
Hace tiempo vengo pensando insistentemente para mis adentros: «alguien debe recoger el guante». Aquella frase que figura, una ofensa que no se puede dejar sin responder, pues callando se otorga, y según la circunstancia, se puede ver leso el honor. Yo hace tiempo he recogido el guante y en muchas oportunidades he marcado mi posición, sin dejar pasar desapercibida, la ofensa recibida. Incluso en ámbitos académicos de alto nivel, tuve que recoger ese guante, que tristemente, no solo era lanzado desde el alumnado, sino desde el sitial dónde debería estar la autoridad. Pero el caso académico, no hace más de verificar la profundización de la deriva de los sistemas de educación, puesta en manifiesto hace ya unas cinco décadas entre otros, por el Dr. Antonio Caponnetto en su obra «Pedagogía y Educación», como por el Dr. Patricio Randle en «Educación para tiempos difíciles», o también lo señalado al respecto en la obra del neogranadino Luis Cordi Otálora en «¿Se equivocó Galileo?».
Volviendo sobre la frase inicial, debo decir que recientemente, con gran alegría, he podido ver que más de uno, han ido recogiendo los guantes que constantemente lanza la prensa amarillista y mercenaria, así como tantos seudo-científicos, o seudo-intelectuales, cada vez que publican artículos, libros, programas, reportajes y otra tanta cantidad de productos audiovisuales propagandísticos, a los que titulan sustantivamente con el concepto de «inteligencia artificial» o escuetamente «IA». Debe señalarse en relación a esta expresión, que el empleo de los términos no es algo relativo, ni circunstancial, ni convencional. Restar importancia a la significación de los términos, puede tener una estrecha relación con el nominalismo. Al respecto se puede traer como ejemplo, la importancia que Clive Stlep Lewis, en su publicación de «El Diablo Propone un Brindis», le asignaba a la disociación entre los términos y su significado, en relación al rol que tenían allí los filólogos, haciendo mención al caso del vocablo «democracia», demostrando que la acción relativista de los especialistas, trae como consecuencia una confusión tan grande, que no permite hacer asequible el conocimiento del significado real de un término y sus implicancias.
Es por ello, que no podemos permitir gratuitamente, que se llame, y menos aún, que nos acostumbremos a llamar «inteligencia artificial» a los procesos automatizados de programas de computación, que son realizados por hombres con el oficio de programador, para la solución de problemas lógicos preestablecidos. No podemos acostumbrarnos a adjetivar al sustantivo «inteligencia» con la palabra «artificial», lo cual a todas luces, constituye una «contradictio in terminis», pues la inteligencia según Santo Tomás de Aquino, junto con la voluntad, son las características distintivas entre el ser humano y el resto de la creación.
En esta cuestión, lo primero que hay que entender es, que el hombre fue creado a imagen y semejanza de su creador, Dios. Y fue al único ser, dotado de una inteligencia superior. La inteligencia y la voluntad permiten alcanzar la verdad y amar el bien, explica Santo Tomás de Aquino.
Al respecto de la posibilidad de llegar a la verdad, y que la verdad es una sola, Dios uno y Trino, no sólo lo han señalado grandes teólogos en la historia, sino que se recoge de la tradición de la Iglesia, y se puede ver en el Magisterio, desde la Patrística hasta los últimos Papas. Viene al caso mencionar la alocución a los Obispos de Chile en el año 1988 del entonces Cardenal Ratzinger, quién al hablar de las relaciones entre la Santa Sede y Monseñor Lefebvre señalaba que, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia había perdido por sobre todas las cosas, el rumbo en tres grandes aspectos, según su parecer, a saber: el primero, la custodia de la dignidad de lo sagrado, el segundo era la ruptura con la tradición, y por último la unicidad de la Verdad y la posibilidad de ser conocida por el hombre. En ese análisis el entonces Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, concluía, que si en esos tres puntos, la Iglesia Católica Apostólica Romana, conseguía volver a la totalidad de lo Católico, entonces podía esperar, siempre según su parecer, que el «cisma de Lefebvre» no sería de larga data. Son llamativas dos cosas, la primera, que el Cardenal observó que la gran mayoría de la Iglesia, se había apartado de aspectos capitales en la doctrina y en la práctica de la tradición de la Iglesia; la segunda, que cuándo fue Papa de la Iglesia, no hizo lo que debía hacer para volver a la totalidad de lo católico en los puntos que él mismo había señalado el naufragio. Pero este ejemplo, es puesto en manifiesto, sobre todo para señalar que aún después del Concilio, la doctrina de la Iglesia, afirma que el hombre puede y debe alcanzar la verdad y que esta no es relativa, sino una y unívoca.
