eligiéndose como Jefe carlista del Reino de Granada a Ramón de Contreras y Pérez de Herrasti, revitalizador junto a Manuel Fal Conde († 1975) de la comunión católico-monárquica granadina. Este último, en un artículo publicado el 12 de mayo de 1970 en El Pensamiento Navarro, destinado a dibujar la ejemplar semblanza de aquel lealísimo prohombre granadino, describía de esta manera el estado del carlismo en las tierras del Reino: «Granada tiene abolengo carlista: por el brazo enjoyado aristócrata, los Condes de Padul, los Marqueses de Casablanca, los Herrasti y otros muchos; y por el brazo en artesanía o en labranza, tanto la campiña como la sierra, y en especial las Alpujarras, contienen canteras de mozos y zagales para las hondas, las lanzas, de la imperecedera esperanza del Rey carlista que cantara Valle Inclán. En las Alpujarras –sigue diciendo Fal Conde– realizó su mayor recluta el intrépido General Gómez, como si hubiera quedado en sus breñas flotando el alma de Don Juan de Austria; y cuando en 1929 Primo de Rivera anunció que se levantaba la veda de elecciones a diputados a Cortes [sic], nuestros jefes hicieron sondeos para presentar un candidato, y me contaba Don Fernando Contreras [hermano de D. Ramón] que habían recogido en no pocos pueblos, de bocas de gente anciana, esta peregrina afiliación política: “Yo soy del Rey Don Carlos”, expresión significativa de Don Carlos María Isidro, aunque sirvieran, para poder vivir, al cacicato del liberal Don Natalio Rivas. De ese cuño –concluía D. Manuel–, pero sin concesión ni mínima a los liberales, fue el Tercio de Isabel La Católica».

El nombramiento de Ramón Contreras como Jefe de Granada se promulgó en la edición de 8 de abril de El Siglo Futuro, convertido en nuevo órgano oficial del Rey Alfonso Carlos I. Cuatro días después, unos alumnos aventajados del Liberalismo «saludaron» la noticia haciendo explotar una bomba por la noche delante del Palacio de los Condes de Luque, lugar de residencia de D. Ramón. Este Palacio provenía del patrimonio de su madre, Doña Francisca Pérez de Herrasti y Vasco, y tuvo el honor de ser la casa en que se alojó el Rey Javier I durante su estancia en Granada, entre los días 19 y 22 de diciembre de 1937, en el contexto de la gira triunfal que el Monarca venía realizando desde principios de mes por las tierras peninsulares españolas, concitando el entusiasmo y fervor de muchedumbres de leales Requetés y españoles de bien en todos los lugares por donde pasaba. Fue en Granada donde el Rey recibió también, de manos de un militar ayudante de Franco, la orden de expulsión del territorio español, primera de las varias que habría de sufrir Don Javier a lo largo de la Dictadura; orden que el mismo Franco le confirmó de palabra, poco después, durante la entrevista que mantuvo con el Dictador justo en el día de Navidad. Como testimonio de la regia presencia en Granada, podemos citar la carta que D. Francisco Fonseca Andrade, uno de los Capellanes Reales de la Capilla Real de la Catedral de Granada, dirigió a Su Majestad Católica el día 21 de diciembre, un día después de su visita a la misma, y que rezaba así: «Señor: Dígnese S.A.R. el Señor Príncipe Don Javier de Borbón Parma aceptar los números de “Ideal” en los cuales se insertan artículos del que suscribe, relativos a los Sres. Reyes Católicos, como homenaje del autor y recuerdo de la visita de S.A.R. con la cual honró tanto a esta Capilla. Señor B. la M. de S.A.R. Franco Fonseca Andrade. Cap. Real. Srio.» (AHN. Archivo Familia Borbón Parma. Archivo Francisco Javier de Borbón. Correspondencia. Caja 136. Carpeta 3).

Ramón Contreras capitaneó a las familias leales granadinas durante los siguientes veinte años hasta su fallecimiento en diciembre de 1952. Le sustituyó interinamente («Jefe accidental», así se llamaba) el Dr. Juan Bertos Ruiz († 1997). Primero hasta su cese en febrero de 1957, en que se volvió a reunificar –aunque de modo provisional– el mando de todos los Reinos del Sur en la persona de Juan José Palomino, Jefe hasta entonces del Reino de Sevilla, no sin protesta de la Junta granadina, tal como refleja las siguientes palabras extractadas de su Acta del 22 de febrero por M. de Sta. Cruz en sus Apuntes, Tomo 19 (I): «Los distintos vocales dicen que protestan. Que Granada tiene personalidad y méritos propios. Que la moderna denominación de “Andalucía Oriental” es nomenclatura liberal para absorber el Santo Reino de Jaén» (p. 11). La segunda etapa de su interinidad comienza en noviembre de este mismo año, cuando el Dr. Bertos asumió de nuevo la Jefatura de Granada; pero finalmente presentaría su dimisión irrevocable en octubre de 1958, casi un año después.

