Crónica y reflexión en torno a la peregrinación a Luján

Pudimos reflexionar sobre nuestra Causa, sobre los pedidos de Nuestra Señora, el rezo del Santo Rosario diario, la misa del domingo (en La Reja) y una charla magistral sobre el Reinado Social de Nuestro Señor

Amigos Cruzados y Cabalgantes:

Ave Cor Mariæ!

La semilla antaño sembrada, 

No por nosotros sino a pesar nuestro,

Cuando nada parecía florecer (a humanos ojos),

Y que, nuestro propio descuido, había empezado a olvidar,

Un buen día, siete años después, de ella surgió un brote,

Y la Flor más bella de nuestros campos, floreció.

Hemos llegado a Luján con nuestras banderas en alto, incapaces de pacto, con sacrificio de ideal. Allí estuvimos a los Pies de Nuestra Señora, Patrona de nuestra amada Argentina y le consagramos todo, lo que somos y tenemos, a su Corazón Inmaculado; incluso la Patria misma.

Nuestra Señora nos dijo: «Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado» lo proclamó para todos y muchos respondieron. Nosotros dimos un humilde, sincera y confiado «Sí», y allí estuvimos, confirmando la perennidad de la tradición, la fe de nuestros padres, y nuestro amor y entrega cordimariana.

Con humildad y sin negar temores e incertidumbres, confiados en Ella empezamos a andar, Fueron tres los primeros (un padre y dos de sus hijos) que dieron los primeros largos trancos, y en sus espaldas llevaban el peso de muchas cosas, que sólo Dios sabe; y en su infatigable avanzar, atraídos por un amor celestial cultivado por generaciones, fueron el reflejo de muchos que querían estar en su lugar, y de hecho lo estaban porque, poco a poco, se volvieron la serena estampa de tantos que a lo largo de los tiempos, con sacrificio desinteresado y en pos de un bien mayor, fueron sembrando Religión y Patria. Luego, se sumó un cuarto que en su edad avanzada vino a completar la presencia viva de todas la generaciones en pos de una noble y justa causa; y de pronto a pasar del otoñal temporal, el espiritu reverdeció, y todo se multiplicó, y la que se vino a llamar «columna sur» se engrosó (dado que de otras partes del país peregrinaban otras columnas), sumándose a caballo la cantidad de hombres tal como para formar las cuentas de un rosario de boinas rojas; y tras de todos ellos: esposas, familias, amigos y sacerdotes.

El acompañamiento espiritual superó con creces al material, y a la columna le dio una fortaleza que se sintió con claridad en los momentos de incertidumbres y obstáculos, las oraciones y cadenas de rosarios volvieron a la columna un fortísimo viento sur, que cruzó los campos, abriendo surcos de profunda esperanza en la promesa del triunfo final de Nuestra Señora y con Ella la restauración de la Patria.

Las jornadas de a caballo fueron exigentes, pero siempre con buen animo, todo lo que estuvo a nuestro alcance siempre fue realizado con la mayor entrega a Nuestra Señora y a Nuestro Señor.

Pudimos reflexionar sobre nuestra Causa, sobre los pedidos de Nuestra Señora con el rezo del Santo Rosario diario, la misa del domingo (en La Reja) y una charla magistral sobre el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo; todo lo cual, junto a los momentos de tertulias y fogones sostuvieron también el ánimo de los peregrinos.

El domingo hubo una fuerte tormenta que atemperó nuestros ánimos y nos dio un baño de humildad, sabiendo que el lunes todo sería, no como nosotros lo imaginábamos, sino como Nuestra Señora y Nuestro Señor lo tenían pensado.

Y el lunes llegó. Y una columna acrónica, intrépida y orante irrumpió la vida de la ajetreada ciudad y surcó también su duro cemento, avanzando firme y cantando sin descanso a la Reina de los Cielos, por delante iban peregrinos a pie y otros gauchos, un puñado de cada lugar, que habían respondido también al llamado.

Un puente peatonal de pronto se había vuelto una suerte de arco triunfal que, con un coro de cruzados y cabalgantes acompañando con vítores y cantos, daba la bienvenida a la Virgencita sobre la mula que era escoltada por un centenar de hombres a caballo. Unos instantes después se erguía augusta la Basílica de Luján, que en adelante fue el horizonte y el marco de todo el sublime acontecer: los caballos avanzaban a paso lento, la policía sorprendida iba cortando calles, los vehículos respetaban y algunos tocaban la bocina alentando la marcha o de su interior salía un sentido «Viva la Patria»; la columna progresaba impasible a las circunstancias y envuelta en un aura celestial; había serena alegría, emocionada satisfacción, humilde devoción, y aún a caballo nos mirábamos y no podíamos creer, lloramos de alegría y nos abrazamos exclamando «Ave Cor Mariæ». Tras tantas cabalgatas, por años realizadas, de pronto el confín hacia el que marchaban nuestras banderas era el Trono de la Patrona de nuestra amada y dolida Patria, que allí nos esperaba gozosa para darnos refugio en su Corazón.

Llegamos a sus pies, a los de Nuestra Señora, y como siempre, de rodillas y con nuestro fiel caballo al lado, en compañía de todos ustedes y muchos más, nos consagramos al Inmaculado Corazón de María con intención especial por nuestra Patria Argentina.

Luego, hubo felicidad y muchas flores entregadas a nuestra Señora.

¿Qué quisimos y qué queremos?

De principio a fin sólo buscamos ser fieles instrumentos de la Virgen en toda esta gesta, Dios quiera tomarla por buena y justa, y si es de su voluntad, otorgar los frutos que considere necesarios. Contribuir a instaurar en el Mundo la devoción a su Inmaculado Corazón. «Non nisi te, Domine» (Nada más que a Ti Señor).

Viva la Patria!!!

Viva la Virgen!!!

Viva el Inmaculado Corazón!!!

Viva Cristo Rey!!!

Francisco Javier Viejobueno

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