Breve semblanza del Emperador Carlos de Austria-Hungría

Tras el fallecimiento de Francisco José I en 1916, se convirtió, en medio de los horrores de la guerra, en emperador de Austria y rey de Hungría

Carlos I de Austria y IV de Hungría nació el 17 de agosto de 1887 en la Baja Austria. Fueron sus padres el Archiduque Otón (1865-1906), miembro de la Casa de Habsburgo-Lorena (cuyas raíces se remontan al matrimonio del Duque Francisco III de Lorena —luego emperador del Sacro Imperio— con la Reina María Teresa de Habsburgo), y la Archiduquesa María Josefa de Sajonia, de la Casa de Wettin.

El Archiduque Carlos recibió desde su infancia una educación religiosa de primer orden, a la que después se añadiría una esmerada formación académica y militar, que lo prepararía para la dignidad que le tenía reservada la Divina Providencia.

Conoció a su futura esposa, Zita de Borbón Parma, cuando era todavía niño. Gracias a la mediación de la Archiduquesa María Teresa de Braganza (hija del Rey Miguel I de Portugal, y por lo tanto hermana de Don Miguel II, de la Reina Doña María de las Nieves de España y de Doña María Antonia, Duquesa de Parma y madre de Zita), pudo retomar, ya pasados los 20 años, su amistad con la infanta española, con la que finalmente contrajo matrimonio en 1911, en una ceremonia presidida por el Emperador Francisco José I y a la que asistió el Rey Don Jaime I. Con ella formaría una familia ejemplar, verdadera imitación del hogar de Nazaret.

Las muertes del Archiduque Rodolfo (hijo del Emperador) en 1889, de su abuelo el Archiduque Carlos Luis (hermano del Emperador) en 1896, de su padre Otón en 1906 y de su tío Francisco Fernando (hijo mayor de Carlos Luis) en 1914 hicieron recaer en Carlos la sucesión a la doble corona, precisamente cuando estaba por estallar la I Guerra Mundial.

Tras el fallecimiento de Francisco José I en 1916, se convirtió, en medio de los horrores de la guerra, en emperador de Austria y rey de Hungría. A pesar de los esfuerzos que hizo para reformar el Imperio heredado y para alcanzar la paz por todos los medios posibles, incluso a través de sus cuñados a Sixto y Javier de Borbón Parma, sólo contó con el respaldo efectivo del Papa Benedicto XV. Finalmente la guerra y el Imperio llegaron a su fin en 1918, aunque el Emperador nunca abdicó ni renunció a los títulos y honores que le eran debidos.

Exiliado en Suiza, intentó en dos ocasiones —ambas en 1921— restaurar la Monarquía, pero no tuvo éxito. Debido a esto fue nuevamente desterrado, esta vez a la isla de Madeira, donde finalmente se asentó junto con su familia en la Quinta do Monte, que le habían prestado por caridad, pero que no estaba en las mejores condiciones.

La humedad de su nuevo hogar contribuyó a que empeorara la neumonía que contrajo un día de marzo, cuando salió a buscar un regalo para el cumpleaños de su hijo el Archiduque Carlos Luis. Tras varios días de enfermedad soportada con cristiana resignación, murió santamente el 1 de abril de 1922, a sus 34 años de edad, rodeado de su familia y de la pequeña corte que lo había seguido al exilio. Pocos minutos después de su muerte, la Emperatriz, que vestiría de riguroso luto hasta el fin de su vida en 1989, rindió homenaje a su primogénito Otón como nuevo jefe de la Casa de Habsburgo-Lorena y emperador de Austria y rey de Hungría, aunque andando el tiempo él mismo renunciaría a tales títulos.

Carlos, dedicado padre de familia, tuvo ocho hijos en sus casi once años de matrimonio con Doña Zita: Otón (1912-2011), Adelaida (1914-1971), Roberto (1915-1996), Félix (1916-2011), Carlos Luis (1918-2007), Rodolfo (1919-2010), Carlota (1921-1989) e Isabel (1922-1993).

Estando ad portas de la muerte, y podría decirse con seguridad que del Cielo, el Emperador afirmó que su empeño fue conocer siempre, y en todo, la Divina Voluntad, y seguirla de la manera más perfecta.

Que el Bienaventurado Carlos ruegue por la restauración de la Monarquía tradicional, si es ésa la voluntad de Dios.

Juan Pablo Timaná, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas de Medellín

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