La correcta disposición financiera de la economía circular

Louis Even (1885-1974)

El apologista católico Louis Even, cabeza del movimiento del Crédito Social en la provincia canadiense de Quebec, publicó en el número de 15 de abril de 1958 del quincenal Vers Demain, órgano de su apostolado, una columna que llevaba por rubro «La economía en una crisis de finalidad». En ella, frente a los falsos objetivos de «pleno empleo» o «crecimiento productivo» marcados por la desnortada economía contemporánea, recalcaba cómo el Papa Pío XII había recordado más de una vez, a lo largo de su Magisterio, el verdadero fin de la Economía, y aportaba como muestra la siguiente frase entresacada de su Radiomensaje La Solennità, emitido el 1 junio de 1941 en conmemoración del cincuentenario de la Encíclica Rerum novarum: «La economía nacional, como es fruto de la actividad de los hombres que trabajan unidos en la comunidad estatal, así no mira más que a asegurar sin interrupción las condiciones materiales en que pueda desarrollarse plenamente la vida individual de los ciudadanos» (§ 16).

Nuestro autor finalizaba su ensayo con estos asertos: «La economía ha perdido el norte. El Crédito Social la retraería a él. Si deploramos la pérdida del norte de mentes que, en política, en economía, en sindicalismo, en sociología, se supone que abalizan la ruta para sus conciudadanos, nos da gusto encontrar excepciones. De ellas hay entre nosotros, pero se les niega generalmente los puestos donde podrían hacerse oír». Louis Even pone como ejemplo de esas afortunadas excepciones al filósofo belga Marcel de Corte, de quien reproduce en la página siguiente unos párrafos extraídos de un artículo suyo, titulado «Se necesita una finalidad común para unificar de verdad», que había aparecido en el ejemplar de 16 de febrero del bisemanario parisino L´Homme Nouveau. El Profesor de la Universidad de Lieja ya empezaba a esparcir en ese trabajo las principales ideas de su pensamiento socioeconómico, que desenvolverá con amplitud en las décadas sucesivas en la forma que sobriamente consignamos en su día en el artículo «La economía al revés».

«Nadie ignora, en efecto, –afirmaba De Corte–, que la economía ha entrado en una crisis de finalidad. Es llamativo constatar que la economía estática, anterior al siglo dieciocho, había podido crear un sistema de costumbres económicas que nosotros hemos casi totalmente olvidado: en la bella época de las corporaciones, este tipo de economía se había esforzado, a pesar de la relativa rareza de bienes materiales, de colocarse en el eje del servicio al consumidor. Se sabe cuán minuciosas eran las exigencias de los organismos corporativos concernientes a la calidad de los bienes producidos y puestos a la disposición de los hombres. Nuestra economía dinámica, amputada de su finalidad por la ceguedad de la época, ha invertido los términos de la relación: no estamos más en presencia de una economía de consumidores, sino de una economía de productores. Éste es el resultado inevitable de las influencias combinadas del liberalismo y del socialismo, ellas mismas acrecentadas por una horrorosa política de partidos y de clases. El mundo económico está al revés: no se produce ya para consumir, se consume para producir. El horroroso despilfarro que se sigue, se ostenta ante nuestros ojos. Pero hay más grave: una economía de productores, de ligas patronales y de sindicatos obreros, provoca un enorme parasitismo de la economía, complicado a su vez por el fantástico parasitismo del Estado que las coaliciones de intereses productores provocan sin tregua en un régimen “democrático” falseado. La verdad económica previa –concluye el Catedrático belga– está ahí. Lo económico debe ser recolocado en su finalidad auténtica y objetiva: el servicio del consumidor de carne y hueso. Añado: de carne y hueso, porque las colectividades no consumen sino cifras y estadísticas; sólo el ser humano, lastrado de materia, consume bienes materiales…». (Todos los subrayados son suyos).

En la misma página en que Even transcribe estas frases de Marcel de Corte, incorpora también aparte una exposición sucinta sobre el Crédito Social redactada a petición de la Cámara de Comercio Juvenil del Distrito de Montreal y que había aparecido en el número de marzo de la revista mensual Initiatives, portavoz de dicha institución.

«El Crédito Social –comienza explanando el publicista católico– propone el establecimiento de un régimen económico y social en el cual cada persona pueda, sin perjuicio de su libertad, disfrutar de la seguridad absoluta, es decir, tener la garantía de al menos lo necesario para responder a las necesidades esenciales de la vida». Frente a esta meta, Even bosqueja seguidamente los obstáculos que a ella opone el defectuoso mecanismo del presente «orden» monetario: «Este fin es contrariado por ciertos vicios fundamentales del sistema financiero actual: 1. Actualmente, toda expansión monetaria necesitada por la expansión económica se hace por emisiones bancarias de crédito prestado a interés. Los reembolsos encaminan los créditos hacia su extinción, dentro del sistema bancario. Como la carga de interés impone reembolsos superiores a las emisiones, el mantenimiento de las actividades económicas necesita de otros empréstitos igualmente cargados de interés. El efecto es doble: la inflación de los precios, para pagar ese alquiler del dinero; la acumulación de deudas, industriales y públicas, colectivamente impagables. 2. No hay equivalencia ni concordancia de tiempo entre los precios atados a los productos a medida que salen de la industria y el poder de adquisición distribuido a los individuos en el curso de su producción. Ahora bien, el sistema financiero actual no tiene nada para corregir esta discrepancia tanto en volumen como en velocidad de flujo. 3. Las fuentes de energía, los inventos, los progresos en las técnicas de producción, la mecanización, la motorización y pronto la automatización, aumentan el raudal de productos disminuyendo mientras la necesidad de trabajo humano. Ahora bien, el sistema actual continúa ligando el ingreso al empleo, en lugar de ligarlo al raudal de productos y de hacer a todos los ciudadanos, contratados o no, beneficiarse de los frutos del progreso. El progreso en la producción, resultante de la suma creciente de conocimientos transmitidos de una generación a otra, es una herencia común. Esta herencia común es un capital real; es incluso el factor preponderante de la abundante producción moderna. Ahora bien, este hecho es desconocido en el modo actual de distribución y reparto de la riqueza producida».

