
Un grupo muy reducido de personas, fieles de la FSSPX, ha asistido a la Santa Misa en un día especial. La asistencia al culto es cotidiana, pero lo distintivo consistió en que la normalidad se ha visto afectada por el apagón Cero acontecido en la España peninsular y otros lugares este lunes.
Además de esta grave excepcionalidad y debido a ella, los hechos que se sucedieron lo hicieron del modo que a continuación relatamos.
Llegando a la puerta del local del culto lo primero en comprobar es que estaba cerrado. Después de servidor, tres personas más, recién llegadas, constataron dicha evidencia. Esperando la personación del sacerdote ha aparecido un varón joven que, dirigiéndose a nosotros, nos ha comunicado su interés de estar en Navalcarnero en la noche de ese día. Uno de los fieles le ha propuesto el interesante reto de asistir a la Misa para después ver satisfecho el propósito que traía. Este joven es un torero cuyo deber ha estado en la correspondiente faena taurina del día siguiente en la Maestranza de Sevilla. De tal manera que aceptó una propuesta en principio tan poco al uso.
En ese momento ha sido cuando el Padre celebrante casual o milagrosamente ha abierto la puerta del recinto, ayudando y confirmando la posibilidad que él mismo había de realizar: la celebración del culto católico y el viaje adonde luego del primero el lidiador ha sido llevado.
La crónica de esta inusual jornada se ha visto marcada por muchos acontecimientos insólitos. La ciudad estaba llena de gente que se había echado a la calle para saber qué hacer, a la espera de que nos devolvieran la vida ordinaria que la falta de suministro eléctrico nos había de pronto robado.
La Misa se tuvo que celebrar con poca luz: aquella que entraba por una ventana y que ya languidecía con la caída de la tarde; además de la que arrojaban los cirios encendidos para ofrecer el culto.
Esto constituye una anomalía que pone el corazón en vilo y prepara el alma para la asunción del misterio y la aceptación de las incomodidades, las excepcionalidades y las variadas dificultades.
Cuál no es la lección que la Providencia nos enseña de una manera tan sencilla en la anécdota de un luminoso matador de toros que, antes de acudir a su faena del día siguiente, tiene uno tan raro como maravilloso con la posibilidad de asistir a su primera liturgia tridentina cerca de la monumental de Las Ventas, el cual, en su extravío geográfico, ha encontrado el camino propuesto por esa Providencia para todos los hombres, toreros o no.
Nuestra oración junto con la crónica para que él y todos nosotros lo recorramos completo, poblado con días tan bonitos como este.
Rodrigo Ramírez, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid
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