
En la tarde del pasado domingo 27 de abril, en la ciudad de Valencia, el Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta desarrolló su encuentro mensual de formación política, concluyendo el comentario del libro Fundamentos de la política, de Jean Ousset. En la que ha sido la última reunión de este curso dedicada a su estudio, hemos comentado la tercera y cuarta partes de la obra, centradas en la concepción tradicional cristiana del inseparable binomio libertad-autoridad. Así pues, hemos dado término exitosamente a este ciclo de lectura sobre una de las obras más reconocidas para iniciarse en el estudio de la naturaleza social del hombre y su finalidad, analizando —siempre de manera accesible al público general— las bases sobre las que se sustenta el orden político natural y cristiano, y algunas posibles desviaciones o falsificaciones del mismo.
Con una quincena de asistentes, el encuentro congregó a los amigos más leales del Círculo y a nuevos simpatizantes. Tras la habitual oración al Espíritu Santo, comenzó la primera ponencia a cargo de nuestro correligionario Mario, quien con gran habilidad desenvolvió un esquema muy bien pensado, articulado e hilvanado a través del cual mostró algunas de las notas esenciales del concepto clásico de libertad en contraste con las aporías y contradicciones a que conduce el tratamiento reduccionista e ideológico al que la Modernidad, en todas sus versiones, somete este término.
Así, contrapuso el recto fundamento de la libertad —el orden del ser accesible a la inteligencia y, dentro de aquél, la realidad del hombre como naturalmente político y ordenado a amar a Dios libremente— con la ausencia de fundamentación liberal, que relativiza y simplifica la experiencia de lo real, concibiendo al hombre como un ser sin más propósito que la autodeterminación de su voluntad incondicionada, despojada de criterios y leyes objetivas. Todo lo cual tiene un insoslayable correlato político: gobernar al hombre ya no consistirá en conducirle hacia la virtud, indicando y promoviendo los actos buenos (y desincentivando los malos), sino únicamente garantizar que actúa según su «libre voluntad», sin otro límite ni regla que la «libertad» misma (suya y de los otros).
Ousset en su obra formula una incisiva pregunta a modo de introducción: ¿cómo gobernar a seres libres sin que dejen de serlo? La respuesta la encontramos a lo largo de tres capítulos sucesivos, que fueron convenientemente glosados por el ponente. Comenzando por analizar brevemente las falsificaciones liberales de la misma —provenientes de todas las ideologías, aunque con matices distintos—, para continuar desgranando en qué consiste la auténtica libertad: la ordenación del libre albedrío al servicio de Dios. Y finalizando con la relación entre la libertad y el gobierno de la comunidad política, así como entre la pluralidad de libertades y autoridades.
Esta última noción permitió dar paso con gran fluidez a la siguiente intervención, centrada precisamente en el tema de la autoridad. La ponencia fue dictada por nuestro correligionario Alejandro, y más que un comentario nos ofreció una auténtica lección magistral estructurada en tres partes diferenciadas. De las que aquí apenas esbozamos una pobre reseña.
Primeramente, con base en las explicaciones del libro, hizo algunas consideraciones generales sobre la autoridad en su concepto más lato: entre otras cosas, abordó el papel de las desigualdades entre los hombres y la jerarquía social, diferenciando entre igualdad esencial —que no implica igualdad ante Dios— y desigualdad contingente; el origen divino del poder, frente a la falsedad de la soberanía nacional o popular; la naturalidad de la autoridad (esto es, su no dependencia ontológica respecto del pecado original) y su necesidad (como causa formal de toda sociedad). También ilustró la mutua imbricación que Dios ha querido entre la autoridad en la familia y en la sociedad política, al servicio de nuestra salvación, y algunos aspectos concretos sobre el ejercicio de la autoridad.
A continuación, precisando y matizando los términos, estudió la relación entre poder-potestad-autoridad. En este punto completó la aproximación que ofrece Ousset, más general y algo menos precisa, con las enseñanzas de algunos grandes maestros del tradicionalismo español. Entre ellos, Francisco Elías de Tejada, Donoso Cortés y Miguel Ayuso. Estas distinciones, señaló el orador, contribuyen notablemente a divisar con mayor claridad la relación entre «las dos espadas» (temporal y espiritual) y sus respectivos ámbitos.
Por último, en su tercer tramo, enunció algunas reflexiones conclusivas en torno a la pregunta inicial propuesta por Ousset (¿cómo gobernar a seres libres sin que dejen de serlo?) y halló una de las claves de la respuesta en la adecuada articulación de los «múltiples binomios autoridad-libertad» a través del principio de subsidiariedad —de foralidad, diríamos aún más castizamente—. La rica pluralidad de cuerpos sociales en que se desarrolla gradual y escalonadamente la natural politicidad del hombre, no puede ahormarse ni uniformarse artificiosamente, sino armonizarse en la prosecución del bien común bajo la coordinación y dirección de una suprema potestas, que corone todo el entramado social sin absorberlo.
Como es costumbre, siguió a las dos ponencias un turno de coloquio, que en esta ocasión sirvió para subrayar la inmensa potencialidad de la Monarquía tradicional, en cuanto a la convergencia de auctoritas y potestas, dada su dimensión sacral, familiar, estabilizadora y transgeneracional.
Finalmente, tras compartir con los asistentes los oportunos avisos respecto a las próximas reuniones, pudimos prolongar las conversaciones más distendidamente, disfrutando de un sencillo pero suculento ágape servido generosamente por las margaritas del Círculo, que se alargó hasta las diez de la noche.
Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia)
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