Volviendo sobre el tema central, se debe dejar completamente en claro que, lo que nos quieren hacer pensar que es «inteligencia artificial» o que, máquinas con aspecto de humanos «tienen la capacidad de aprender», y más osado aún, que tienen «sentimientos» y muchas otras capacidades inimaginables, es una completa mentira. Todos los programas informáticos llamados «IA», funcionan y ejecutan, en el mejor de los casos operaciones lógicas, similares o compatibles con las operaciones mentales del ser humano, pero carecen de esto que es la inteligencia y la voluntad que define Santo Tomás y la Iglesia, que es realmente, la nota característica del ser humano. La inteligencia no está en los programas informáticos denominados «IA», sino que está en los ingenieros y desarrolladores informáticos que crearon los algoritmos, que automatizan procesos racionales lógicos, y que son capaces de generar la apariencia de la interacción del hombre a través de un ordenador. Ergo, la Inteligencia, no es artificial, es humana.
Justamente, hace pocos días, encontré en un canal de la red social YouTube, una entrevista a uno de los pioneros y más experimentados ingenieros de la llamada «IA» de España, Ramón de Mántaras, graduado en universidades de Europa e investigador en Europa y en los Estados Unidos de Norte América, posee una trayectoria sin igual en la materia. En la entrevista, que dura más de 120 minutos, titulada «La gran mentira de la inteligencia artificial», justamente el académico explica, de manera científica, no solo la inexistencia del concepto de inteligencia en las máquinas, sino la gran mentira que hay detrás de todas las compañías que la promueven, y de los medios de comunicación sensacionalistas. En consonancia con el autor, no se niega que los llamados programas informáticos de «IA» puedan ser en muchas actividades y tareas, muy útiles y eficientes, así como sea altamente probable que su evolución, continúe de manera exponencial en múltiples campos científicos y económicos. Pero también en acuerdo con de Mántaras, se puede afirmar que aún, la llamada «IA», nunca llegará a reemplazar la inteligencia humana, por la sencilla razón que son programas diseñados por hombres, y no hombres, aunque algún día existan máquinas con apariencia de humanos, y con apariencia de poseer una capacidad de autonomía en términos absolutos. A manera de ejemplo, de Mántaras exponía la enorme cantidad de fallas que la llamada «IA» presenta en el campo de la programación, y lo afirma tanto por experiencia propia, como también por testimonios de otros grandes investigadores y académicos, señalando que sigue siendo altamente efectiva la programación de los seres humanos en comparación con la supuesta «IA». Es muy interesante destacar que incluso, de Mántaras, llega a cuestionar que posiblemente el nombre del concepto «IA», no haya sido el más acertado, aunque no logra ver o exponer la magnitud del error de llamarlo de esa manera, y las consecuencias que trae en el campo sociológico y filosófico. Del mismo modo, el crítico, tampoco expresa la mentira de la «IA» desde los fundamentos de teología, pero basta que lo señale desde el punto de vista de la ciencia, más aún siendo una autoridad en la materia.
Recuerdo haber oído muchas veces, hace algunas décadas atrás, «es cierto porque lo dice la televisión», seguramente ese concepto se repetirá y habrá muchos que digan: «es cierto porque lo dice la IA». Al menos esperemos que no llegue el día en que veamos a seres humanos sirviendo a máquinas con supuesta «IA». Reconocer una supuesta «inteligencia» en máquinas o programas informáticos, no sólo es atribuir algo que no es posible a un artefacto, sino que además significa renunciar a las capacidades y notas características del hombre, y por lo tanto reducirse prácticamente a una naturaleza animal, o tal vez peor, tomar el rol de una máquina. Recuperemos, sobre todo, el sentido común.
La entrevista a Ramón de Mántaras, puede verse en: https://youtu.be/ieYadopst4s?si=o3gDbnmrzufJPeAm
Carlos Ferri, Círculo Tradicionalista del Río de la Plata
Deje el primer comentario