Economía circular en la existente constitución socioeconómica capitalista-tecnocrática

En el Gráfico 1 se puede observar un esquema elemental de cómo se verifica la circulación de precios y poder adquisitivo en nuestro presente modelo económico imperante, tal como la propicia la política preconizada por la red bancaria adjunta que lo acompaña. Antes de pasar a formular algunos de los remedios financieros aconsejados para la rectificación de la estructura económica, y a fin de ilustrar mejor la idoneidad de los mismos, Louis Even asienta en primer lugar los principios esenciales que caracterizan a todo orden socioeconómico.

«Los correctivos propuestos por el Crédito Social –señala nuestro hombre– reposan sobre dos postulados, enunciados por el ingeniero escocés C. H. Douglas, fundador de la escuela creditista: 1. El crédito financiero debe reflejar exactamente el crédito real. El crédito real es la capacidad física de producir y entregar bienes que respondan a las necesidades. El crédito financiero, el dinero bajo todas sus formas, debe, pues, conformarse a ese crédito real: ser emitido a medida que la producción se realiza, y no ser llamado de vuelta sino según el consumo, la depreciación o la destrucción de riqueza producida. Un problema puramente financiero es, pues, colectivamente injustificable. Todo lo que es materialmente ejecutable para responder a las necesidades, públicas o privadas, de la población, debe, por el mismo hecho, hacerse financieramente posible. 2. El coste real de la producción, es el consumo. Se capta fácilmente esta verdad si se hace abstracción del aspecto financiero para no considerar sino el aspecto real. Es lo que ha habido que usar de materiales, de energías humanas o provenientes de otras fuentes, lo que ha habido que suministrar de trabajo humano o mecánico, consumir de bienes de todo tipo, para producir una cosa: esto es lo que constituye el coste real de esa cosa. Si, pues, de una parte, el valor contable de toda la producción nacional, pública o privada, en el curso de un año, es, digamos, de 32 mil millones; y si, en el mismo tiempo, el valor contable del consumo de todo tipo ha sido de 24 mil millones, es preciso concluir que el coste real de la producción no es de 32 mil millones, sino de 24 mil millones, o sea 3/4 solamente de su valor contable. Y si se quiere que toda esta producción sea accesible a los consumidores, para quienes ella se hace, es preciso concederla a los consumidores a 3/4 de su precio contable. Concederles un descuento general del 25 por ciento… compensando mientras de otra fuente al mercader, o al productor, obligado a recuperar el precio contable».

A continuación, Even plantea, en correspondencia con los fundamentos expuestos, las siguientes proposiciones financieras: «El Crédito Social propone, pues, en materia financiera: 1. Que se establezca una Oficina Nacional de Crédito, que muy bien podría ser el Banco de Canadá, cuya función sería conformar así la finanza a las realidades de la producción y del consumo. 2. Que la Oficina Nacional de Crédito emita, sin carga de interés, los créditos nuevos necesarios para financiar toda producción nueva, debiendo estos créditos ser retornados y anulados al ritmo del consumo de la riqueza producida. 3. Que los precios contables de los productos continúen siendo establecidos por los productores mismos; pero que un descuento general sea concedido al consumidor al momento de la venta al por menor, según el cálculo arriba indicado, compensando las sucursales de la Oficina Nacional de Crédito la diferencia a los mercaderes mediante presentación de sus comprobantes de venta. 4. Que un dividendo periódico sea concedido, sin condición, a cada ciudadano, empleado o no, a título de co-capitalista del más grande factor de producción moderna. Este dividendo debería ser al menos bastante elevado para que, en conjunción con el abajamiento de precios por el descuento compensado, permita a cada persona al menos lo necesario para vivir. El dividendo crecería, por lo demás, a medida que la producción exija menos trabajo humano. El progreso, en lugar de crear problemas de contratación íntegra, engendraría ocios, o actividades libres, manteniendo mientras un ingreso íntegro para procurarse los frutos de la producción».

Economía circular en una constitución socioeconómica de Crédito Social

En el Gráfico 2, también de manera elemental, se pueden comprobar los pequeños ajustes financieros que se llevarían a cabo, de acuerdo con las medidas sugeridas, en orden a conseguir que el sistema económico pudiere cumplir con su debida finalidad, tal como es profesada por la Doctrina Social de la Iglesia, intérprete auténtico del derecho natural. Louis Even, en fin, remataba su breve explicación con estas palabras: «Este nuevo modo de distribución y reparto de la riqueza no expropia a nadie y no nacionaliza de ninguna manera los medios de producción. Es conforme a la vez con la lógica y con el humano. Pero contrasta tanto con los métodos actualmente aprobados, que no sabría instituirse sin primeramente ser conocido y aceptado. Choca también de frente con la dictadura del dinero».

Félix M.ª Martín Antoniano         

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