La mantilla: símbolo de tradición, feminidad y fe

con la mantilla la mujer española mantiene viva la llama de lo tradicional, resistiendo la despersonalización de los tiempos modernos.

Foto: Diario Sur

La mantilla es una esa pieza única de la vestimenta femenina española y, por eso, es mucho más que un simple adorno. Es un signo de identidad, un homenaje a la historia y un símbolo profundo de la cultura española.

«Y la Giralda, loca de alborozo,

se pone su mantilla de oro viejo

para verse orgullosa en el espejo

de tu lecho tranquilo y caudaloso».

Con su elegancia discreta, esta prenda ha sido una constante en las celebraciones religiosas, las procesiones y los momentos solemnes de la vida pública y privada. La mantilla es, además, un reflejo del alma de la mujer española, del respeto por las tradiciones y del vínculo entre lo sagrado y lo terrenal. Belleza y feminidad en una sola prenda.

«Cubierta con un velo (1),

como en un nimbo envuelta,

cruza la blanca silueta

de la novicia en el suelo».

A lo largo de los siglos, la mantilla ha sido un emblema de la religiosidad de la mujer española. Su uso en las iglesias, especialmente durante festividades religiosas como la Semana Santa, es un acto de fe y devoción, un signo de humildad ante lo divino y, a la vez, un símbolo de pudor y coquetería.

«Va envuelta en su negra toca (2),

con aire de quien se esconde,

y al ocultarse en la sombra

es más bella y más responde».

En la España tradicional —la única posible— la mujer se cubría la cabeza con la mantilla como muestra de respeto hacia Dios, siguiendo la tradición que la Iglesia defendió desde los primeros siglos del cristianismo hasta la protestantización promovida por el Concilio Vaticano II. La mantilla no es solo un accesorio de moda de un tiempo concreto, sino una forma de elevar el alma, una manifestación externa de una profunda piedad interior.

«Ana llegó envuelta en su mantilla negra, ligera y flexible (3),

como un susurro de encaje que flotaba en torno a su rostro,

entre místico y altivo».

La mantilla es reflejo de la tradición y de la gracia de la mujer española. Más que una prenda, es una corona que adorna la cabeza de la mujer, haciéndola reina en el reino de lo espiritual. Abandona así su corporeidad para revestirse del alma que la modernidad le quiere arrebatar.

«Me gusta la manzanilla (4),

las mujeres con mantilla

y el rasgar de una guitarra

bajo el toldo de una parra

en una tarde de sol».

Se eleva por encima de la simple humanidad para participar, de alguna forma, de la majestad a la que rinde honor. Su signo de humildad y modestia la muestra como superior, como luz en el camino, como el sustento al que está llamada en el seno familiar: ese pilar que es quicio de virtud.

«Del cielo cayó una rosa (5),

voló, y se paró en Sevilla,

el tallo se hizo mujer,

y las nubes al pasar,

rozando con la Giralda,

tejieron una mantilla…».

Con la mantilla, la mujer es un ser de veneración, que recoge en su imagen el ser de hija, hermana, esposa y madre. En ella se encierra la más alta dignidad, porque, al fin y al cabo, «el que se humilla será ensalzado», no por sí, sino por Aquel que la ensalza.

Por eso, no es casualidad que sea en el seno de la Hispanidad, en esa Christianitas minor que describía Elías de Tejada, en la Monarquía hispánica y católica del Barroco, donde nació esta prenda que tanto significado encierra en sí.

«Con su negra mantilla graciosa (6),

que cubre su frente de seda y rubí,

cruzando las calles altiva y hermosa,

envidia y encanto de España la vi».

Su delicado encaje, que se extiende sobre los hombros, refuerza la imagen de la mujer española como un ser digno de respeto y veneración.

La mantilla es un baluarte de nuestra identidad frente a la uniformidad globalizante. Con ella, la mujer española mantiene viva la llama de lo tradicional, resistiendo la despersonalización de los tiempos modernos. Es la defensa del alma de España, un acto de fidelidad a las tradiciones que nos definen, un símbolo de lo que hemos sido y seguimos siendo frente a las tentaciones de la modernidad.

«Airosamente prendida (7)

con alfileres de plata,

blanco búcaro de encajes

que sostiene una guirnalda,

gracioso y digno remate

de una figura gallarda…»

Cada vez que una mujer española coloca la mantilla sobre su cabeza, no solo se viste con una prenda, sino que reafirma su vínculo con una tradición que ha trascendido los siglos. Una tradición que sigue viva en cada gesto de devoción, elegancia y respeto que define a la mujer española.

Y a la mantilla, recordemos, debe acompañarle la modestia del vestir, si no, de lo contrario,  sería una burla a la mujer.

(1) José Zorrilla, en su inmortal «Don Juan Tenorio», presenta a doña Inés cubierta con un velo que evoca la imagen de la mantilla.

(2) Ramón de Campoamor en «Doloras y Humoradas».

(3) Leopoldo Alas «Clarín», en «La Regenta», nos ofrece una de las descripciones más bellas de esta prenda.

(4) Pedro Mata, «Pandereta».

(5) Milagros Cruz Villén en «La Mantilla de la Macarena».

(6) José de Espronceda.

(7) Sinesio Delgado en «La mantilla española».

María Dolores Rodríguez Godino, Margaritas Hispánicas

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