El estrangulamiento del Principado

F. Nadeu

Recientemente, la mal llamada Generalidad de Cataluña ha decidido mantener sin cambio las drásticas restricciones para el resto de las Navidades. Éstas estarían destinadas a restringir la relación y comunicación entre los habitantes del Principado, so pretexto de frenar la extensión del coronavirus.

Estas medidas no son sino un elemento más de la construcción del Nuevo Orden Mundial masónico, ahora ya desbocada. Una construcción que se guía por la conocida máxima del solve et coagula (disuelve y cuaja). Primero, disolución de los restos sobremanera maltrechos que aún quedaban de la antigua España: los lazos familiares y sociales, junto con la sombra desleída de la verdadera religión (v.g. la celebración de la Navidad). Con propósito de cuajar, a partir de la disolución, un acatamiento irracional y esclavo al poder revolucionario, que se pretende la única potestad superior en la vida del individuo.

Es cosa manifiesta que los vínculos familiares, sociales y comunitarios, son una sombra de lo que otrora fuera una sociedad bien trabada. Pero todavía conservan de alguna manera la virtud de facilitar la reconstrucción de los cuerpos intermedios, por ser su punto de partida. A día de hoy, la única vinculación permitida entre los moradores de nuestro Principado son la contribución a las coerciones totalitarias del estado, el separatismo y el Barça. Por su parte, la sombra desleída de la religión católica es aún un recuerdo de qué fue lo que unió dichos lazos familiares y sociales en la sociedad orgánica de la Cristiandad.

El acatamiento irracional y absurdo al poder revolucionario requiere de una previa renuncia, explícita o tácita, al ejercicio de la razón y del principio de no contradicción. Sólo una renuncia tal explica la aceptación social, por un lado, del atroz crimen del aborto y la recién aprobada eutanasia. Y, por otro, la aceptación de las restricciones soviéticas, con motivo de un virus que deja indemne a más del 90% de la población, según los datos oficiales; pues puede conducir a la muerte a algunos pocos de los que lo contraigan (nunca tantos como infantes asesinados). Sólo eso explica la aceptación de unas pretendidas vacunas contra dicho virus sin ninguna garantía de fiabilidad ni conocimiento de sus efectos secundarios, en lo que será un gigantesco experimento médico; junto con la exención de ponérselas a quienes presenten alergia a alguno de los componentes del fármaco.

¿Qué salvación queda para nuestra patria, sino implorar al Cielo el restablecimiento de las fuerzas del requeté?

Lucio Cisneros, Círculo Tradicionalista Ramon Parés y Vilasau