Lucen luminosos los paseos, resuenan pegadizas melodías de Mariah Carey, se abarrotan centros comerciales y el Netflix acaba con el ancho de banda. El escenario ya preparado para la función litúrgica del reyezuelo regional.
El mensaje de Fin de Año invadirá inmisericorde las serviles televisiones de su propiedad pública. Todos a una, en este mes de Nivoso, felicitan al camarada ciudadano por la docilidad de esclavo con que hacía palmas con orgullo al atardecer.
Como pontífice de la democracia local comenzará su discurso: ¡Habemus vacuna! Ya todos los virtuosos, salvos. Las tres virtudes laicales, de las que todas emanan: docilidad, pusilanimidad y consenso, tendrán su recompensa. Los más ancianos, los que quedan aún vivos en los morideros, como excepcionales apologetas de esta fe democrática.
Las empresas tanto fabrican viagra como acaban con una pandemia. Y parafraseando al Papa Francisco, ya habremos aprendido la lección que nos ha dado la Madre Tierra. El Hombre ha triunfado, la ciencia nos ha salvado. El nuevo sol brilla sobre nosotros, para no apagarse más en continuo ciclo de renovables. Albricias a sus sacerdotes venidos a científicos. Loores a sus angélicos mensajeros: el personal sanitario.
Se ha retransmitido en directo la misa del pollo: primera anciana y su cuidadora, inoculadas con la vacuna por la diaconisa médica. La nueva gracia corre por las venas en promesa de bienestar perpetuo. Intranscendencia al galope.
Y mientras, algunos, seguimos en el frío de la cuadra de Belén, con unos pastores andrajosos, un joven matrimonio sin posibles y su Divino Vástago. ¡Rey! Y nosotros con las riquezas de Su voluntad y nuestra boina roja.
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza