Ante el tumultuoso caos político que arropa a Venezuela, es de prever que la ignorancia se hace patente en el aspecto social por priorizar el económico. Y este es, más precisamente, el rumbo que busca tomar la oposición con iniciativas tan funestas para la nación como nefasta y cruel es la actual administración gubernamental. En esto vemos que se busca, antes que nada, trastocar el criterio común y atinar en el punto de la apertura a una agenda internacional —culturalmente marxista— que quizá devenga en vicios y desvaríos sin frenos ni retrocesos para nuestra Patria.
Hace unos meses, justo antes de las elecciones del 28 de julio, el opositor Edmundo González Urrutia se sentaba a discutir con un grupo de activistas LGBTI, quienes, después de la reunión, ratificaban su apoyo en las elecciones, sabrá Dios ante qué promesas. María Corina Machado, paradójicamente, por otro lado, haciendo gala de sus tantos rosarios en público, parece ser otra militante del orden globalista al querer legislar a favor de las lisonjas del libertinaje.
Para algunos de seso y de mente crítica, es notoria la existente contradicción que hay en la figura de los líderes opositores al declararse católicos practicantes por un lado, y abiertos a ideas nada acordes al decálogo teologal por el otro. Sea como sea, sabemos que el oficialismo socialista —pese a su deleznable vileza— en su postura antiglobalista, ha evitado dar pábulo jurídico a leyes que respalden el aborto y el matrimonio igualitario.
Sin embargo, no por ello es considerado siquiera como un mal menor, sino como uno gravemente colosal del que buscamos los venezolanos quitarnos sus tiránicos grilletes.
El chavismo ha sido la catástrofe que debilitó la probidad de las instituciones y desintegró toda huella de justicia y bondad en el país con sus asesinatos y secuestros arbitrarios. Existen también en el chavismo contradicciones tan irrisorias como las que se encuentran en la oposición y en todos los rincones de las repúblicas aradas en fango por traidores y corruptos. Se muestra un Nicolás Maduro pregonando su afianzamiento hacia la Santa Iglesia Católica y, por otro lado, nutriéndose de la voracidad protestante que ellos mismos financian en un carrusel de absurdo sincretismo religioso. ¿Y para qué hablar de las demoníacas prácticas esotéricas de índole afro-cubana con que busca prolongarse en su malquistado denuedo por usurparlo todo?
No importa qué partido político sea el más sugestivo, si no teñimos el heraldo de nuestra Patria con la unidad católica.
La incógnita es: ¿será posible que un cambio de gobierno, con todo y su próspero desarrollo, pueda refrenar la maldad y el caos imperante y evitar así estragar el sentido común de los jóvenes en nuestra Patria cristiana para el futuro? Para nosotros, los de buena voluntad, que buscamos menos vicios y la salvación de las almas, nos preocupa sobremanera el porvenir de la Patria. Y, a este punto, tememos que la única manera de recuperarla sea por medio de la Divina Providencia, a quien, unidos en oración, nos mantenemos atrincherados con el estandarte de Cristo Rey.
Martinus, Círculo tradicionalista de Venezuela
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