
(…) Todos ellos, insignes y anónimos, han escrito la ruta antes que nosotros, marcando el camino que ahora andamos en esta Cataluña de mar y montaña, de pluma y espada, de ley y orden, de «pau y treva».
Romper el folio en blanco, en este caso la pantalla, no es tarea fácil para mí. Se juntan demasiados impedimentos, desde el perfeccionismo paralizante a la inadecuación. Sé que la primera frase de todo escrito define y diseña el resto del texto. Una vez empiezo, me gusta ubicarme en el tiempo, para que mi mente no se vaya por los cerros de Úbeda y se pierda en temas que no vienen a cuento. Hoy es Miércoles Santo de 2025. No trabajo, pero tampoco estoy de vacaciones. En mi nueva ocupación —¡han sido tantas!— como profesora de religión en dos institutos públicos de Cataluña, desafío a mis pocos alumnos de esta manera: «antiguamente, en Cataluña, por Semana Santa, la gente no trabajaba, pero tampoco estaba de vacaciones. ¿Qué creéis que significa esto?». Silencio en la sala, como era de esperar en unos chavales a los que el calendario escolar les indica que están en vacaciones de primavera, o de invierno si es Navidad. ¿Qué pensaría mi madre, que en paz descanse, de eso? Me lo pregunto a menudo. ¿Y Vallet de Goytisolo? La lista de personas más conocidas o anónimas que vivieron en Cataluña a finales de los 90 no podrían ni siquiera imaginar cómo hemos llegado tan lejos, como pollos sin cabeza, desnortados, cada cual viviendo la vida a su manera, según San Yo, el santo más extendido en estos tiempos. Tan lejos de Dios, tan embebidos en nuestro ombligo. Tan poco catalanes, en realidad. Despistados, confundidos y la mayoría sacando pecho jactándose de que la religión es un tema harto superado. Veremos, a lo largo de las diferentes exposiciones sobre distintos maestros tradicionalistas catalanes, que definitivamente, hemos perdido el norte y la esencia de nuestra catalanidad, inserta en nuestra, también, españolidad. Vallet de Goytisolo ha sido un guía extraordinario para encauzar mi mirada en la verdadera esencia de Cataluña.
Cuando me encomendaron hablar sobre este gran jurista catalán, afincado en Madrid, sentí una gran responsabilidad y a la vez una gran carga ¿Por dónde empezar? Hay tanto de que hablar de este insigne notario. Medí mis posibilidades y me centré en lo principal, lo básico incluso lo obvio. Me centré en su libro Reflexions sobre Catalunya. Relligament, interacció i dialéctica en la seva historia i el seu dret. Me lo leí, me abrumé de nuevo y volví a recalcular ruta como un GPS. ¿Cuál es el norte, el objetivo y finalidad de este escrito y las jornadas? Romper con la falsa dialéctica de «o indepe o facha». O una cosa o la otra, pero nunca las dos a la vez. Mantener la pelea, la división, el enfrentamiento, buenos, malos y la promesa del reino cuando la dialéctica se resuelva. En fin, el oxímoron mesiánico del enemigo más antiguo de la humanidad, que, tras la primera revolución, no ha descansado ni detenido en su empeño de destruir la dignidad y felicidad de ser hijos de Dios. La batalla está dura.
Vallet de Goytisolo expone en su libro una historia de Cataluña desapasionada, pero con pasión. ¿Cómo se explica esto? Pasión por la verdad de lo que ha sido la historia catalana a través de su derecho, sus leyes, sus costumbres y tradición. Desapasionada, porque no toma parte más que por la realidad de lo que fue, no de lo que hubiera sido bueno que fuera o lo que conviene que haya sido o lo que me hubiera gustado. En lo de la historia que conviene, narrada de forma apasionada por quien acerca la ascua a su sardina es a lo que nos tienen, lamentablemente, acostumbrados a los catalanes que, sin una rigurosa formación, vamos como pollos sin cabeza, movidos en nuestras emociones primarias, activando el victimismo ridículo sin construir nada y alimentando una dialéctica que nunca fue patrimonio catalán, sino todo lo contrario. La historia es lo que es, nos define, nos muestra sin paliativos las luces y las sombras que hemos heredado de los que nos precedieron. Pero ahora, nos quieren desheredados, sin legado, sin otro pasado que el que escriben los buenos, sin tradición, embebidos en un narcicismo enfermizo, que de una forma soberbia e ingrata escupe sobre el recuerdo de nuestros ancestros. Desarraigados, sin raíz, sin un antes real y un futuro, todavía más irreal. Vallet de Goytisolo nos muestra en este libro la real historia, nuestra esencia profundamente arraigada en la tierra, en la patria, territorio donde nacieron nuestros padres, el sentido de lo real, el común, el de quien tiene sabañones de trabajar la tierra, empuñar la espada para luchar contra el moro, o escribir un poema o izar las velas camino a Tierra Santa o crear una orden mendicante para liberar esclavos porque la Virgen de la Mercè se lo ha pedido. El pagès, el pastor, el párroco del pueblo, la costurera, el notario, Abad Oliva, Jaume I, Eiximenis, Sant Raimon de Penyafort y mi bisabuela Anita, que vino de Olot a Barcelona y se quedó viuda con nueve hijos, todos esos, insignes y anónimos, han escrito la ruta antes que nosotros, marcando el camino que ahora andamos en esta Cataluña de mar y montaña, de pluma y espada, de ley y orden, de pau y treva. Vallet de Goytisolo nos habla de la tierra, de la ley natural como prolongación de la divina, del Tomismo que profesaba hasta el más analfabeto pescador de la bahía de Rosas o cultivador de arroz del Delta. Esa es la Cataluña que nos muestra el libro, la esencia que alumbró su gestación, nacimiento y florecimiento. Con su mirada precisa, el jurista se vuelve historiador y nos ayuda a recalcular ruta a todos los que nos desviamos en algún momento y acompaña a amar con la pasión que nace del seny y no la rauxa vacía, nuestra Cataluña, heredera de tanto.
Toca decidir si seguir en la pelea o escoger qué legado vamos a dejar a los que están por venir, y ¡recemos para que así nazcan! La catolicidad, el arraigo, la tradición, la razón, la laboriosidad, hispanidad, el pactismo y el tomismo que no es otra filosofía que la del sentido común y la verdad, el mismo tomismo que mi bisabuela Anita vivió, incluso sin saberlo.
Os animo a leer el libro que me ha permitido amar la letra que todo lo une, la letra «Y», católica, sin costuras como la túnica de Jesucristo Dios y hombre verdadero, y, en esta misteriosa unidad, me permita ser catalana y española todo junto. Unión sin confusión y distinción sin separación.
Eulàlia Casas, Círcol Tradicionalista de Barcelona Ramon Parés y Vilasau.
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