
Hace un tiempito comenté en una nota para La Esperanza que un bendito había sido propuesto para ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; y que yo esperaba, deseaba, que no pasara de eso, de la propuesta del Presidente de la República.
Pues bien: a la espera de que se aprobara el pliego de Manuel García Mansilla, el economista Milei, que funge de patrón del Estado argentino y patrono de los libertarios descerebrados del mundo, aprovechó el revuelo y lo metió por decreto en ese Alto Tribunal, designándolo en comisión desde fines de febrero de este año y hasta tanto se resolviera la burocrática maniobra institucional.
Según la constitución argentina los jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación son designados por el Poder Ejecutivo con el acuerdo del Senado. En el día de ayer, abril 3, el Senado rechazó por abrumadora mayoría el pliego de García Mansilla y del otro candidato de Milei, el juez federal Gabriel Lijo. Lijo seguirá como juez federal, cargo que hasta el presente ejerce; y García Mansilla ¿qué? ¿Seguirá en la Corte el que entró por el sumidero?
El debate constitucional da para cualquier cosa, porque la Argentina tiene una constitución que —como cualquiera otra— da para esa «cualquier cosa». Por caso: que se nombren por decreto jueces en comisión en la mismísima Corte Suprema. La constitución nada dice pero lo permite y la práctica así lo abona. Entonces hoy en día hay un señorito de «la Obra» apoltronado en unos de los sillones del Tribunal máximo, sin acuerdo del Senado y únicamente por el decretazo del patrón y patrono Milei.
¿Seguirá en la Corte hasta tanto alguien lo saque a patadas en el trasero? ¿Esperará que lo remuevan por un juicio político? ¿Buscará aliados que lo sostengan de facto ya que no de iure? ¿Se irá triste, solitario y final a su cueva universitaria? Como dijo el gringo: «Chi lo sa».
Lo que sí se sabe es que merced al decretazo del patrono y patrón, el señorito de «la Obra» se ha apresurado a llenar sus alforjas con los billetes argentinos que el Presidente en ejercicio calificó de «excremento». Y nunca mejor dicho y jamás mejor aplicado: por traicionar la constitución, traicionar a su colega Lijo, apresurarse a sentenciar sin la autoridad que le viene de arriba, y dejarse ganar por el innoble apetito de Mammon, resulta que García Mansilla tiene los bolsillos llenos de … mierda.
Siempre los políticos —argentinos, para no generalizar— acaban mostrando «la hilacha». En este caso, los mugrientos calzones de García Mansilla quedaron al descubierto. Que regrese a su cátedra de la Universidad Austral y siga mostrando que se puede ser abortista siendo anti abortista. Tal sería el mejor final, aunque se queje la academia.
Juan Fernando Segovia
Deje el primer comentario