Una muestra de su firme y leal custodia de la inescindible Santa Causa de la Religión y la Legitimidad en suelo granadino durante su Jefatura, nos lo da la siguiente carta que remitió al Príncipe de Asturias, D. Carlos Hugo de Borbón, el 10 de marzo de 1958: «Alteza. Tengo el honor de enviarle, a petición de la Junta de la Cofradía de Ntra. Sra. de los Dolores, del Requeté, la invitación para que presida nuestro desfile procesional del Lunes Santo, y uno a la de ellos mi petición y la de los carlistas de este Reino de Granada en súplica de que S.A.R. se digne aceptar dicha petición. Desde nuestro voto hecho a la Santísima Virgen de los Dolores, Patrona del Requeté, cuando combatimos en el Tercio de Isabel La Católica, año tras año ha sido fielmente cumplido, y en desfile de verdadera penitencia, con las Aspas sobre nuestro pecho, bajo el incomparable manto de las noches de nuestra Semana Santa granadina, hemos desfilado con Nuestra Señora. Este año, cuando tantos carlistas en España han tenido el honor y placer de tenerle entre ellos en sus regiones, nosotros, los del Reino de Granada, de secular historia y guardadora de los gloriosos restos de sus mayores, Fernando e Isabel, también le rogamos nos sea concedido el honor de tenerle entre nosotros en estos días de recogimiento de la Semana Mayor, presidiendo nuestra procesión para que con Su Real presencia adquiera nuestro desfile el rango que merecieron nuestros Requetés, al luchar por las tradiciones de España, y dar un mentís rotundo a las maniobras de aquellos traidores (gracias a Dios, en escaso número aquí) que, olvidando su juramento de lealtad a la Legitimidad Carlista, cuando combatían con la gloriosa Boina en nuestros Tercios, ahora fueron a Estoril, a ofrecer un Trono a quienes no supieron defenderlo y a rendir pleitesía a quienes, por ser herederos de los que expulsaron de su Patria y sus derechos a nuestros Reyes, para mal de España, nunca podremos reconocer. Alteza, los Requetés de Granada, piden a su Real Persona haga acto de presencia entre ellos, bajo el manto protector de Su Señora, para refrendar ante todos su lealtad a la Legitimidad encarnada en su Príncipe de Asturias. Con nuestro ruego, reciba Su Alteza la lealtad de todos los carlistas de este Reino, a quienes me honro en representar como Jefe Regional accidental. Juan Bertos Ruiz. En Granada, el día de los Mártires de la Tradición de 1958». (AHN. Archivo Familia Borbón Parma. Archivo Francisco Javier de Borbón. Correspondencia. Caja 142. Carpeta 1).

Tras la susodicha dimisión del Dr. Bertos, ejerció el gobierno interino Juan José de Olazábal Vedruna († 1973), hasta que, por Real Decreto de 29 de junio de 1959, fue nombrado para la Jefatura del Reino de Granada Julio Muñoz Chápuli († 1975), quien se mantendrá en el cargo hasta su renuncia en marzo de 1966, en que fue sustituido por Antonio Garzón Marín († 1981), el cual sería confirmado en este destino en abril del año siguiente.

Réstanos concluir las líneas que modestamente hemos querido consagrar a esta venturosa efeméride recogiendo, conforme a la secuencia que venimos siguiendo los últimos años en este célebre dos de enero, las oraciones que conforman la Lectura Cuarta contenida en el Oficio Divino compuesto por el primer Arzobispo de Granada, Fray Hernando de Talavera O.S.H., para el solemne festejo del memorable Día de la Toma, y que se recita así: «Pero, aunque esta obra tan ardua, tan piadosa, tan religiosa y gloriosa (que los nuestros tan intensa y tan dilatadamente desearon), haya sido culminada por el magnífico e infatigable esfuerzo de estos serenísimos Príncipes [D. Fernando y Dña. Isabel], sin embargo, la razón principal de que hayamos podido ver esa dichosa y gozosísima consumación han sido el favor de la Divina Clemencia, la ayuda de la Divina Providencia y el impulso de la Divina Omnipotencia, en cuyas manos está cambiar Reinos, doblegar Imperios, destronar a los poderosos y levantar y ensalzar a los Príncipes humildes que confían en Él. Dios les ha ayudado porque confiaron en su misericordia y no en su arco. Les ha favorecido porque no recurrieron a los carros o a los caballos (como los enemigos de la Fe), sino al nombre del Señor. Les concedió la victoria porque no confiaron en sus fuerzas ni en su espada, sino en que les vendría del Cielo. El mismo que había golpeado fue el que trajo la curación. Y Tú, Señor, ten misericordia de nosotros». (Traducción de Jesús M. Morata).

¡Plugue a Dios sea éste el año de la restauración del Reinado Social de Jesucristo en las Españas mediante la previa restauración en el Trono del Rey Católico legítimo! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Ciudad de Granada! ¡Viva el Reino de Granada! ¡Viva la Corona de Castilla! ¡Viva España! ¡Vivan los ínclitos Reyes Católicos! ¡Viva su legítimo heredero el Rey Católico de España Don Sixto Enrique de Borbón, Enrique V de Castilla!

Félix M.ª Martín Antoniano   

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