Ha sido noticia la participación de una señora de la comunidad anglicana en una concelebración según el novus ordo missae posterior Concilio Vaticano II, que tenía lugar con motivo de la toma de posesión del nuevo obispo de la diócesis de Chapecó, en Brasil. La mujer acudió al acto disfrazada de sacerdote y llegó a actuar como si fuera concelebrante en el rito. También comulgó, sin que ninguno de los sacerdotes presentes osara «faltar a la caridad» al indicarle un lugar más apropiado para ella. Tal vez no era posible, cuando el propio obispo señalaba el carácter ecuménico de la celebración, durante la cual prometió defender la fe y la disciplina eclesiástica, a la vez que se cometía, al menos, un presunto delito grave contra ésta. Algunos medios conservadores señalan lo sucedido como un caso aislado.
Este podría sería el momento de reconsiderar la importancia a estos efectos prácticos de la orden menor del ostiariado, ignorada en los seminarios católicos. En estos tiempos de crisis en la Iglesia invocamos a la Virgen María, vencedora de todas las herejías, y recomendamos la relectura del brillante artículo «Frente a la soberbia de las feministas, la humildad de las margaritas».
Agencia FARO
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