Obituario: el obispo Richard Williamson

Don Sixto Enrique de Borbón, único miembro de una casa real que asistió a las consagraciones de 1988, siempre mantuvo con él, como con los demás obispos, las cordiales relaciones que procedían de la venerable figura del arzobispo Lefebvre

No es fácil resumir de modo equilibrado la biografía del obispo inglés Richard Williamson, que ha fallecido por un derrame cerebral a los ochenta y cuatro años. Converso a la Iglesia Católica desde la secta anglicana, entró en el seminario de Écône, en Suiza, donde fue ordenado sacerdote en 1976 y luego consagrado obispo en 1988 por el arzobispo Marcel Lefebvre. Al tratarse de consagraciones sin mandato, más aún, contra la expresa prohibición de la Sede Apostólica, determinaron la excomunión de consagrante y consagrados. Sin embargo, pese a lo que tantos dijeron y siguen repitiendo con poco discernimiento, no tuvieron intención cismática. Benedicto XVI, en 2009, levantó dichas excomuniones al tiempo que promulgaba el Motu proprio Summorum pontificum, para facilitar la celebración del rito romano tradicional, «que nunca fue abrogado», lo que –según intérpretes autorizados– significaba «que no podía serlo». Sin embargo, ese momento, que hubiera sido –pese a los problemas evidentes que levantaba el documento romano y que no es del caso examinar aquí– ocasión feliz para la Hermandad de San Pío X, se tornó contrariamente en ocasión de fractura. Y el obispo Williamson fue el protagonista de la misma.

El odio del modernismo hacia la obra de Marcel Lefebvre y la misa tradicional se valió de una artimaña que a la postre se demostró útil para profundizar su división interna. Una entrevista del prelado inglés en la televisión sueca, celosamente guardada para la ocasión, fue difundida entonces, creando nuevas tensiones con Roma y en la propia congregación a cuenta de sus juicios sobre el llamado «holocausto» judío de la Segunda Guerra Mundial. Son muchas las cosas que podrían decirse también del asunto, respecto del que el obispo Williamson cultivó siempre una especial sensibilidad, pero en esta ocasión cayó en una celada que desgraciadamente pasó factura a la Hermandad de San Pío X. Se enconaron en su seno divergencias estratégicas y quizá también doctrinales. Y Williamson salió de la misma, aunque cabría usar también otros verbos, congregándose en su torno algunos descontentos. No parece que hubiera verdadera cohesión más allá de la incomprensión con el obispo Fellay, otro de los consagrados en 1988, a la sazón superior general de la Hermandad, de temperamento menos efervescente. Richard Williamson comenzó entonces una campaña contra ésta, que a su juicio habría abandonado el espíritu de su fundador, y animó una nueva Unión Sacerdotal San Marcelo, conocida coloquialmente como «la Resistencia». A partir de 2015 procedió a nuevas consagraciones sin mandato, en un contexto distinto del de 1988, pero que ponen a las claras el problema de las mismas, valiéndole una nueva excomunión.

Políglota y de gran sensibilidad literaria y artística, fue profesor en los cuatro seminarios de la Hermandad de San Pío X. En el de lengua alemana de Zaitzkofen, francesa de Écône, inglesa de Winona y castellana de La Reja. De los dos últimos fue rector. Inteligente y carismático, el más brillante de los obispos consagrados por Marcel Lefebvre, el cardenal Castrillón, prefecto de la Comisión pontificia Ecclesia Dei, nunca negó su preferencia por él como interlocutor. Aunque parezca paradójico. S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, único miembro de una casa real que asistió a las consagraciones de 1988, siempre mantuvo con él, como con los demás obispos, las cordiales relaciones que procedían de la venerable figura del arzobispo Lefebvre, de quien fue amigo su padre Don Javier I. Fue también amigo personal de nuestro llorado Luis Infante desde que ambos se conocieron en el seminario internacional de la Hermandad en Estados Unidos, cuando aquél probó su vocación.

Descanse en paz. Y que el Señor al que sirvió se digne, como tiene prometido, asistir a su Iglesia en estos tiempos de crisis que parece no cesar sino agravarse.

Agencia FARO

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