El presidente asceta

La situación no sería alarmante si el país no estuviera atravesando una gravísima crisis militar y humanitaria 

Petro. AFP

A Gustavo Petro no le bastó la humillación que le propinó el recién posesionado presidente de los Estados Unidos. En un arranque que pareciera del más refinado espíritu penitencial, se empeña en negar su propio yo, exponer sus flaquezas y así pasar terribles vergüenzas ante sus connacionales.

Las consecuencias de la más reciente persisten todavía. El gobierno nacional, el del Cambio (de ministros), se quedó en poco más de una semana con siete altos cargos vacantes por la renuncia de sus titulares. ¿El origen? El bochornoso espectáculo del consejo de ministros transmitido por la televisión pública el pasado 4 de febrero, en el que el impresentable Armando Benedetti fue presentado como jefe de despacho presidencial.

Su no tan sorprendente nombramiento ─habida cuenta de lo valioso que es su silencio para Petro─ causó grandes malestares dentro del gobierno, lo que desembocó en la desbandada de ministros, de los que poco a poco se van conociendo los reemplazos.

La situación no sería alarmante si el país no estuviera atravesando una gravísima crisis militar y humanitaria sin un ministro de defensa que le hiciera frente; y si el presidente al menos diera muestras de querer recomponer el panorama. Pero hoy por hoy prima, como siempre, el narcicismo presidencial, que sin embargo le ha jugado malas pasadas a Petro, haciéndole degustar las vejaciones que envidiaría cualquier santo de la Iglesia.

Colombia, mientras tanto, tendrá que seguir soportando los caprichos de sus gobernantes con una fortaleza que parece propia de un pueblo de bienaventurados, el cual espera con ansias las buenas nuevas que ha de traerle su presidente al regreso de su viaje por los Emiratos Árabes Unidos, cuyos dólares persigue con verdadera pasión.

Juan Manuel Sánchez

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