El toreo y el arte

breve recorrido —incompleto, necesariamente selectivo— por la tauromaquia peninsular contemporánea

El toreo es arte. Una afirmación que enciende pasiones: orgullo para unos, anatema para otros. Es estandarte de una herencia que late aún en las plazas, pero también blanco del desprecio fácil, donde no faltan los que, en nombre de la compasión, claman por su extinción mientras miran hacia otro lado ante el desprecio por la vida humana. Y, sin embargo, es arte con mayúsculas. No efímero, no fugaz, pues perdura en la memoria de nombres que tallaron su estilo en la historia, en pases convertidos en liturgia, en arenas que aún guardan el eco de ovaciones y pañuelos blancos.

Este espacio pretende ofrecer un breve recorrido —incompleto, necesariamente selectivo— por la tauromaquia peninsular contemporánea. Un homenaje a quienes hoy, desde la arena, continúan el magisterio de una tradición milenaria.

Y así tenemos a Morante de la Puebla, el Pintor del Toreo. el pincel que, con trazos de seda y temple, dibuja verónicas que parecen suspiros del alma.  Su capote, alado y etéreo, danza con el viento en una coreografía celestial.  Con la muleta, esculpe naturales que son plegarias al arte, y sus adornos, son joyas rescatadas del cofre del tiempo.  Morante no torea, compone sinfonías de emoción y belleza.

No se queda atrás, Roca Rey, el Volcán del Valor: erupción de la pasión y el coraje.  Su toreo es un torrente de emociones, donde cada pase es un latido del corazón.  Con la muleta, desafía al destino en una danza de riesgo y entrega.  No se limita a lidiar toros; los conquista con la fuerza de su espíritu indomable.

¡José Tomás!, el Místico del Ruedo, el Maestro. Es la encarnación del toreo en su forma más pura y ascética.  Su figura, hierática y serena, se funde con la arena en un ritual de silencio y verdad.  Cada pase es una meditación, una búsqueda de la esencia misma del arte taurino.  No torea para el aplauso; torea para la eternidad.

Y, ¿El Juli? El Catedrático del Toreo, la sabiduría hecha torero.  Su técnica depurada y su conocimiento enciclopédico de la lidia lo convierten en un maestro del arte taurino.  Con la muleta, enseña lecciones de temple y dominio.  El Juli no improvisa; ejecuta con precisión matemática cada movimiento, elevando el toreo a una ciencia exacta.

 Juan Ortega, el Poeta del Capote, es la lírica hecha toreo.  Su capote canta versos de suavidad y cadencia, y su muleta recita estrofas de arte y sentimiento.  Cada faena es un poema que emociona y conmueve.  Ortega no torea; declama con su cuerpo la belleza del arte taurino.

No dejemos atrás a Carlos Tirado esa Promesa que florece, es como el brote joven que asoma con fuerza en el jardín del toreo.  Su reciente triunfo en el Circuito de Novilladas de Andalucía es el preludio de una carrera que promete frutos de arte y valor.

Artesanos de la tradición, enemigos declarados de los destructores de la patria, canteros de nuestros pueblos y cimientos de los siglos venideros.

Pasa el toro de lidia a ser eterno, su mirada, de frente y altiva, es la nobleza que exige hidalguía, y solo pueblo puede darla: ¡las Españas!

Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza

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