Crónica de la conferencia sobre la delincuencia en la sociedad tradicional y en la sociedad liberal, impartida por el Dr. Antonio Peña

«En este ámbito, el objetivo principal del liberalismo fue (y es) la destrucción de los órganos naturales, especialmente los que eran esenciales barreras de contención del problema: la Iglesia y la familia»

El sábado 26 de abril tuvo lugar, en el Centro Cívico Pere Quart de Barcelona, la charla «sociedad liberal y sociedad tradicional ante el delito y la delincuencia», impartida por el Dr. Antonio R. Peña, y organizada por el Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés, tal como se había anunciado en su día.

La charla desgranó las barreras que el Sistema Tradicional tenía para prevenir el delito y la delincuencia, reconducir al delincuente y reducir el mundo de «lo marginal». Estas barreras fueron diversas, como la organización familiar propia de la sociedad tradicional, donde la persona no estaba aislada sino envuelta de la familia extensa. Al mismo tiempo, la familia no se encontraba sola, sino que se incardinaba en el conjunto de familias, centradas en el Municipio y en la Parroquia. Y aquí tenemos una segunda barrera, la Iglesia. Y junto a las familias-parroquia, estaban los gremios y las demás corporaciones u órganos naturales. Todos ellos estaban relacionados entre sí, conformando un mundo donde lo sagrado y lo profano se entrelazaba, mirando juntos a un mismo fin trascendente.

Dentro de este marco, se desarrollaba toda una serie de actividades y acciones que reducían las posibilidades de que las personas acabasen en el mundo de la delincuencia y en los márgenes sociales. Era toda una armadura fuente de solidaridades, acogimientos y cohesión, cuya finalidad era el Bien Común que está destinado a la salvación de todos. Así, al delincuente se le entendía como pecador y al delito como pecado. Por lo tanto las justicias estimulaban, en primer lugar, que el delincuente se reconociese como pecador, para poder aplicar así las mediadas que permitiesen su reincorporación a la sociedad.

El delito y el delincuente eran considerados por la comunidad política —alrededor de la parroquia— como un fracaso no sólo de aquella persona sino de toda la comunidad, por lo que el castigo también era ésta. Esto llevaba a que la propia comunidad fuese la primera interesada en reincorporar al miembro que se había desviado o bien reprimirlo como defensa de la comunidad misma.

La estructura y ordenamiento de las organizaciones encargadas de la protección de la comunidad política hacían referencia a esta concepción de la comunidad como familia, núcleo de solidaridades. Así, tenemos figuras como los familiares (en la Santa Inquisición) los hermanos cuadrilleros (de la Santa Hermandad), los porteros de vara (portero es el que guarda la puerta de la casa familiar), el mayordomo (de los comunales que es la casa u hogar de toda la comunidad).

El sistema liberal rompió todas las barreras de freno y contención del mundo delictivo; rompió la Tradición de forma paulatina y gradual. Las revoluciones liberales y socialistas favorecieron el contexto. En este ámbito, el objetivo principal del liberalismo fue (y es) la destrucción de los órganos naturales, especialmente los que eran esenciales barreras de contención del problema: la Iglesia y la familia.

A lo largo de la charla, el Dr. Peña fue desgranando cómo la destrucción de la Iglesia y de la familia han posibilitado que, en el sistema liberal, el mundo de lo marginal, de la delincuencia y del delito se conviertan en algo consustancial al sistema y que éste no pueda prescindir del problema porque también vive de él: el problema es generador de controversia y es un elemento más del conflicto político y de la agitación partidista. La finalidad de la democracia liberal es mantener a la sociedad sumida en un constante desorden y confusión (caos) sin el cual no podría funcionar la pugna de partidos, eje del funcionamiento del sistema liberal.

Círculo Tradicionalista de Barcelona Ramón Parés y Vilasau

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