
El pasado 14 de abril, Lunes Santo, el Papa Francisco firmó el decreto de reconocimiento de las virtudes heroicas del Siervo de Dios D. Antonio Gaudí y Cornet, genial arquitecto catalán. El decreto fue presentado por el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio de la Causa de los Santos, según difundió el Bollettino de la Sala Stampa ese mismo lunes 14 de abril.
Con este acto, la Santa Sede declaró a Gaudí «venerable», es decir, candidato a la beatificación por haber vivido de acuerdo con las virtudes cristianas. Se trata de un paso más en su proceso de canonización.
El Papa firmó este decreto estando aún convaleciente de su grave infección respiratoria que le llevó a permanecer ingresado en el Hospital Gemelli de Roma durante 38 días, entre febrero y marzo pasados.
Antonio Gaudí y Cornet militó en el tradicionalismo, por su ferviente catolicismo y por su por profundo sentido tradicional. La militancia política la encauzó en su labor artística y arquitectónica; la encarnó en su vida austera y piadosa; y la compartió con sus amistades, que eran grandes tradicionalistas.
Así, el capellán custodio de la Sagrada Familia de Barcelona, donde Gaudí vivió con gran austeridad y pobreza los últimos doce años de su vida, era mossèn Gil Parés y Vilasau, hermano del mártir carlista Ramón Parés y Vilasau que da nombre a nuestro Círculo Tradicionalista de Barcelona. En la casa rectoral de la Sagrada Familia, vivían además su hermana Consol Parés y su tía María Vilasau. Una de las hijas de Ramón Parés, Rosa, quiso hacer la Primera Comunión en el Templo y Gaudí le aconsejó: «Si quieres hacer la Primera Comunión en la cripta del Templo, no has de llevar ni mantón ni corona, ni hacer ostentación de nada». Es decir, sobriedad y humildad. Tal cual era Gaudí, así también los Parés.
También era carlista el director espiritual de Gaudí, mossèn Agustí Mas y Folch. Éste y su amigo mossèn Parés asistieron espiritualmente a Gaudí en el momento de su muerte y en los días previos.
En efecto, fue mossèn Parés quien se percató de la desaparición de Gaudí cuando, la noche del lunes 7 de junio de 1926, éste no regresó a la hora acostumbrada a su habitación en el Templo de la Sagrada Familia, donde compartían vivienda. Tras buscarlo de noche, le halló en el Hospital de la Santa Cruz, hospital de pobres —a donde Gaudí fue llevado al ser confundido con un mendigo por su humilde vestimenta—, cuando fue atropellado por un tranvía de la línea 30, en el cruce de Gran Vía con calle Bailén, la tarde de aquel lunes, mientras se dirigía para oír misa vespertina en el Oratorio de San Felipe Neri.
Mossèn Parés avisó al director espiritual de Gaudí, mossèn Mas, quienes le preguntaron si deseaba ser trasladado a otro hospital más digno, a lo cual Gaudí se negó porque «mi lugar está aquí, entre los pobres». Mossèn Mas le administró la extrema unción y, junto a mossèn Parés, le asistió hasta su fallecimiento, a las cinco de la tarde del jueves 10 de junio de 1926, mientras, moribundo, repetía sin cesar «Jesús, Déu meu; Jesús, Déu meu; Jesús, Déu meu…».
También fueron carlistas otras personalidades con las que Gaudí mantuvo estrecha vinculación, como Enric d’Ossó, Jaume Collell, Josep Manyanet, Joan Martorell y Francesc Berenguer, entre otros.
Especial mención requiere la profunda y larga amistad que Gaudí mantuvo con Torras y Bages, obispo de Vich, durante casi treinta años. Se le puede considerar su mentor intelectual. Gaudí llevaría a la práctica los proyectos filosóficos tradicionalistas de Torras y Bages. Así, el obispo tomaba la casa pairal como metáfora secular de la Iglesia; en consecuencia, Gaudí planeó la casa pairal de Dios en la tierra mediante la construcción del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona.
Torras y Bages fue protagonista del punto de inflexión en la vida espiritual de Gaudí. Una Cuaresma, poco tiempo después de aceptar el proyecto de la Sagrada Familia, Gaudí quiso guardar un ayuno muy severo y estricto. Tanto, que sus fuerzas se agotaron y quedó postrado en cama. Fue Torras y Bages quien únicamente logró convencerlo para salir del trance. Y es que Gaudí —siguiendo el consejo de Fray Angélico— quiso vivir con Cristo para poder construir un Templo digno de Él. A partir de aquella Cuaresma, la vida de Dalí cambió radicalmente: abandonó la vida mundana, la ropa de moda, los restaurantes elegantes, el afán de riquezas y prestigio… y empezó a vivir radicalmente el ideal evangélico. Pobreza espiritual y material, comunión diaria, contemplación, devociones tradicionales (especialmente a San José y a San Antonio de Padua), lecturas tradicionales como el Kempis, etc.
Desde 1910, Gaudí se dedicó única y exclusivamente a la construcción del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, y no aceptó ningún encargo profesional más. Abandonó su chalet del Park Güell y se instaló en una humilde habitación en el Tempo. Mossèn Parés le describe así: «la austeridad con que se trataba, sobre todo durante el último tercio de vida; era austerísimo en el vestir, en el comer, en el descanso. Oía la santa misa y comulgaba diariamente, y todos los días visitaba a Jesús sacramentado, y jamás faltaba en las grandes manifestaciones religiosas de la ciudad, o del templo. Las demás horas del día las pasaba en el trabajo y en la oración. Su esperanza en Dios le daba una completa paz y serenidad de espíritu en los momentos de adversidad «Dios lo quiere así –decía-; su Divina Providencia sabe lo que hace».
Según Joan Bassegoda: «Gaudí veía en la naturaleza la obra de Dios, perfecta. Por eso decía: “Yo no creo, ¡yo copio!”. Gaudí tomaba de la naturaleza los patrones, las formas. “El mejor libro de arquitectura es el árbol que veo desde mi ventana”, decía. ¿Cómo negarse a copiar la obra hecha por Dios? Imposible». Gaudí copiaba de la naturaleza no porque no supiera crear su propio orden, sino porque ese orden lo había creado Dios.
Y ese mismo orden creado por Dios, Gaudí lo respetaba también en el ámbito social y político, llegando a pensar que «la democracia era el gobierno de la ignorancia y la estupidez», según César Alcalá.
Agencia FARO / Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau
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