«La teología que no es actual es falsa», repiten… sin notar que el infierno es eterno y sigue fuera de moda.
La historia de las ideas no es una evolución: es un juicio. El tribunal es la realidad, el testigo es la inteligencia, y el acusado —cada siglo— se defiende diciendo que ha descubierto una nueva definición de verdad. El siglo XXI, por ejemplo, ha declarado solemnemente que la verdad ya no consiste en la conformidad del intelecto con lo real, sino en la armonía del pensamiento con la vida. Y luego —como todo hereje elegante— ha hecho una reverencia, sonreído, y ha arrojado a Santo Tomás al vacío.
Pero Dios no se ríe con los juegos del pensamiento, y el tomismo, como el ser, no cae.
I. La apostasía del pensamiento: de la fe al fluido
El P. Garrigou-Lagrange, heraldo último de la metafísica verdadera, escribió La esencia y la actualidad del tomismo no para adornar las bibliotecas, sino para evitar que la teología cayera en la idolatría del devenir. Porque cuando la fe deja de pensar desde el ser, no se vuelve moderna: se vuelve estéril.
«La doctrina de Santo Tomás permanece actual porque conserva las verdades inmutables sin las cuales es imposible tener una idea correcta de Dios, del alma y del mundo» (Essence…, p. 6).
El modernismo, con su sonrisa pastoral, ha querido reemplazar la Verdad por la vivencia, la doctrina por el sentimiento, la revelación por el relato. Pero esto no es progreso, sino apostasía. Es la disolución de la teología en agua tibia. Garrigou lo advirtió:
«Verdad ya no es conformidad con la cosa, sino conformidad con la vida… Pero ¿qué vida? ¿la humana? Entonces hemos caído en el error condenado: Veritas non est immutabilis plus quam ipse homo» (Denz. 2058, ibid., p. 10).
Y si la verdad cambia con el hombre, ¿con cuál hombre? ¿El de TikTok o el de Auschwitz? ¿El sentimental o el técnico? Si todo depende de la experiencia vital, entonces la Crucifixión debe reinterpretarse como un «gesto simbólico» de inclusión.
II. El tomismo no es una doctrina: es la columna vertebral del cosmos
La fuerza de Garrigou no está en una polémica contra las modas, sino en reinstalar a Santo Tomás como intérprete del ser, no como orador de aula. Porque si hay algo, si algo es, entonces el tomismo no es una opción: es la estructura misma de la inteligencia fiel a lo real.
«Los principios tomistas superan la física de Aristóteles… son principios metafísicos absolutamente universales» (ibid., p. 6).
Allí donde se disuelven los dogmas, donde la gracia es reducida a símbolo, donde la Encarnación es «experiencia comunitaria», el tomismo resiste: porque parte de lo que es, no de lo que se siente. Y por eso su distinción entre potencia y acto no es una opinión antigua, sino la única llave capaz de abrir la puerta entre la criatura y el Creador.
«Sin la distinción real entre potencia y acto, las pruebas de la existencia de Dios ya no son demostrativas, sino meramente probables» (ibid., p. 7).
Y si Dios no puede conocerse con certeza, entonces el Evangelio es un poema ambiguo, y el martirio un exceso mal informado.
III. El dogma sin ontología es sentimentalismo con sotana
La mayor traición moderna es ésta: decir que se cree, pero no saber en qué se cree. Rezar el Credo sin distinguir la persona de la naturaleza, o la gracia habitual de la actual, es como jurar fidelidad a una sombra. Garrigou lo explica con la frialdad del cirujano:
«¿Cómo puede una definición conciliar tener valor inmutable si sus conceptos se disuelven? Es como querer colgar un ancla de hierro en las olas del mar» (ibid., p. 12).
El tomismo no embellece el dogma: lo sostiene ontológicamente. Es la única teología que explica por qué el «ser» del Verbo se une realmente con la «naturaleza» humana, sin mezcla ni confusión. Todo lo demás son palabras tiernas que el viento del tiempo borra.
IV. ¿Por qué odian a Santo Tomás?
Porque dice lo que nadie quiere oír: que la libertad no está por encima de la verdad, que la inteligencia fue hecha para el ser, no para la autoexpresión, y que Dios no evoluciona. Por eso Garrigou advierte que muchos teólogos de su tiempo —y más los nuestros— quieren reemplazar la teología por historia de la religiosidad. Quieren hablar de «lo que la comunidad creyó», no de lo que Dios reveló. Pero eso ya no es teología. Es sociología disfrazada.
Y en esa confusión, Garrigou ruge:
«Una teología que se aparta de Santo Tomás en materias metafísicas, se arriesga a la ruina de su propia estructura» (ibid., p. 15).
No se trata de repetir al Aquinate como loros escolásticos. Se trata de pensar con él, porque su pensamiento está fundado en el ser, y el ser no cambia.
V. Última advertencia: o Santo Tomás o el abismo
Hay un momento en que la batalla no es entre ideas, sino entre órdenes. Entre la Verdad y la disolución. Entre el Logos y la confusión sin rostro. Y en ese momento —que es éste— el tomismo no es una escuela: es un acto de guerra.
Garrigou lo dice sin ambigüedades:
«El tomismo no es eclecticismo. Es una síntesis superior, más allá de Parménides y Heráclito, más allá del comunismo y del individualismo, más allá del molinismo y del ocasionalismo. Porque parte del acto puro, y vuelve a él» (ibid., p. 30).
Ese «acto puro» no es una abstracción. Es Dios. Y por eso, renunciar a Santo Tomás es renunciar —en última instancia— a entender lo que Dios ha dicho. Lo demás son devociones sin doctrina, ritos sin realidad, y almas sin sustancia.
Epílogo: El día que callamos a Tomás, comenzamos a olvidar a Cristo
Lo último que se pierde no es la fe, sino la capacidad de pensarla. Por eso, el mayor crimen de la teología moderna no fue negar a Dios, sino quitarle al pensamiento cristiano su esqueleto ontológico. Y así, dejaron que la teología se volviera líquida… hasta que fue agua sucia.
Pero el tomismo —como el Verbo— no pasa. No grita. No se adapta. Solo espera. Y cuando todo se desmorona, él sigue diciendo: ens est primum quod cadit in intellectu (El ser es lo primero que cae bajo la inteligencia.)
Y ese ens —ese ser que ya nadie quiere nombrar— es la primera piedra sobre la cual Cristo edifica su Iglesia.
«[…] Los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, más poder y sabiduría de Dios para los llamados, ya judíos, […]
Se suele subrayar como un rasgo característico de la metodología de la «ciencia moderna» su escrupuloso sometimiento a los datos empíricos obtenidos por sus distintos medios instrumentales. La posibilidad de su falseamiento (deliberado o accidental) […]
Originally published by: LA ESPERANZA January 19, 2023 There is a metaphysical delusion behind all culpable moral disorder, whether personal or social. It is not an involuntary error, such as one that does not destroy […]
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