
El olmo o negrillo es un frondoso y tradicional árbol que todavía persiste ampliamente en España, pese a los ataques que sufrió por parte de la devastadora desamortización liberal y a la enfermedad de la grafiosis, de origen asiático. Las olmedas o alamedas constituyeron grandes extensiones en las vegas de los ríos españoles, a menudo comunales y adehesadas para albergar a los rebaños trashumantes y a los animales de labor, así como para suministro de productivos pastos y forrajes y utilísimas maderas. También se plantaba a lo largo de los caminos, cañadas y avenidas, como apreciado árbol de sombra para refugio de caminantes y descanso de animales. Este precioso árbol, conocido también con los bellos vernáculos de álamo negro, oma, um, aumiser, zumarra, ulmeiro y l´uelmu, formaba parte de uno de los pilares auténticos de la cultura y el paisaje tradicional de las Españas. En multitud de localidades las monumentales olmas, grandes y venerables árboles, constituían el punto de encuentro, fiesta y reunión del concejo, centro de las decisiones y buen gobierno local. Por eso, los aguafiestas de los masones, que se autodenominan «hijos de la acacia», emprendieron una intensa campaña de desprestigio contra la olma concejil, emblema del régimen tradicional, para sustituirla masivamente por el árbol exótico y modernista. Ciudades como Madrid fueron testigos de la imposición general, abusiva y casi maniática de estas leguminosas arbóreas.

En estos días cuaresmales, el olmo cuaja su copa de verdes y tiernas sámaras, buscadísimas por aves diversas antes de convertirse en «empanadillas» voladoras. Desde verdecillos, jilgueros, pardillos y verderones hasta palomas torcaces, llenan sus buches con esta deliciosa y prolífica verdura hasta extremos sorprendentes. También ardillas y lirones consumen este fruto de las copas del bosque, mientras cabras, corderos y corzos aprovechan para ramonear las partes bajas. Los niños de toda España degustaban sus verdes frutos, conocidos en Castilla como paniquesillo, pajaritas o pan y vino, panqueixu en el Reino de León, chipi chapa en la Rioja y Navarra, palomicas y palominas en Extremadura, etc. Pero no solo era una golosina. Este suculento maná forestal es perfectamente comestible y saludable, exquisito para muchos y superalimento, con gusto más intenso que cualquier lechuga y un suave toque a nuez. Fáciles de recolectar a modo de «ordeño», sorprenden por su textura y aroma. Y por algo se sirven hoy en ensalada en restaurantes de postín a modo de «nuevos sabores». Se consumen las sámaras verdes, antes de que se sequen y se dispersen por el viento, aderezadas con aceite, sal y vinagre y acompañadas de olivas, alcaparras, espárragos, etc. También se consumen cocidas como verduras a modo de espinacas. Pero lo más asombroso es que todas las partes del olmo, no solamente las sámaras sino sus hojas, corteza, etc., poseen un probado valor saludable y medicinal contra bacterias, virus y cáncer. Constituyen, por ejemplo, un valioso antibiótico natural frente a las bacterias productoras de enfermedades como tuberculosis, acné, etc. La utilización tradicional de las hojas de negrillo como forraje para el ganado porcino no era solo un mata hambre, pues limita de modo natural los perniciosos ataques de Streptococcus suis, microbio que afecta gravemente a estos animales domésticos. Este es uno de los grandes valores saludables del olmo que en la actualidad se está estudiando científicamente en muchos centros de investigación del mundo.
La mayor parte de las enormes olmedas comunales, como el Soto de Santillana de la ciudad de Palencia, de más de 4000 ha, se privatizaron de modo sobrecogedor y se talaron y roturaron sin misericordia tras la perversa desamortización del desestabilizador Madoz. Al venderse en el siglo XIX, los nuevos propietarios, injustamente favorecidos por el régimen liberal y sin escrúpulo alguno, destruyeron hasta la raíz estas dehesas de recursos múltiples y colectivos para pagarlas. Se convertían, de la noche a la mañana, en nuevos ricos, poderosos y crueles caciques defensores del régimen advenedizo. Sin embargo, a veces, las viejas cepas y setos residuales de olmo rebrotan y fructifican recordándonos esta y otras muchas riquezas de los montes productivos tradicionales.
Juan Andrés Oria de Rueda de Salgueiro, Círculo Tradicionalista Lirio y Burgoa
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