
Para el tiempo en que escribo esto y se publique este artículo, ya habrá pasado el día festivo la Virgen de La Altagracia, Patrona y Reina del pueblo dominicano, lo cual es el 21 de enero. Está fiesta es probablemente la más importante en nuestro país después de la independencia, porque está Virgencita de la ciudad de Higüey actúa como una de las bases fundamentales de la unidad nacional. En cada rincón de este país te encontrarás su imagen y cuestionar su reinado es como cuestionar la Dominicanidad en sí. La Reina Altagraciana fue la primera advocación mariana de América, llegando a nuestras tierras en el año 1506. Desde entonces, ella ha permanecido con nosotros y nos ha dotado de cientos de miles de milagros, varios de estos siendo protegiendo nuestra catolicidad e Hispanidad frente a invasores extranjeros que nos han querido dominar. El historiador y expresidente Manuel de Jesús Troncoso resalta que «ninguno como él [El pueblo dominicano] en América había luchado tanto frente a ingleses, franceses y holandeses para conservarla; amaba y practicaba la tradición española», a lo largo de los siglos fuimos la espada de la contrarreforma americana luchando contra protestantes anglo-holandeses y revolucionarios franco-haitianos.
Pero a pesar de que estos enemigos al final se fueron de nuestras costas, una nueva potencia extranjera aún más grande e imponente tomó su lugar: la República anglo-protestante de los Estados Unidos. Desde que este país empezó a implementar su «Doctrina Monroe», fuimos de los primeros en ser codiciados para su Imperio ultramarino. Esta codicia resultó en la brutal ocupación del 1916, con motivo de la cual el pueblo dominicano coronó a la Virgen de La Altagracia como la expresión más alta de la Dominicanidad contra el protestantismo norteamericano de los Estados Unidos. Pero ya la ocupación estadounidense tenía sus orígenes mucho antes del 1916, ya desde el siglo XIX teníamos caudillos que quisieron anexarnos a esta potencia y no tenían escrúpulos con rendir nuestros usos y costumbres ante la máquina modernizadora por alguna seguridad temporal, el más famoso siendo Buenaventura Báez.
A pesar de que este señor y sus seguidores antiguos ya han desaparecido su espíritu vive todavía en la cultura del país como una alternativa a la auténtica tradición católica e hispánica y se ha vuelto a expresar de manera abierta en reacción a los recientes sucesos políticos y culturales en Estados Unidos de los últimos años. Estas tendencias de amar y copiar lo extranjero suelen ser referidas como «Complejo de Guacanagarix» (En referencia al cacique taíno que le dio la bienvenida a Cristóbal Colón). Pero este término, sin mencionar que es una calumnia histórica basada en historiografía romántica, no es la correcta para referirse al problema. El término «Neo-Baecismo» sería más adecuado como el problema es una auténtica continuidad de las tendencias que encarnó este caudillo. Si esta tentación no se estudia y elimina, será el desastre más grande del siglo para el país.
Para poder entender porque es que este tipo de pensamiento y tendencias culturales son tan comunes en la sociedad dominicana, es importante que definamos primero cómo se manifiesta este entreguismo político y espiritual. Durante la historia dominicana, las afinidades a Estados Unidos siempre tienen sus orígenes en una pérdida de fe en la comunidad política. En vez de buscar una manera de renovar lo perdido en el ambiente político, jurídico y espiritual, se busca consuelo en las ventajas que puede proveer la República anglo-norteamericana para poder traer algún beneficio material, político o económico. Irrelevante de que se sacrifiquen las costumbres y tradiciones auténticas y que se reduzca el legado de la civilización católica-hispánica a un mero dato histórico de otra época como las ruinas del Coliseo o el Partenón.
Ya para la segunda mitad del siglo XIX con el fin de su guerra civil, los Estados Unidos estaba ansioso de volver a imponer su dominio sobre la América Hispánica. Es en esta época que las tendencias pro estadounidenses empezaron a tomar una forma más concreta y se encarnaron en la forma de Buenaventura Báez. Báez fue lo que pudiéramos describir como un puro oportunista, este no tuvo ningún escrúpulo en cambiar de discurso y bando cuando le convenía. Durante su vida política pasó de ser colaborador con los haitianos, independentista liberal, antiliberal reaccionario, populista, etc. Fue rival feroz de Pedro Santana, caudillo ilustre que nos redimió del yugo haitiano y que luchó por los principios de la Monarquía Católica. Cuando este estuvo en el campo de batalla luchando contra liberales y las autoridades isabelinas, Báez se quedó en España esperando las condiciones correctas para volver al poder. Cuando la República fue restaurada en 1865, Báez ya había vuelto a entrar a la política para asegurarse de sus intereses.
Vale la pena mencionar que ya antes de Báez volver a la presidencia habían planes de darle concesiones políticas y económicas a Estados Unidos. El presidente José María Cabral, denominado «independentista» y «restaurador de la República» por la historiografía liberal, estaba en negociaciones con el Presidente Andrew Johnson para cederle la Península de Samaná a EE.UU. en cambio por protección militar contra España, seguramente justificado ideológicamente por los supuestos valores republicanos de esta país. Báez tomó este proyecto y lo llevó hacia su conclusión lógica: Anexión y control total de Santo Domingo a los Estados Unidos. Este proyecto le hubiera dado control total a comerciantes americanos que se habían apoderado de gran partes del territorio nacional bajo el gobierno de Báez y hubiera garantizado la libertad de la comunidad protestante en la isla. Para promover esta iniciativa, Báez ordenó a sus aliados promover el dominio estadounidense al pueblo, resaltando los supuestos beneficios políticos (protección contra Haití) y económicos que trajera (nás exportaciones a mercados extranjeros).
En reacción a este hecho, una coalición de intelectuales liberales y caudillos conservadores católicos antiestadounidenses se alzaron contra Báez. Los liberales al final fueron exitosos en usurpar y controlar el liderazgo del bando antibaecista, el tratado de anexión falló en el senado estadounidense y varios caudillos baecistas se alzaron contra su líder. A pesar de que los liberales estaban de acuerdo en eliminar la tradición católica e hispánica en el país, prefirieron hacerlo con un entreguismo suave que guardaba sus intereses, copiando la cultura de la República Francesa y dando concesiones económicas a los Estados Unidos.
Enrique Joaquín Lithgow Félix
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