
En la tarde del pasado domingo 30 de marzo, en la ciudad de Valencia, el Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta llevó a cabo su reunión mensual de formación política. En esta ocasión, como se había anticipado, hicimos una pausa en la lectura y comentario del libro de Jean Ousset, y consagramos una sesión monográfica al egregio carlista valenciano Antonio Aparisi y Guijarro. Precisamente el día anterior, sábado 29, se cumplía el 210º aniversario de su natalicio.
Tras la oración habitual al Espíritu Santo, el presidente del Círculo dedicó unos minutos a contextualizar y encarecer la importancia del homenajeado, destacando no sólo su relieve histórico sino especialmente la actualidad de su pensamiento y de su ejemplo político, subrayando que su llegada al Carlismo fue tan orgánica como sosegada: aunque se produjo ya en sus años de madurez, y en un clima altamente revolucionario que sirvió de catalizador, no fue sino la consecuencia natural de su vivencia íntegra y sincera de su fe católica, de su amor a España y de su íntimo sentido de la justicia. Que se fundieron en perfecta síntesis y le condujeron a encarnar su connatural tradicionalismo —el lema Dios, Patria, Fueros y Rey que implícitamente siempre había defendido— en la Causa personificada por la dinastía legítima, pues estudió en profundidad la cuestión dinástica y dio a la estampa un opúsculo que hoy sigue siendo de referencia. A continuación, presentó a los oradores y sus ponencias: nuestro leal correligionario Antoni Sala, que se estrenó brillantemente en la plaza con una trabajada semblanza humana de Aparisi; y el Rvdo. P. Juan Retamar, que nos ofreció algunas de las claves políticas más importantes para captar mejor el valor de sus escritos y discursos, extrayendo corolarios de grandísima vigencia.
En cuanto a la primera exposición, A. Sala —siguiendo un texto de Miguel Ayuso y unos extensos apuntes biográficos de León Galindo—repasó prácticamente todos los períodos biográficos de don Antonio, desde su niñez hasta su muerte en noviembre de 1872. Aderezó a cada paso su intervención con anécdotas que ilustraban, en los pequeños detalles, grandes cualidades de Aparisi: como su arraigado amor por el Reino de Valencia y sus particularidades locales, su excelencia como jurisprudente, orador y escritor, su temprana afición a la literatura y, sobre todo, su caballerosidad cristiana, su visión trascendente de la acción política, su desprecio a las riquezas y la ardiente caridad que le consumía siempre al servicio de los pobres, consciente de que la voladura de la Tradición los había dejado a la intemperie, sin abrigo institucional, al albur de la prepotencia del Dinero, desencajados de los cuerpos sociales que antaño les dieron arraigo.
Por su parte, el P. Retamar comenzó su discurso recordando las críticas de Aparisi hacia la insinceridad del liberalismo: sus ideas y realizaciones (en realidad, destrucciones) históricas no sólo son extrañas a la tradición española, sino que se han servido de planteamientos sofísticos y de usurpaciones terminológicas. Así, a guisa de ejemplo, el gran legitimista levantino denunció siempre la confusión entre las auténticas Cortes, representativas y libres, con el moderno parlamentarismo; o entre la libertad cristiana y la abstracta Libertad revolucionaria que no puede dar sino esclavitud, centralismo de mayor o menor radio y disensiones ideológicas sin cuento que, sin embargo, socavan de consuno las libertades concretas (municipales, regionales, corporativas) y la ley moral dada por Dios, despreciando la naturaleza humana y la constitución histórica de los pueblos.
El tramo central de la ponencia se articuló por medio de unas glosas a algunos de sus textos y discursos sobre la sociabilidad natural del hombre, los fines del poder, las formas de gobierno y la vinculación íntima entre España y su Monarquía. Se incidió también en el uso flexible y análogo, no unívoco, que hizo Aparisi del concepto de patria, lejano a cualquier nacionalismo y amante de la variedad foral en su unidad católica y monárquica.
Por último, esta segunda disertación se cerró con la visión que tenía Aparisi y Guijarro sobre la Causa carlista: sus móviles profundos (como continuadora de «la España de nuestros padres», que moriría si aquélla muriese) y su misión providencial («salvar a España cuando aparezca a los ojos de los hombres que no hay para ella humano remedio», pues «la cuestión carlista es más, mucho más que una cuestión política: es una cuestión social y religiosa; […] y, si es lícito usar de una frase atrevida, no sólo están interesados los hombres, sino que lo está Dios mismo»). Pero también sobre sus enemigos, y especialmente el peor de ellos, por ser enemigo interno: el mes que viene.
Un entretenido turno de tertulia propició que algunos correligionarios apuntaran interesantes comparativas entre el contexto político del último Aparisi, el que inmediatamente le siguió, y el que hoy vivimos. Se formularon, en fin, relevantes consideraciones sobre el sentido de nuestra acción tradicionalista, extraídas de la rica cantera de lecciones prudenciales que nos da la historia del carlismo. Tras la oración final a San Miguel Arcángel, y aunque el tiempo cuaresmal aconsejaba que, simbólicamente, nos abstuviéramos de nuestro habitual refrigerio, ello no obstó a que prolongásemos más distendidamente las conversaciones amicales, que fueron como un eco de las magníficas doctrinas que aquella tarde dieron luz y calor a nuestras mentes.
Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta
Deje el primer comentario